Acotaciones festivaleras

La temporada estival nos trae una agitada grilla de actividades que dejan en claro por qué los cordobeses no manejamos el país.

Provincial 15 de enero de 2024 Javier Boher Javier Boher
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Peteco Caravajal y Victoria Villarruel

Por Javier Boher
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¡Buen día, amigo lector! Qué fácil que es para los cordobeses saber que estamos en el medio del verano, porque te das vuelta y hay algún festival de algo en el medio. Quizás si acá a la gente no le gustara tanto la joda ya habríamos logrado imponer a nivel nacional aunque sea un cachito de nuestra agenda. Pero no: la sangría nevada y la melancía son más fuertes que tratar de influir en el rumbo del país.

A mí me encantan los festivales, fundamentalmente porque uno puede ver que la gente está feliz. No es poco, considerando que en cualquier negocio que uno entra hay alguien quejándose de los precios. Es más, casi que a esta altura de la inflación vamos a los negocios y hacemos cola esperando para descargarnos con alguien por lo caras que están las cosas.

Eso sí, la época de festivales también nos deja un montón de otras cosas para repasar. Yo voy a ir punteando algunas de las que se me van ocurriendo, pero seguramente algunas me van a quedar afuera.

Si de algo me acuerdo de mis idas a Jesús María, es que el programa siempre fue algo accesible. No digamos regalado, pero no era como ahora que hay que vender un hijo para ahorrarse una entrada y hacer unos mangos para que pueda ir el resto. Por eso se da ese absurdo de que hay una tarjeta que te ofrece pagar las entradas quichicientas cuotas, cosa de ponerla a tope en dos meses de ir al teatro o a los festivales y terminar de pagarlas cuando llega el otro año.

No me voy a poner exquisito con las grillas, pero eso de que en Jesús María haya cuarteto, rock y un cachito de folklore medio que no pega con un festival de doma. Más vale hagan pruebas de destreza con motos 110 con la cajita del delivery atrás, que tiene mucho más que ver con esa mezcla de ahora. No le digo que yo sea más tradicionalista que José Hernández, pero a esta altura ya solo queda gente que va disfrazada de gaucho, estimado.

Encima después pueden pasar cosas como las de Peteco Carabajal, que se la agarró en contra de la vicepresidenta e instó a la gente a no pararse.para recibirla. Para mí el santiagueño se confundió y no se dio cuenta de que la gente se estaba yendo al baño o a comprar la recarga de fernet en lugar de escucharlo a él. 

A ver, estimado: no es la primera vez que el susodicho se expresa políticamente (que no tiene nada de malo, a pesar de lo que digan los ofendidizos y sensibles que andan llorando en todos lados). Seguramente usted tenga la misma memoria que yo y recuerde que hace cuatro años le dedicamos una notita porque dijo que "el que vota a Mauricio Macri no es argentino", como si él tuviese el argentinómetro para andar decidiendo quién se puede coser la tercera estrella y quién no. Además, estimado, después de haber militado al tipo común, profe de la UBA y fana del bicho, medio que la autoridad para dar consejos de política la dejó en el camino.

Le voy a poner un ejemplo como para entender qué es lo que hizo Peteco. Suponga que a usted lo invitan a comer a la casa de un amigo. Llega, se sienta a la mesa y empieza a hablar. En un momento, la dueña de casa hace un comentario político y usted se calza el saquito de vicuña de trosko para decirle a todos los comensales lo errados que están, tratando de que infieran de sus dichos que usted tiene una cierta superioridad moral de la que el gorilaje carece. Nunca más lo invitan a comer. Usted se queja de que son unos intolerantes y que no les gusta que la gente piense distinto, con conciencia social y todas esas cosas. Eso sí, sigue yendo a comer a donde lo invitan, aguantando que digan barbaridades porque no tiene que poner un peso ni para redondear las cuentas.

Eso mismo le pasa a este tipo. Lo invitan al festival más antikirchnerista del país y el tipo se comporta como si tuviese 15 años haciéndose el rebelde. Después no lo invitan más y llora que nadie cuida a los artistas y a la cultura. Acepta ir a tocar al festival del hueco del churro en Tero Violado, todo pagado por nación, provincia o quien fuere, cobrando una fortuna y bajando línea contra el neoliberalismo extractivista. Qué fácil ser rebelde cuando te pagan una torta por serlo.

Ojo, estimado, que para mí estas cosas están mal en todos lados. ¿Se acuerda de cuando Cosquín se convirtió en el faro cultural festivalero del kirchnerismo, que hasta trajeron a Pablo Milanés y a otros de esos bandidos, ídolos de los que hoy están en sus 50-60? Terminaron haciendo que un festival (que de por sí era más aburrido que un partido de golf) termine siendo un producto imposible de consumir, porque si no te estabas aburriendo con Teresa Parodi te estabas indignando porque te bajaban línea contra la megaminería y el glifosato. Años de tirar manteca al techo hicieron que hoy no tengan plata para subir la señal a Canal 7. No se me ocurre mejor manera de graficar lo que pasa cuando se pone a kirchneristas en la gestión de algo.

La verdad, estimado, que no me importa en absoluto qué dicen o hacen los artistas. Eso sí, tampoco me parece que deban tener una especie de carta blanca para hacer o decir lo que quieran sin tener que lidiar con las consecuencias. No creo que el presidente se la tenga que agarrar con Lali Espósito, pero medio que si quedaste en el medio de la polémica entre la nación y La Rioja por haber ido a cantar pagada por una provincia que no tiene plata para pagar los sueldos de los policías te tenés que bancar que alguien te tire un palito. Bah, para mí la vara de indignación moral que usan los artistas también debería usarse para medir cuando le cobran fortunas a un Estado quebrado. 

Bueno, no importa que sea hora de desayuno, mejor me voy a preparar una melancía helada para olvidarme de toda la amargura de una temporada de festivales en la que se va a notar el nivel de adopción popular del lema del presidente: "no hay plata".

Tenga buena semana.

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