Cultura Por: J.C. Maraddón05 de noviembre de 2024

Más allá de los escrúpulos

“El aprendiz”, la película todavía en cartel que toma el nombre del que fuera un reality show conducido por Donald Trump, se empeña en retratar al magnate de un modo tan impiadoso que no deja la posibilidad de esgrimir ninguna excusa que justifique las fechorías de su protagonista.

J.C. Maraddón

Si tenemos en cuenta que es una celebridad desde hace medio siglo y que llegó a la presidencia de los Estados Unidos en la pasada década, a nadie puede sorprender que la industria cinematográfica se haya lanzado a la aventura de seguir los pasos de Donald Trump desde sus inicios como heredero de un emprendedor inmobiliario. Un personaje con tantas aristas controvertidas, que atravesó las mil y una historias a lo largo de su existencia, que se codeó con la farándula y con los poderosos y que como culminación de su carrera empresarial se alojó durante cuatro años en la Casa Blanca, representa un prototipo ideal para ser llevado a la pantalla.

“El aprendiz”, la película todavía en cartel que toma el nombre del que fuera un reality show conducido por el propio Trump, se empeña en llevar adelante esta iniciativa, pero lo hace de un modo tan impiadoso que no deja la posibilidad de esgrimir ninguna excusa que justifique las fechorías de su protagonista. Tal vez el hecho de que el director iraní Ali Abbasi esté al frente de una coproducción entre Canadá, Dinamarca, Irlanda y Estados Unidos, le haya dado al guionista estadounidense Gabriel Sherman la chance de plantear con libertad un argumento que retrata al magnate como una persona ambiciosa, violenta y cruel.

El largometraje presenta a Trump como un traidor que reniega de quienes le abrieron camino en los negocios y que hasta es capaz de hacer a un lado a su familia y a sus amigos con tal de alcanzar sus objetivos. Además, lo muestra como cómplice de hechos de corrupción, como un violador, como un mentiroso, como un evasor y como un ladrón de ideas ajenas. Es decir, no ahorra dardos envenenados contra la figura de quien luego accedería a la primera magistratura de los Estados Unidos y que precisamente en el día de hoy pone en juego su chance de volver a ser presidente.

Ahora bien, lo que cabe preguntarse es si todo eso que está detallado con crudeza en “El aprendiz” no era sabido ya cuando Donald Trump fue elegido como candidato del partido Republicano en las elecciones del 8 de noviembre de 2016. Peor aún, muchas de esas cualidades negativas de su personalidad afloraron en la campaña y a lo largo de su mandato, sin que sus seguidores encontraran allí un motivo para modificar sus simpatías hacia ese individuo al que le confiaban los destinos de la nación.

Quizás, en su degradación, la especie humana haya vuelto a ese punto de partida en que rige otra vez la ley de la selva y, por eso, se ve con buenos ojos al líder más fuerte para guiar la manada. Cuando el altruismo y la solidaridad son sentimientos a los que se entiende como sinónimos de debilidad y cobardía, queda la senda expedita para que se alabe al más inescrupuloso. Y entonces el filme de Ali Abbasi, en vez de contribuir a que Trump no se alce hoy con la victoria, más bien podría operar en sentido contrario de cara al electorado.

Con una gran actuación de Jeremy Strong (el Kendall Roy de “Succession”) en el papel del abogado Roy Cohn y con Sebastian Stan en el rol del Donald Trump joven, “El aprendiz” se regodea con su pintura de aquella Nueva York de los setentas y ochentas, pero no por casualidad se abstiene de recorrer las últimas décadas en la vida del millonario. Así como Trump buscará hoy el aval para iniciar un nuevo tramo de gobierno, es probable que se contemple una segunda parte para esta biografía que algunos hallarán horrorosa, pero que para otros será un ejemplo a seguir.

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