Por Javier Boher
Cuando se definió la suspensión de las PASO hubo mucha gente que festejó la medida, todos bajo el pretexto de que hay que bajar el costo de organizar las elecciones. La semana pasada se conoció quiénes competirán en las elecciones porteñas para la legislatura, con 16 listas peleando por 30 lugares. No es tan importante quiénes componen las listas, porque en Córdoba estamos lejos, pero sí nos viene bien prestar atención a algunas otras cuestiones.
Lo primero es la fragmentación. Un poco viene bien, demasiada es un problema. Aunque es común que en elecciones de medio término aumente la cantidad de partidos, ahora se suma la explosión de los dos grandes frentes electorales que se disputaron el poder durante una década. Hay cuatro por lo que fue Juntos por el Cambio y tres por el peronismo. Los libertarios no son menos y llevan dos listas, mientras que la izquierda lleva tres. Después, sellos que pendulan de una a otra alianza de elección a elección.
La caída del régimen que reguló la competencia política está clara, pero todavía no se puede saber qué va a emerger, ni cuánto peso van a tener los distintos espacios ideológicos. En estas opciones que van a participar en CABA, hay gente que apuesta a sostener un espacio o un nombre (como Larreta) y hay otros que apuestan a armar una base para dentro de dos años (como los radicales de Lousteau). Nunca hay que olvidarse de que ganar no necesariamente es salir primero, sino alcanzar una banca más onun bloque necesario para que los grandes aprueben proyectos. Cada batalla es distinta, por eso también se multiplican los sellos.
Otra cuestión para monitorear es cuánto del voto es ideológico, cuánto emocional y cuánto de despolitización. Cada uno apuesta a una fórmula distinta, esperando que haya gente que vote según lo que dice un partido, según un enojo particular o según el desinterés en la política. Las distintas listas que representan más o menos las mismas opciones (kirchnerismo, libertarismo y JxC) presentan un menú de opciones que varían en esas tres dimensiones, lo que permitirá definir más o menos cuál va a ser el perfil de la competencia a futuro de acuerdo a la demanda ciudadana.
En las PASO 2023, el triunfo de Bullrich sobre Larreta o el de Massa sobre Grabois dejaron en claro que el giro a la derecha era inevitable, pero también que las formas moderadas no iban a ningún lado. El triunfo de Milei marcaba que la Argentina encaraba una nueva etapa.
Finalmente, hay gente que cree que una vez que se definan esas tendencias el sistema va a superar esta dispersión y se concentrarán las opciones, algo incomorobable e improbable a partir del diseño institucional argentino, donde los incentivos están puestos en multiplicar las opciones y representar nichos antes que en integrar partidos o conformar alianzas más amplias.
Durante más de 10 años las PASO han sido un factor ordenador de la oferta electoral, favoreciendo la competencia real y emparejando el poder institucional de los distintos bloques. Su suspensión fue festejada por los que ganarían su pelea y alcanzarían sus objetivos en una interna concurrente con una elección general. Hay muchas expectativas puestas en una elección legislativa menor en un distrito donde el electorado es muy diferente a los de la mayor parte del país. Lo más importante es que ayudará a perfilar cómo serán nuestros próximos años y las estrategias por las que apostarán los protagonistas.