Cultura Por: J.C. Maraddón18 de febrero de 2025

Pecado de ambigüedad

Disponible en la grilla de la plataforma Mubi, “La chica de la aguja” es una coproducción entre Dinamarca, Polonia y Suecia, dirigida por Magnus von Horn en blanco y negro, que competirá como una de las aspirantes a consagrarse en los Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional.

J.C. Maraddón

Tanto en el cine arte como en las producciones destinadas simplemente a entretener, cabe la posibilidad de que las películas se remitan a narrar una historia, con mayores o menores aditamentos de carácter técnico, estético o actoral, pero al fin y al cabo contarnos algo que sucede en la ficción (o que ocurrió en la realidad). En este caso, la astucia de los directores y guionistas consiste en salpicar ese relato de elementos que lo hagan atractivo para el espectador, aunque en el caso del cine de autor más bien la preocupación esté puesta en dotar a la obra de un toque distinto para su lucimiento.

Pero también en ambas ramas de la industria aparecen largometrajes que, de modo directo o soterrado, lo que buscan es transmitir un mensaje y que este sea asimilado por el espectador, quien a partir de esa revelación tal vez recapacite sobre sus propias opiniones o las reafirme. Durante cierta época, parecía un imperativo que los cineastas manifestaran en sus realizaciones algo con respecto a determinada temática, so pena de ser catalogados como tibios. Comedias, dramas y hasta filmes de acción o de terror han sido soportes de estas perspectivas que se proponían catequizar al público.

No necesariamente esos lineamientos alojados en una cinta tenían que ver con la política, pero sí con los diversos modos de ver una cuestión polémica, sobre la que se deja en claro cuál es la mirada que se impone el responsable de esa pieza audiovisual. Asuntos relacionados con la religión, la sexualidad o la psicología han sido abordados bajo esa premisa de no dejar que quien observa saque sus propias conclusiones, sino más bien condicionarlo para que se pliegue a lo que señala aquel que se ha tomado el trabajo de llevar a la pantalla un producto con algo por decir.

No obstante, a veces detrás de los pliegues de una película ambiciosa e intrincada, ese corolario resigna claridad y se torna ambiguo, porque no admite una interpretación unívoca. Puede ser que este haya sido justamente el propósito del director, o puede ocurrir que cometa un error en su manera de trasladar a la acción lo que quería sugerir y que por lo tanto al salir de la sala las personas se reconozcan más desorientadas que cuando entraron, alarmadas por una duda acerca de hacia dónde el filme pretendía llevar su parecer, en torno al ítem sobre el que discurre el argumento.

Algo así acontece con “La chica de la aguja”, una coproducción entre Dinamarca, Polonia y Suecia, dirigida por Magnus von Horn en blanco y negro, que es una de las aspirantes a consagrarse en los Oscar como Mejor Película Internacional. Disponible en la grilla de la plataforma Mubi, está ambientada en los arrabales de la ciudad de Copenhague en 1919, donde una joven operaria de la industria textil se ve sometida a los rigores de una vida en paupérrimas condiciones, a la espera de un marido que no ha regresado luego del epílogo de la Primera Guerra Mundial.

Sobre las miserias que acosan a esa mujer se explayará esta fábula que navega entre tramos esperanzadores y pasajes macabros, siempre iluminados por la actuación de Vic Carmen Sonne, quien transmite la fuerza de aquel que entrega todo en aras de la supervivencia. Ahora bien, faltaría saber qué quiso señalarnos von Horn acerca de los embarazos no deseados, una espinosa temática que atraviesa los momentos de mayor tensión en la película y sobre la que en los minutos finales se sugieren lecturas divergentes, algo que no sucedió en la vida real en el hecho aquí reflejado, un crimen sobre el que recayó una condena implacable.

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