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Si algo faltaba para clausurar discusiones y ampliar los horizontes de la música country, era que la multipremiada Beyoncé hiciera su contribución a la causa y publicara hace menos de un mes la canción “Texas Hold ‘Em”, una pieza que reúne todos los elementos típicos del género.

08 de marzo de 2024 J.C. Maraddón J.C. Maraddón
ilustra beyonce

J.C. Maraddón


Así como el folklore argentino fue asimilado en determinado momento al gusto de la gente de campo y sus intérpretes asumieron la necesidad de vestirse como gauchos, algo similar sucedió en los Estados Unidos con el género del country, que en ese país cuenta con un enorme arraigo en la denominada “América profunda”. Los artistas más representativos de este estilo también adoptaron como señal de identificación los modales y los ropajes de los vaqueros, que constituían una mayoría entre los que consideraban propias a esas canciones que cantaban sobre la vida en ese entorno rural y que los motivaban al baile.

Por ese mismo motivo, desde otras tonalidades de la paleta sonora se le endilgaron características que correspondían al prototipo del cowboy, como la misoginia, el racismo y la defensa a ultranza de los valores morales correspondientes a esos hombres que habitaban lugares distantes de la civilización. A pesar de que hubo ligeras modificaciones a lo largo de las décadas, durante mucho tiempo el country se sostuvo como algo circunscripto a su propio mercado, sin que se le otorgase relevancia fuera de ese territorio, salvo raras excepciones de intérpretes que saltaban el cerco y llegaban a oídos de otras personas.

En el advenimiento del tercer milenio, muchos de esos paradigmas han ido cambiando y ciertos guetos artísticos a los que se creía imperturbables, fueron reflejando las nuevas realidades. Si nuestra propia música nativa se ha plegado a una diversidad que no ha hecho sino enriquecerla, también esa vertiente tan aferrada a la esencia del espíritu nacional estadounidense se ha debido abrir a perspectivas diferentes, que se manifiestan a través de la lírica pero que también son perceptibles en fenómenos como el surgimiento de figuras que no responden a los parámetros tradicionales y que obtienen un éxito más abarcador y fluido.

La mayor embestida contra los viejos preceptos se produjo a comienzos de 2019, cuando el rapero afroamericano Lil Nas X viralizó el tema “Old Time Road” y obtuvo un inesperado éxito al presentarlo en un formato country, algo que irritó a los puristas de esa corriente. Se dijo en aquel momento que la polémica no tenía que ver con el color de la piel del cantante ni con su condición homosexual, pero las explicaciones no resultaron demasiado convincentes. Controversias aparte, nada fue igual después de aquello y las fronteras estilísticas se abrieron de par en par, propiciando la aparición de iniciativas similares.

Si algo faltaba para clausurar estas discusiones y ampliar los horizontes, era que la multipremiada Beyoncé hiciera su contribución a la causa y publicara hace menos de un mes la canción “Texas Hold ‘Em”, una pieza que reúne todos los elementos típicos del country. Como afroamericana y mujer, sabía que su viraje en esa dirección iba a desorientar a todos, pero lo cierto es que el terreno ganado cinco años atrás por Lil Nas X había logrado perforar la capa de prejuicios en torno a quiénes debían y quiénes no debían incursionar en un género en el que históricamente había mayoría de hombres blancos.

Que “Texas Hold ‘Em” debutara en el puesto número uno del chart Hot Country Songs de la revista Billboard provocó todo tipo de reacciones, que se fueron acallando cuando el single aterrizó en la cima del Hot 100 de la misma publicación. Por si esto no bastara, ahora Beyoncé dio a conocer “16 Carriages”, otro tema del mismo calibre, con lo que se consolida su giro desde el r&b en el que se sintió tan cómoda hasta ahora, para afianzarse en un espacio musical que hasta no hace mucho aparentaba estar alambrado, pero que ahora está admitiendo visitantes.

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