“Limpieza K”: sin intendentes, relegados y con cambios de imagen

Duro escenario para la dirigencia y militancia kirchneristas en el sur: su dominio territorial se extinguió y la subsistencia se enfrenta a la condición de esconder las banderas. PJ riocuartense busca la forma de incorporarlos al proyecto oficialista que competirá en las urnas sin despertar el rechazo anti-K.

17 de enero de 2024 Gabriel Marclé Gabriel Marclé
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La dirigencia kirchnerista ya se había replegado tras las elecciones provinciales, pero fue después del balotaje que ter

Por Gabriel Marclé

El comienzo de la era marcada por la presidencia de Javier Milei también podría leerse como el final de otra para el kirchnerismo tal como se lo conoció. En Córdoba, el golpe a estos armados fue más que contundente y, puntualizando en el sur de la provincia, casi extintivo para las expresiones K que, aun cuando Córdoba presentaba condiciones nada favorables para su supervivencia, antes de Milei todavía se permitía tener un capital político en determinados territorios gobernados por espacios peronistas. Incluso se hablaba de intendentes kirchneristas. Por estos días, esta región se ve atravesada por un proceso que se remite hasta antes del balotaje presidencial: la “limpieza K” ya había comenzado en las elecciones provinciales y en la renovación de autoridades que los municipios realizaron durante todo el 2023.

No hace falta hablar de la casi nula representación legislativa en la Unicameral provincial para entender que la performance kirchnerista en las urnas provinciales fue la peor en años y hasta parece redundante recordar la inmensa diferencia entre Sergio Massa y Javier Milei en la segunda vuelta dentro del territorio cordobés (74 a 26). Lo más “doloroso” para las agrupaciones K es el haber perdido identidad, al punto tal que todo lo que vino después de cada elección apuntó a desvanecer cualquier atisbo de simbología “Nac & Pop”. La verdadera derrota no solo fue el hecho de que cada intendente kirchnerista perdió en las urnas o no pudo renovar mandato, sino que quienes los sucedieron -incluso como candidatos oficialistas- debieron bajar las banderas del kirchnerismo para garantizar la supervivencia en cada uno de sus municipios.

Aunque son varios casos los que pueden mencionarse para graficar esta “extinción” o “reconversión obligada” de dirigentes kirchneristas, solo basta reposar en el departamento Río Cuarto -el más extenso del sur- para entender la actualidad de estas expresiones. No solo ya no hay exponentes de los denominados “intendentes K” (como lo fueron Gastón Tomatis en Las Acequias o Martín Toselli en Bulnes) atravesados por la finalización de sus mandatos de ocho años, sino que quienes pudieron mantenerse en ese círculo eligieron mantenerse a raya de la nueva era política. 

El caso de localidades pequeñas como Achiras, donde el intendente Mauricio García había sido apoyado mayoritariamente por espacios K y terminó celebrando su victoria en las urnas abrazado por Martín Llaryora. En Bulnes, Rubén Máspero fue el candidato oficialista promovido por el kirchnerista Toselli, aunque le prometió lealtad al por entonces candidato a gobernador de Hacemos Unidos ni bien ganó la intendencia. En otras localidades como Reducción -del departamento Juárez Celman- directamente hubo derrota contra Juntos por el Cambio y los colores K se borraron del mapa sureño.

Aunque el espíritu de estos sectores revivió con la campaña nacional y las chances ciertas -hasta la primera vuelta- de que Sergio Massa venza a Milei en las urnas, bastó la derrota en el balotaje para que se confirmara la reconversión que parece profundizarse en el inicio de este 2024, con miras a un nuevo proceso electoral como lo será el de las municipales de Río Cuarto. Allí gobierna la alianza peronista liderada por Juan Manuel Llamosas que en 2016 y 2020 necesitó de los espacios kirchneristas para fortalecer su propuesta. Todo indica que este año, para la campaña del todavía desconocido sucesor oficialista, el PJ volverá a requerir del apoyo de sectores como La Cámpora y el Frente Patria Grande, aunque algunos dirigentes ya advierten sobre las consecuencias de una sociedad explícita con estos sectores.

“En 2020 nos sirvió cuando todavía jugábamos para el Gobierno que entraba (el de Alberto Fernández), pero hoy estamos en un escenario muy diferente”, advertía un hombre del llamosismo sobre las dificultades de agruparse con sectores del kircherismo sobre los que pesa el rechazo objetivo de gran parte de la capital alterna. El fenómeno regional también es tenido en cuenta por los estrategas que reconocen la necesidad de sostener la unidad peronista “con todos”, aunque poniendo condiciones. Una de ellas sería la idea de bajarle el perfil a las críticas hacia el presidente Milei. 

“Al menos durante la campaña”, acotan. ¿Los supervivientes K estarán dispuestos a aceptar el trato? Hay dos versiones sobre esto: o garantizan la unidad como en años anteriores o generan una alternativa electoral propia. En el PJ aseguran que el segundo camino está descartado: “Es irreal pensar que pueden competir por fuera. Necesitamos estar todos juntos y afrontar lo que venga en unidad”. Todo apunta a una nueva amalgama electoral, aunque con las banderas K guardadas en el closet -más que antes.

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