El instrumento esencial
El documental “The Beach Boys”, que se estrenó el mes pasado en Disney+, repasa a lo largo de casi dos horas la carrera de esta banda que empezó como abanderada del surf rock más atildado y luego ingresó en una viaje psicodélico digno de un capítulo aparte en la historia de la música del siglo veinte.
J.C. Maraddón
La tradición del “barbershop” o “música de barbería” en los Estados Unidos se remonta a la segunda mitad del siglo diecinueve, cuando cuartetos vocales conformados por afrodescendientes se reunían en este tipo de locales a cantar temas que se prestaban para lucir sus armonías. Este tipo de formaciones, al iniciar la siguiente centuria, pasaron a ser integradas por hombres blancos que repartían sus roles tonales de acuerdo a la función que debían cumplir en la interpretación: la voz líder llevando la melodía, el tenor por encima, el bajo en las notas descendentes y el barítono como complemento de esos tres.
Muy popular hasta entrados los años veinte, este formato quedó relegado detrás de otras tendencias hasta que a mediados de los años cuarenta se produjo un resurgimiento en el que se hacían notorios componentes que provenían del jazz y del góspel. No era raro que ciertas orquestas jazzeras incorporasen en su repertorio piezas que permitieran el acompañamiento de cantantes que solían presentarse según las pautas del “barbershop”. En la década del cincuenta, con la eclosión del rocanrol, estos cuartetos vivieron una etapa de apogeo a través de canciones melódicas que encontraban eco en el emergente mercado de los jóvenes y teenagers.
Sobre una base orquestal de guitarra, bronces, bajo y batería, los miembros de The Four Freshmen se abrieron paso gracias a su entonación privilegiada y recibieron elogios de figuras del jazz como Dizzy Gillespie y Woody Herman. Aunque los grupos que adherían a ese estilo eran numerosos y muchos de ellos de probada calidad, The Four Freshmen logró destacarse y su éxito instaló una manera de cantar que hizo escuela, en especial entre las nuevas generaciones que empezaban a inundar el panorama con composiciones que trataban de poner mayor énfasis en lo melódico, sin descuidar el ritmo que era imprescindible para hacer bailar.
Mientras el inquieto Brian Wilson daba junto a sus hermanos Carl y Dennis, y con su primo Mick, los primeros pasos en dirección a conformar lo que luego serían los Beach Boys, llegó a su hogar californiano un disco de The Four Freshmen que lo inspiró para prestar atención a las armonías vocales al momento de interpretar una canción. Y así como los Beatles confesaron que fue el dúo de los Everly Brothers la mayor influencia que tuvieron a la hora de acomodar sus voces, para los Beach Boys la aplicación del método de The Four Freshmen sería fundamental.
De ese modo, al menos, lo describen ellos mismos en el documental “The Beach Boys”, que se estrenó el mes pasado en Disney+ y que a lo largo de casi dos horas repasa la carrera de esta banda que comenzó como abanderada del surf rock más atildado y que luego ingresó en una viaje psicodélico digno de un capítulo aparte en la historia de la música del siglo veinte. Dirigida por Frank Marshall y Thom Zimny, esta película recopila testimonios actuales de los sobrevivientes y recupera viejas entrevistas de ellos y de los ya fallecidos, para trazar un relato esclarecedor.
Con el aditamento de imágenes de archivo restauradas a nuevo, el filme ofrece una aproximación muy didáctica al fenómeno que protagonizaron estos músicos estadounidenses, cuyo periodo de mayor popularidad coincidió con la beatlemanía venida desde Inglaterra. La paradoja es que, la irrupción de artistas como los Beach Boys y Los Beatles, pusieron freno al ascenso de aquellos antiguos cuartetos vocales, que habían atravesado una instancia gloriosa hasta que la moda cambió y la juventud manifestó su preferencia por otras corrientes que, sin embargo, habían aprendido de la música del “barbershop” cómo hacer rendir al máximo ese instrumento esencial que es la voz.
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