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Las críticas a Guillermo Francella se expresan como si se tratara de humor, pero hablan de política.
Nacional14 de enero de 2025Por Javier Boher
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El humor es la facultad de descubrir y expresar lo que es cómico o gracioso, o por lo menos eso es lo que dice el diccionario. En criollo podríamos decir que el humor es lo que hace reír a la gente, por eso el humor tiene dos partes, una social y una individual. Lo social es porque hay cosas externas a las personas que generan situaciones pasibles de ser entendidas como algo gracioso; lo individual es porque cada persona se ríe o se divierte con un conjunto particular de cosas diferentes a las que divierten a otras.
Este fin de semana hubo gente discutiendo sobre Poné a Francella, un programa televisivo de hace unos 20 años que, a diferencia de otros, había desaparecido de la grilla. Mientras algunos se manifestaron muy en contra de la reposición del ciclo, otros celebraron por lo que interpretaron como el levantamiento de una especie de autocensura de Telefé. Es curioso cómo lo que a algunos alegra, a otros enoja.
Dediqué un rato a ver el programa, para recordar viejos tiempos, pero lógicamente no me causó las mismas sensaciones. Las expresiones de Francella, algunas líneas de diálogo y la química entre los integrantes del elenco son lo mejor, lo que no envejece. Sin embargo, hay una cosa que me llamó la atención: prácticamente todos los sketches tienen que ver con la asimetría en las relaciones sociales. Sambucetti es un empleado acosado por su jefa, Roberto (el de “ojitos azules”) es un vendedor de ropa acosado por un comprador, Arturo es un padre de familia enamorado de una amiga de su hija (y nunca pasa nada, por eso no es una tragedia) y así algunos más.
El componente social del humor es el que más demora en transformarse, porque los tíos viejos y los abuelos (para ejemplificar) siguen haciendo los mismos chistes de antaño, de los que los chicos aprenden la esencia. Hay cambios, por supuesto, pero son lentos. Si los sketches de Poné a Francella han pasado de moda es porque muchas de esas situaciones humorísticas hoy son socialmente reconocidas como algo existente y cotidiano, como la homosexualidad o el poliamor. Hacía reír un tabú que hoy no existe.
En una entrevista, Florencia Peña usó el ejemplo de Olmedo como el tipo de humor que pasa de moda y que no está bien seguir transmitiendo. Sin embargo, eso no es cosa que pueda decidir una persona cualquiera, sino la gente que podría consumir el producto. Si el domingo a la mañana Telefé pasa el Chavo del 8 y el Doce pasa Los 3 Chiflados, que tienen 50 y casi 100 años, es porque la gente todavía se ríe. Podrían pasar Pepe Biondi o Buster Keaton, pero no lo hacen porque la gente no los consume, no los hace reír del mismo modo.
El humor no se puede dirigir desde el Estado ni por ningún tribunal de artistas notables o algo por el estilo. Internet y las redes sociales permiten la aparición y supervivencia de múltiples formas de humor que no llegan (o no vuelven) a la televisión. Son el reflejo del pensamiento del momento, de un estado de cosas que excede lo que un sector social puede creer que está bien o mal; son lo que hace reír a la gente, independientemente de lo que guste u ofenda a otros.
En los mismos años del programa en cuestión, Yayo hacía el procaz sketch del Cuarteto Obrero, que sobrevive en internet porque la sociedad ya no encuentra que eso sea divertido en la televisión. Rompeportones, Petardos o Café Fashion (con el enorme Sapo Cativa, el mejor de los nuestros) ni siquiera son recordados por la gente. Habrá gente que todavía se ría con esos programas, pero quizás no es tanta como para reponerlo. Es más, tampoco sabemos cuánto va a durar Poné a Francella, pero probablemente no supere el verano.
Los tiempos de la corrección política han hecho que ciertas cosas no se puedan decir en público, lo que a la larga se ha probado peor que dejar que se digan y sean rechazadas de manera orgánica. Tal vez por eso Radio JaJa pasa los chistes de gangosos, suegras y homosexuales después de las 12 de la noche, cuando solo la escuchan los que van manejando. Son tan viejos que el dinero en los chistes del Negro Álvarez se mide en australes.
La carga contra Francella (con el foco puesto en el sketch de “la nena”, con Julieta Prandi) no obedece a las razones que se expresan en voz alta, sino a la cuestión política que va por detrás. A diferencia de muchos otros, Francella optó por seguir un camino independiente, expresando sus opiniones incluso cuando van en sentido opuesto al sentir mayoritario y masificado de los artistas. Su éxito le permite hacerlo y resistir al linchamiento al que lo someterían los colegas.
El humor y la política van de la mano, pero nunca se debe creer que la segunda puede someter o dominar al primero. No hay nada menos gracioso que el humor oficialista, sea el gobierno que sea: Duro de Domar o TVR fueron muy buenos programas que se hicieron soporíferos cuando se dedicaron a alabar al kirchnerismo. Ahora hay que esperar a ver cuál será el humor libertario que nos aburra en el futuro. Independientemente de ello, el componente individual del humor nos da la libertad de elegir. Si eso no existiera, tampoco lo haría el humor.
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