Nacional Por: Javier Boher11 de septiembre de 2024

La salud de Francos es la del gobierno

La enfermedad del jefe de gabinete vuelve a poner en discusión las tensiones entre pragmáticos y dogmáticos

Por Javier Boher 

rjboher@gmail.com

Lenin y aquel marxismo ruso hablaban de dos categorías de políticos, los propagandistas y los agitadores. Mientras los primeros definían los lineamientos doctrinarios de las fuerzas revolucionarias, los segundos debían hacerlos llegar a las masas. La clasificación no se ajusta tanto a la política democrática actual, porque no se trata de enfervorizar a un gran número de personas para hacer una revolución, pero puede ayudar a entender algunas cosas.

El gobierno hoy tiene sus propagandistas y sus agitadores. Milei, Santiago Caputo y algunas cabezas más definen cuál será la agenda del gobierno, mientras que las huestes digitales se enfocan en transmitirla a los ciudadanos de a pie. Esa división de tareas resulta útil para la bajada de línea verticalista que hay en los movimientos de masas que prescinden de instituciones y representantes, pero es completamente insuficiente para consolidar un gobierno que pueda trabajar en contextos complejos y heterogéneos en los que hay múltiples vías de representación.

Los responsables de negociar las políticas posibles no encajan en aquella clasificación original. Son los albañiles de la política, los que reciben los ladrillazos que vienen de todos lados y aportan su argamasa para construir los consensos necesarios para salir de la pelea retórica entre facciones irracionales.

Uno de los pocos hombres que ejerce ese rol en el gobierno nacional es Guillermo Francos. El jefe de gabinete es resistido por muchos por su pasado peronista y de casta, mientras que otros lo critican también por su pragmatismo. Los políticos como Francos pueden trabajar dentro del contexto definido por un propagandista -siempre que este no se crea sus propias invenciones ideológicas-, pero van a encontrar dificultades para entenderse con los agitadores: las necesidades y concesiones de la política institucional no se llevan bien con el purismo de los agitadores.

En los últimos días el jefe de gabinete estuvo enfermo, lo que algunos periodistas aseguran es un reflejo de la creciente tensión existente entre Francos y dos de las aristas del “triángulo de hierro” que el presidente Milei conforma con su hermana Karina y con Santiago Caputo. La influencia de éstos sobre el primer mandatario lo estaría alejando del único hombre que parece entender de qué se tratan las cosas en un sistema republicano en el que hay que conseguir adhesiones de diputados y senadores para poder hacer leyes y definir un rumbo de gobierno.

De confirmarse esa supuesta caída en desgracia de Francos el gobierno quedaría a merced de la riesgosa interpretación política que pueden hacer los que leen los hechos a partir de postulados ideológicos, esos que rechazan verlos como una puja entre fuerzas que pueden tener intereses complementarios desde los cuales entablar una negociación. Ignorar que los resultados se consiguen a través del diálogo es de una ignorancia considerable, pero también conlleva un aumento del riesgo de conflictos y rupturas que amenazan con arrastrar a todo un sistema de representación que ya viene bastante golpeado.

Por la salud de todo el sistema político, ojalá que lo de Francos solo haya sido una falsa alarma, una verdadera enfermedad que lo tuvo unos días fuera de las canchas y no el preludio de su salida del gobierno.




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