Otro regodeo nostálgico
También ambientada en el contexto de la Argentina de los años noventa, la serie “Cris Miró (Ella)”, que estrenaron TNT y Flow el domingo pasado, irá entregando sus ocho episodios de media hora de a uno por semana, en tanto luego se alojan en la grilla de la plataforma Max.
J.C. Maraddón
Si bien en los años ochenta la primavera democrática abrió las puertas a muchas de las libertades que habían sido conculcadas durante la dictadura, hubo algunos sectores sociales que no llegaron a disfrutar de esos derechos en plenitud y debieron continuar a la espera del reconocimiento. Por ejemplo, la comunidad homosexual se vio implicada directamente en la epidemia del Sida y, a raíz de los prejuicios que persistían en ese entonces, siguió condicionada a ocupar un espacio marginal en la sociedad, bajo la amenaza de la legislación aplicada por la dictadura que seguía en vigencia y que penalizaba ciertas conductas a las que se consideraba inmorales.
Como una especie de paradoja, mientras en los noventa se respiraba un clima de desilusión con respecto a los objetivos que se habían planteado con el retorno de la democracia y que no llegaban a cumplirse, se produjo al mismo tiempo un despertar de la cultura LGBT que se materializó en la aparición de lugares donde manifestaciones artísticas de ese carácter se hacían públicas. A esos espacios también tenían acceso personas heterosexuales que, de ese modo, entraban en contacto con un mundo que hasta ese momento se había mantenido en las sombras de la clandestinidad.
Los nombres del Morocco, Ave Porco, El Dorado, Bolivia, La Diosa y Nave Jungla marcaron toda una época en la noche porteña, donde una nueva generación de deejays que pinchaban música electrónica convivió con un público en el que travestis y drag queens eran habituales animadores de las pistas de baile. En Córdoba, para casi los mismos años, abrió sus puertas Hangar 18, que replicaba aquellas tendencias de la metrópolis portuaria, de una manera mucho más ostentosa que la de otros antros históricos donde se refugiaba el segmento queer de una ciudad caracterizada por su pacatería y su antiguo sesgo clerical.
Esta avanzada gay noventosa no podía dejar de ser relevada por los medios de comunicación, donde este tipo de personajes comenzó a tener visibilidad, aunque en un comienzo haya sido como objeto de burla de ciertos programas humorísticos de televisión. A medida que el fenómeno fue en crecimiento y que el rating dio su visto bueno, quedó expedito el camino para que surgiera la primera estrella trans de ese fin de siglo, que sin dudas fue Cris Miró, cuya personalidad arrolladora terminó conquistando el foco de las cámaras, en un país donde todavía ciertas cosas no se podían mostrar en la tele, por temor al “contagio”.
Es ese el contexto en el que se ambienta la serie “Cris Miró (Ella)”, que estrenaron TNT y Flow el domingo pasado y que irá entregando sus ocho episodios de media hora de a uno por semana, en tanto luego se alojan en Max. Con la actriz trans española Mina Serrano en el papel principal y con Martín Vatenberg y Javier Van de Couter como directores, lo que se vio hasta ahora nos deposita unos 30 años atrás, en una instancia clave de la vida de la protagonista, cuando Lino Patalano la convoca para una revista en el Teatro Maipo.
Un cuarto de siglo después de la muerte de Cris Miró, quien falleció a los 33 años a raíz de un cáncer linfático, esta producción se propone destacar el valor de aquella actriz y bailarina como pionera de una cruzada que sería reasumida después por quienes la tomaron como ejemplo. Pero, además, esta novedad audiovisual confirma el regodeo nostálgico que existe en estos días con respecto a la década del noventa, un periodo del que muchos recuerdan sus excesos de frivolidad, pero al que realizadores y guionistas parecen dispuestos a indagar de manera mucho más profunda.
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