Cultura Por: J.C. Maraddón11 de diciembre de 2024

El temor a la derrota

Con la firma de Joe Biden, en abril se promulgó una ley que insta a bloquear a TikTok en las tiendas de aplicaciones y los servicios de alojamiento web de Estados Unidos a partir del 19 de enero de 2025, a menos que la propietaria china ByteDance la venda a capitales estadounidenses.

J.C. Maraddón

Ahora que el concepto de “batalla cultural” ha recobrado vigencia lejos de su origen gramsciano, bien vale la pena recordar que desde hace por lo menos un siglo los Estados Unidos establecieron un predominio en el campo de la industria del entretenimiento, como prolegómeno de lo que iba a ocurrir luego de la Segunda Guerra Mundial a todo nivel. Acomodado en la trinchera del cine y la música, ese país expandió su llegada al resto del planeta y sobre esa base construyó una hegemonía que abarcó gran parte de Occidente y que sólo fue rivalizada en aquel entonces por la Unión Soviética.

Los ídolos populares de la potencia norteamericana eran, por añadidura, admirados también en la mayoría de los países de la órbita capitalista, donde quienes no los tenían entre sus favoritos, al menos conocían sus nombres y sabían perfectamente a qué rama del arte se dedicaban. A través de las historias filmadas, se extendió en todas las direcciones el llamado “american way of life”, que era tomado como modelo incluso en sociedades que no tenían nada que ver con lo que se veía en las películas. Los valores que se consagraban por allá, eran adoptados como propios por un público cosmopolita.

La Argentina no podía ser ajena a ese expansionismo porque, a pesar de ubicarse en el extremo sur del continente, era considerada por Washington como una parte fundamental de su área estratégica, que de ninguna manera podía caer bajo regímenes que cultivaran ideas ajenas a la doctrina liberal. Pese a legislación específica que procuraba impedirlo, los inicios de nuestra televisión estuvieron signados por la influencia directa de las grandes cadenas estadounidenses, en un ejemplo de cómo desde aquella nación se procuraba intervenir en la vida de la comunidad local, en particular mediante el manejo del acceso a los productos culturales.

Y si bien el año próximo se cumplirán 80 años del final de la guerra, algunas cosas no han cambiado mucho respecto a esa injerencia de Estados Unidos, ni siquiera en estos tiempos en que el acceso a internet pareciera franquear todas las barreras y dar acceso a cualquier cosa que se requiera. Por más que su presencia sea global, empresas como Google, Meta o el emporio de Elon Musk tienen su sede en ese territorio, y gozan de la protección de la Casa Blanca, ya que son el mascarón de proa de la política propagandística que tan buenos resultados dio.

Sin embargo, el nada inocente despegue universal alcanzado por TikTok como una red social de origen chino ha desatado un pánico pocas veces visto entre las majors estadounidenses, que obtuvieron el natural respaldo de Joe Biden en una embestida contra la firma “intrusa”. Con la rúbrica presidencial, en abril se promulgó una ley que insta a bloquear la plataforma en cuestión en las tiendas de aplicaciones y los servicios de alojamiento web de Estados Unidos a partir del 19 de enero de 2025, a menos que la propietaria ByteDance la venda a capitales de ese país antes de tal fecha.

Se aduce que, al estar TikTok controlada por China, pone en peligro la seguridad nacional y deja en manos foráneas el manejo de datos confidenciales de ciudadanos estadounidenses. La empresa, que elaboró una apelación para presentarla ante la Corte Suprema, confía en que Donald Trump, cuyo segundo mandato arranca el 20 de enero, no consentirá la prohibición de una red social en la que él mismo posee una cuenta. Suena paradójico que el temor a una derrota cultural sea experimentado ahora por la misma potencia que se arroga el derecho de imponer sus costumbres al resto de la humanidad.

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