Cuando el revival desentona
Que atado al reverdecer de los años noventa se esté hablando de que Mike Judge, creador de “Beavis and Butthead”, se propone estrenar nuevas aventuras de sus personajes en 2025, obliga a prever un fuerte choque de voluntades entre la nostalgia y la corrección política.
Por J.C. Maraddón
Cada tanto, la moda del revival se emperra en traer al presente tendencias que fueron furor alguna vez y que, ante la falta de novedades que merezcan ser tenidas en cuenta, terminan imponiéndose otra vez entre las generaciones que no las conocían en profundidad. Producto del marketing, de la nostalgia o de la espontaneidad, estos eternos retornos no dejan de ser síntomas de los tiempos que estamos viviendo, en los que el futuro nos es negado y el momento actual se compone de un pastiche en el que el pasado aporta la mayor parte de los contenidos a considerar.
El peor inconveniente de estos rescates se plantea cuando lo que se busca revivir ha tenido lugar en un contexto completamente diferente y, por ende, corre el riesgo de ser malinterpretado a partir de los cambios de circunstancias que, como resulta lógico, se han verificado. Es entonces cuando entran en cortocircuito las épocas y ese abuso de lo vintage se arriesga a recibir críticas de aquellos que, desde una perspectiva moderna, no evalúan negativamente lo pretérito, sino que cuestionan la necesidad de que se deba recuperar como algo valioso eso mismo a lo que ya se le dio vuelta la página.
Pocas dudas hay acerca de que la etapa histórica sobre la que se están volviendo los ojos es la de los años noventa, tanto en el revisionismo político como en los aspectos culturales. Y cuando eso sucede, es natural pensar que existan afinidades entre un periodo y el otro, porque si no cuál podría ser el motivo para que haya una voluntad de remontarse a esa década. A simple vista, es posible encontrar puntos de contacto entre ese decenio ulterior del siglo veinte y está realidad del veintiuno en la que son reivindicadas muchas de las consignas lanzadas en aquel entonces.
Pero es imposible soslayar que ha habido cambios de paradigma brutales en estos treinta años y que un buen número de las cosas que en esos días eran fundamentales, ahora carecen por completo de trascendencia. Y determinadas maneras que para aquella sociedad caían dentro del espectro de lo admirable, han resbalado en la actualidad hacia la zona de lo aborrecible y, por lo tanto, más allá de que se añore la atmósfera noventosa, habrá algunas de sus huellas que procurarán ser obviadas para que no haya una ofensa generalizada por parte de los que se aferran a los dictados de la corrección política.
Por ejemplo, el humor escatológico que fue aplaudido entonces como la gran novedad y como vanguardia contracultural, no estaría en condiciones de soportar hoy la mirada más compasiva de alguien que se ponga a medir cuánto hay allí de sexismo, de grosería y de agresión gratuita. Y los dibujos animados eran una de las vías para canalizar esa comicidad, como lo demuestran varias series que se difundían por televisión, entre las que se cuenta “Beavis and Butthead”, tal vez la más emblemática por la manera en que prendió entre los adolescentes que se identificaban con esos personajes.
La tira era emitida a través de la señal de MTV, que gozaba a mediados de los noventa de su pico de popularidad, sitial del que la aparición de YouTube años más tarde iba a destronarla para siempre. Que atado al reverdecer de ese mundo pretérito se esté hablando de que Mike Judge, creador de “Beavis and Butthead”, se propone estrenar nuevas aventuras de sus personajes en 2025, obliga a prever un fuerte choque de voluntades: de un lado, el empeño por actualizar el recuerdo; y del otro, la vocación de limar todas las asperezas para que nada se atreva a desentonar.
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