Palabras que no arreglan nada

Pasó Milei por Córdoba y todos tuvieron lo que buscaban, salvo aquellos que aún no encuentran soluciones

Nacional 27 de mayo de 2024 Javier Boher Javier Boher
2024-05-26-milei-boher

Por Javier Boher
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Mi primer recuerdo de un discurso político es uno de Angeloz. Debe haber sido el año 1995 y me quedó grabado el tono serio que salía de la tele y el ambiente denso que había en mi casa. Alcancé a entender que las cosas estaban mal, por eso la imagen que se me viene a la cabeza es la del entonces gobernador en un entorno lúgubre. Quizás las cadenas nacionales o provinciales eran algo habitual entonces, pero no es eso lo que quedó grabado en la memoria de un niño de menos de 10 años.
Me acuerdo de la renuncia de Chacho Álvarez. No era cadena nacional, pero estábamos viajando a jugar un encuentro a Tucumán. Paramos en Ojo de Agua y algunos nos escapamos a otro lado a hacer las compras. El televisor lo mostraba cuando anunciaba que se bajaba del barco. No presagiaba nada bueno, como se podía notar en las expresiones preocupadas de los parroquianos que se estaban tomando un vino en ese salón oscurecido por las cortinas de lanilla marrón.
2001. Diciembre. Nos fuimos por primera vez solos con amigos a pasar tres días a las sierras, con la suerte de que llegamos el 18. Sin tele -y por herencia paterna- la radio estaba prendida. Escuchaba sobre los disturbios y los saqueos. Hablaba por teléfono a casa a ver si todo estaba bien, que se rumoreaba que venía estado de sitio. La noche del 19 nos fueron a buscar porque se había confirmado la medida. El 20 estaba entrenando con la radio de fondo cuando escuché que Sé la Rúa se iba en helicóptero.
Por suerte el 25 de Mayo de 2003 Néstor Kirchner dio el mejor discurso político en años, llevando esperanza a un país devastado. Me acuerdo que fue el primer discurso al que presté atención. Todavía no podía votar, pero ya entendía un poco más de qué se trataba la cosa. Tres días escuchaba la radio mientras esperaba en mi Fiat 600 y escuché que había viajado a dar su apoyo a Gildo Insfrán para la reforma de la constitución formoseña. Me pareció raro y un poco trucho.
En 2008 llegó la crisis de la 125 y cada discurso era para redoblar la apuesta. El día que Cristina llenó la plaza para asegurar que no iba a dar marcha atrás fue el punto final a mi relación con los discursos de políticos. Ese día me enojé, insulté y hasta me agarró fiebre. No podía entender la falta de grandeza de los políticos. Nunca en esos trece años escuché una buena noticia en ninguno de ellos, o tal vez sí, pero era desmentida a los pocos días. Con el tiempo entendí que esos momentos sacan lo peor de los dirigentes, que quieren congraciarse con las masas diciéndoles lo que quieren oír.
"Imaginate que sos Perón", me dijo un día mi papá. "Salís al balcón y tenés 500.000 tipos en la calle cantando tu nombre. La próxima vez querés que sea un millón, no podés aguantar que haya 200. Por eso los políticos prometen". Ahí entendí por qué los discursos no son tan importantes.
El acto del presidente en el Luna Park sirvió de previa para lo que fue el discurso en Córdoba. Miles de personas fueron con la esperanza de escucharlo cantar. El sábado anduve paseando por el pueblo, viendo los festejos patrios que valen la pena, lejos de las multitudes partidarias y cerca de los vecinos que uno se cruza todos los días.
"¿Estás escuchando el discurso?","¿Viste cómo silbaron a Llaryora?","¡Cómo lo aplaudieron a Caputo!", y frases por el estilo me llegaban mientras yo peleaba contra el frío juntando leña para la salamandra. 
Sistemáticamente, desde hace años la cosa funciona igual. Oficialistas y opositores hacen sus recortes de lo que se dijo y que refuerza sus puntos de vista. Luego sale el otro bando a refutar y de alguna manera se termina balanceando la cosa. En el medio uno se divierte con memes y ocurrencias de internautas cansados de la solemnidad de la política que prefieren reírse del fervor con el que la militancia vive los actos, sean propios o ajenos. 
"¡Tenés para hacer dulce con el discurso!", fue otra de las frases, lo que me hizo pensar en esta nota. En seis meses de gobierno Milei tiene la suerte de que el peronismo está dividido y sin plata, pero no ha podido conseguir una sola ley. Apenas si tiene un DNU que no aplica por completo y un rechazo más o menos grande a la posibilidad de que insista con largar otros o que haga plebiscitos para presionar al Congreso.
Nuestro sistema político es republicano y tiene tres poderes de gobierno. Ningún presidente tiene el poder para anunciar algo en un discurso y que eso se convierta en una medida real, con un impacto directo en la vida de la gente. Quizás puede retocar un decreto reglamentario o una decisión administrativa, pero no mucho más. Las leyes y los regímenes que regulan todas las áreas del Estado necesitan pasar por poderes que el presidente hoy no controla. Eso es lo bueno de ser ciudadanos en una democracia y no súbditos en una monarquía, algo que algunos con vocación de siervos no terminan de entender.
Milei tuvo su circo en Córdoba, volvió a hacer su número y sus feligreses lo acompañaron. Hubo gente que se acercó al acto solamente por la curiosidad de ver al tipo disruptivo que hace política de otra forma. Hubo otros que se acercaron a chocar con la policía para tratar de vender ese relato de que este gobierno sólo cierra con represión. Cada uno vivió el acto desde su trinchera, tirándole a sus enemigos con todo lo que tenían. Otros nos quedamos tomando mate sin hacernos mala sangre, porque nunca un discurso nos resolvió nada. 
 

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