Arrancaron

La asunción de Javier Milei marca el comienzo de su gestión, para la que ya se anticipa una delicada situación económica y social, con una posible relación conflictiva con la prensa

Nacional 11 de diciembre de 2023 Javier Boher Javier Boher
2023-12-10-milei

Por Javier Boher
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El jueves nos despedimos sabiendo que hoy ya íbamos a estar bajo un gobierno de distinto signo político, tal vez la única certeza a las puertas del cambio. Lógicamente podemos decir que sabemos que lo que viene va a ser complicado, pero sería pasar por alto que ignoramos cuánto puede durar o qué tan profundo vamos a caer. Todo es dudas.
Frente a la cruel incertidumbre elegí lo único que se puede hacer en este país para mantener la cordura: mirar para otro lado. Nos pusimos las mallas, mentimos las mallas en la mochila, cargamos un par de jugos y algo de hielo y nos fuimos al río. Que Milei fuera arrancando si nosotros no estábamos.
Recuerdo la expectativa que me había generado la asunción de gobierno de Néstor Kirchner. No por una cuestión ideológica ni de simpatía, sino por una juventud que se encontraba con un cambio de época. Era la certeza de que venía un tiempo nuevo en el que un montón de gente se iba a meter en política. Después uno entiende que ilusionarse por la política es como enamorarse: solo te toca la primera vez, después uno se vuelve mucho más descreído. Con la asunción del León hay mucho de ese enamoramiento propio del que recién se asoma a la política y todavía no ha alcanzado a ver la negrura del abismo moral que la regula. 
La vara que deja el kirchnerismo es bastante baja, por lo que no debería ser tan difícil superarla. El desafío está en que parece que por encima le han extendido una concertina, por lo que errar en los calculo no solamente va a significar no superar ese mediocre umbral, sino que además se sumará un dolor invalidante, similar al que aqueja a los radicales desde que en 2001 no pudieron superar la marca que les había dejado Menem.
Los datos socioeconómicos del cuarto kirchnerato son elocuentes: casi uno de cada dos argentinos es pobre, la inflación en alimentos viaja a más de un 300% si anualizada, el Banco Central tiene reservas netas negativas por 11.000 millones de dólares, las leliqs representan una bola gigantesca de deuda en pesos, la deuda de los importadores se calcula en 55.000 millones de dólares, con una estructura de precios relativos destruida, subsidios extendidos por todas las áreas, atraso cambiario y las dudas respecto a si está vez Argentina va a empezar a salir o si otra vez va a ser un espejismo. 
El discurso de Milei, repasado al volver de las maravillosas sierras que tenemos en la provincia, lo mostró en línea con lo que venía exhibiendo desde el primer día de campaña, un tipo muy diferente al de los sets televisivos, mucho más serio y aplomado que el energúmeno que se la pasaba gritando en los talk shows de política. 
No agregó nada a lo que ya se preveía, pero dejó bastante claro que la herencia es muy pesada y que se vienen tiempos duros. Se lo ve confiado en su capacidad para implementar los cambios, pero no se puede terminar de saber si es plenamente consciente de la debilidad intrínseca de su gobierno. Parte de Unión por la Patria ya se ha alineado con algunos legisladores de partidos provinciales para ser un seguro de gobernabilidad, pero es difícil saber cuánto puede durar ese amor.
Por eso me pareció interesante una reflexión que escuché por ahí: es importante saber cuándo empieza el gobierno de Milei. Ya sabemos que ha comenzado formalmente, pero la pregunta apunta a algo fundamental, que es sobre en qué momento vamos a pasar de que la gente sienta que el nuevo presidente está lidiando con las consecuencias de la gestión Fernández-Fernández-Massa a exigirle que se haga cargo de las consecuencias de su propio plan de gobierno. 
Sobre esto hay mucha confianza oficialista en el 55% del ballotage, cuando la prudencia indicaría que no hay que perder de vista que solamente consiguieron el 30% en las generales. A pesar de que hay un fuerte apoyo a la idea de un cambio, no parece estar tan claro que se pueda sostener que existe el mismo respaldo a la nueva gestión, especialmente cuando arranca con gestos que se le suelen ver a los gobiernos sin contrapesos.
La decisión de no transmitir la jura de los ministros ni permitir el acceso de la prensa es totalmente opuesta a los principios republicanos de gobierno, pero es -fundamentalmente- estúpida. ¿Qué puede pasar que sea tan exclusivo como para pedir un momento íntimo con los familiares? Salvo que hayan arrancado por velar a un par de ministros antes de empezar la gestión, jurar por algún culto satánico bebiendo sangre de una calavera de chivo o algo por el estilo, no se entiende eso de convertir un aburrido acto protocolar en motivo de disputa con el periodismo, que hoy mismo puede empezar a contar las arrugas en la camisa para buscar algo con que golpear al nuevo gobierno. La cosa es más llevadera para los oficialismos cuando la prensa tiene café con leche y sandwichitos de miga libres, no cuando tienen que llevarse la vianda.
El último párrafo, algo descolgado, excede al gobierno nacional. Hay provincias y municipios votando desde febrero en el calendario electoral más extenso del mundo, pero en casi todo el país los ejecutivos asumen el mismo día. Unifiquemos las elecciones o separemos las asunciones, porque no tiene sentido hacerlo así.
Por lo demás, el río estaba hermoso, mucho más interesante que el inicio de una gestión que apenas si ilusiona a los propios.
 

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