Un triunfador sin flaquezas
Es sobre la competitividad extrema en la Fórmula 1 que carga las tintas “Senna”, la miniserie de Netflix que recrea desde la ficción la biografía del malogrado piloto brasileño, quien alcanzó a cosechar tres títulos mundiales entre los ochenta y los noventa, hasta que falleció en un accidente en 1994.
J.C. Maraddón
Tal como sucede en el fútbol con los fanatismos repentinos y temporarios de quienes se interesan en ese deporte solamente durante la disputa de la Copa del Mundo, es de suponer que a los seguidores incondicionales del automovilismo no les debe simpatizar mucho ese segmento de la población que restringe su atención apenas a la Fórmula 1. Peor aún les deben caer aquellos que acotan su acercamiento hacia las alternativas de esas competencias a la participación de algún piloto argentino en la categoría, acontecimiento que ocurre con escasísima frecuencia; y menos todavía que un compatriota tenga chances de ganar una carrera.
El fenómeno que se disparó a partir de la inclusión de Franco Colapinto al comando de un Williams en las últimas nueve fechas del campeonato de Fórmula 1 del año pasado, después de largos años de abstinencia de deportistas locales en ese nivel competitivo, fue tan desproporcionado como previsible. La necesidad de muchos de canalizar sus propias frustraciones en el inminente éxito de este joven corredor, se expresó en esas muestras de un fervor incontenible por su figura, que desde un prudente anonimato creció hasta el borde del endiosamiento, sin calibrar las posibilidades reales que tenía de satisfacer semejantes demandas.
Algunas performances no tan felices sobre el final del año, parecieron empañar el futuro auspicioso que todos le auguraban y su continuidad en la alta competencia quedó en duda porque, al parecer, ninguna escudería lo consideraba dentro de sus planes. Una providencial oferta de Alpine, justo cuando ya se agotaban las esperanzas, situó a Colapinto como piloto de pruebas de esa marca, puesto que parece un premio consuelo para alguien que por aquí era venerado como un fuera de serie, aunque sea una posición expectante nada despreciable para un muchacho de apenas 21 años que todavía tiene mucho por demostrar en las pistas.
Sin embargo, el foco de la “Colapintomanía” está puesto ahora en el desempeño de Jack Doohan, el también jovencísimo australiano que ocupará la segunda máquina de Alpine y que, según los especialistas, habría firmado un contrato en el que se especifica que su permanencia depende del rendimiento que tenga en las primeras carreras. Es decir, los admiradores del crédito de Pilar, que a esta altura se cuentan por millones, estarán durante la primera parte del año deseando que Doohan le vaya muy mal, para que su butaca quede vacante y entonces sea Colapinto el encargado natural de ocuparla.
Es sobre esa competitividad extrema en la Fórmula 1 que carga las tintas “Senna”, la miniserie de Netflix que recrea desde la ficción la biografía del malogrado piloto brasileño, quien alcanzó a cosechar tres títulos mundiales entre los ochenta y los noventa. Fallecido en un accidente en el circuito italiano de Imola el 1 de mayo de 1994, cuando contaba con tan solo 34 años, se transformó inmediatamente en una leyenda y es objeto de adoración en su país natal y de respeto por sus colegas de entonces y por quienes en la actualidad se suben a uno de esos bólidos tras el sueño de llegar a lo más alto del podio.
Aunque coproducida por Senna Brands y respaldada por su familia, esta realización de seis episodios dista de ser condescendiente en cuanto a la vocación de gloria de este volante, que no trepidaba en desafiar las órdenes de sus superiores y de forzar al máximo las maniobras de sobrepaso, con tal de conseguir la victoria. Que se le otorgue un espacio mínimo al episodio de 1992 en que Senna le salvó la vida a Erik Comas, cuando tras un choque el francés quedó atrapado en su habitáculo, explicita la intención de mostrarlo como un triunfador sin “flaquezas”.
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