La ética como signo de debilidad
En los cuatro episodios que se han visto hasta ahora de la tercera temporada de la serie “El encargado”, que pertenece a Star+ y por eso está disponible en Disney+, la actitud que adopta Eliseo, el portero de edificio interpretado por Guillermo Francella, plantea los pro y los contra del emprendedurismo.
J.C. Maraddón
No es inocente que desde la cúpula del poder se incentive en estos tiempos el reconocimiento del mérito personal por encima de los logros colectivos, porque de esa manera se fomenta la competencia entre quienes podrían valorar los intereses que tienen en común, pero son llevados a considerar al prójimo como un enemigo. Detrás de la utopía de un cuentapropismo que conducirá a los emprendedores al éxito, se esconde la falacia de que un escaso porcentaje de esos trabajadores autónomos llegará a conformar su propia empresa, en tanto la gran mayoría quedará a mitad de camino, con cuantiosas deudas y los sueños hechos añicos.
El descalabro que se ha producido en el antiguo sistema productivo, acechado por las nuevas tecnologías y por las pingües ganancias que se obtienen en el circuito financiero, ha puesto en vías de extinción a los obreros que se desempeñaban dentro del viejo esquema fordista. Y, en consecuencia, las reivindicaciones que en otras épocas eran tomadas como bandera por el sindicalismo, hoy son asimiladas a un privilegio por parte de quienes se ven obligados a trabajar 24/7, sin que les correspondan días francos, vacaciones pagas ni aguinaldo, derechos básicos por los que tanto se luchó desde finales del siglo diecinueve en adelante.
Si bien la represión, las modificaciones a las leyes vigentes y la amenaza del desempleo siguen siendo las herramientas que se utilizan para dejar sin efecto cualquier conato de sublevación, tal vez el arma más novedosa que se emplea es el convencimiento de que el otro no es un par sino un adversario. Y que si no obtenemos el mismo trato que ese al que deberíamos suponer nuestro igual, la culpa es de él y no de quienes toman decisiones que en su arbitrariedad no buscan sino enfrentarnos para poder reinar con la mayor de las comodidades.
No ayuda demasiado para revertir este panorama, la mala prensa que viene teniendo el gremialismo durante las últimas décadas, con una burocracia instalada en la cúpula dirigencial que en muchos casos defiende sus prerrogativas en lugar de proteger las condiciones laborales de los afiliados. Este fenómeno, sumado a la interesada perspectiva ferozmente crítica que se induce en la opinión pública sobre estas entidades, ha desembocado en un descrédito paradojal: no pocos trabajadores terminan odiando a aquellos a los que les ha sido confiada la representación sindical que garantice la actualización del salario y el respeto a las normativas establecidas por ley.
En los cuatro episodios que se han visto hasta ahora de la tercera temporada de la serie “El encargado”, que pertenece a Star+ y por eso está disponible en Disney+, esa problemática está representada en la actitud que adopta Eliseo, el portero de edificio interpretado por Guillermo Francella, sobre cuyas trapisondas gira la acción. Aunque vaya a saber si ese fue el propósito de la dupla responsable de la tira (Gastón Duprat y Mariano Cohn), vemos allí un ejemplo de cómo alguien abandona el colectivo del que forma parte, para lanzarse en una aventura solitaria con ínfulas de grandeza.
Al descubrir una veta comercial para la que se percibe como el más apto, no duda en traicionar y embaucar a sus colegas, cuya suerte no le merece ni la menor preocupación, en tanto se vea él mismo beneficiado por la desgracia ajena. Observamos así en su máxima expresión a ese prototipo del chanta que ya habíamos conocido en temporadas anteriores, asumido en la causa del emprendedurismo, cuya fe ciega en el triunfo le impide ver cómo en su camino va dejando a un costado los principios éticos inherentes a la condición humana, a los que hoy se empieza a sentenciar como un signo de debilidad.
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