Cultura Por: J.C. Maraddón04 de abril de 2025

De la banda sonora de los noventa

A 35 años de sus inicios en Rosario, sorprende ver inscripto el nombre de Vilma Palma e Vampiros en la grilla del Quilmes Rock que se realizará este fin de semana en Tecnópolis, donde participarán de la jornada de mañana, en la que los números principales son Dillom, Las Pelotas y Andrés Calamaro.

J.C. Maraddón

Así como en los años setenta el rock argentino procuraba mantenerse fiel a su tradición y sólo se permitía fusionarse con ciertas expresiones del jazz, el tango y el folklore, en los años ochenta cundió el desprejuicio y esas fronteras se expandieron hasta abrazar géneros de los que antes procuraba alejarse. Hacia finales de esa década, ya se habían consumado alianzas impensadas hasta entonces, como las que propiciaban algunos intérpretes afines al reggae y al ska, que coqueteaban con la murga y la cumbia, estilos destinados al baile que difícilmente hubiesen sido tenidos en cuenta por los puristas del rocanrol.

Al despuntar los noventa, en aquella Argentina menemista de la pizza con champán, esa inclinación rockera por abrazar géneros más populares no hizo sino acentuarse, hasta el punto que algunas de sus formaciones terminaron confundidas en el furor bailantero. Cuando las cosas llegaron a ese extremo, no tardaron en aparecer las voces críticas que señalaban un exceso en esas desviaciones, pero como muchos de los se atrevían a seguir ese rumbo cosechaban el éxito y la fama, poco les importaba lo que pudiesen tener para decir quienes se paraban desde el púlpito de la identidad rockera local nacida en los sesenta.

Tras haber compartido con Fito Páez la formación del grupo rosarino Staff en 1981 y de haberse integrado luego a la banda new wave Identi-Kit (con la que actuó en el Chateau Rock en 1987), Mario “Pájaro” Gómez abandonó su puesto de baterista para desempeñarse como cantante de Vilma Palma e Vampiros. En 1990 dieron sus primeros conciertos en Rosario y existen testimonios de que ya en esos inicios tocaban un tema llamado “La pachanga” que, si bien no iba a entrar dentro del radar de los gustos del rockero promedio, poseía un estribillo y una rítmica que no podía fallar en el resto del público.

Su debut discográfico, en 1991, resultó consagratorio y su participación era requerida en cualquier ámbito donde se impusiera la voluntad de divertirse, en especial gracias a la difusión descomunal de la gozó “La pachanga” en radios y discotecas del país y del exterior. La pertenencia de Vilma Palma a una vertiente musical exógena al movimiento rockero, se manifestó con cierta violencia en la edición 1992 del Festival de La Falda, donde la agrupación del “Pájaro” Gómez sufrió los abucheos del público, en una noche que ofrecía como cierre la actuación de Luis Alberto Spinetta.

A pesar de ese desliz, la banda rosarina disfrutó de al menos una década de bonanza, con una catarata de hits que se acomodaban dentro de una onda fiestera como la que triunfaba en el panorama nacional de esos años. Una división de aguas en 2001 no impidió que la carrera del grupo se prolongase, con algunos intervalos, hasta la actualidad, cuando suelen ser protagonistas de eventos en los que predomina la nostalgia por aquel periodo noventoso en que la brújula del rock hecho en Argentina torció su norte y algunos de sus cultores optaron por probar otras variantes sonoras.

A 35 años de sus inicios, sorprende ver inscripto el nombre de Vilma Palma e Vampiros en la grilla del Quilmes Rock que se realizará este fin de semana en Tecnópolis, donde participarán de la jornada de mañana, en la que los números principales son Dillom, Miranda! Las Pelotas y Andrés Calamaro. Quizás una multitud mucho más tolerante y distendida que la de aquel festival en La Falda reaccione de otra manera ante la propuesta del “Pájaro” Gómez y los suyos, que contra todos los pronósticos se han transformado para muchos en la banda sonora de los mejores años de sus vidas. 

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