La música country como reserva moral
En los Estados Unidos, muchos ya califican a “Rich Men North Of Richmond” como el tema del verano y colocan a su intérprete, Oliver Anthony, como una auténtica revelación discográfica, después de que la canción debutó en el puesto número uno del Hot 100 dela revista Billboard.
J.C. Maraddón
En Estados Unidos, desde los primeros días de agosto una canción ha crecido en reproducciones en todas las plataformas hasta volverse viral y llegar a la cima en las listas que relevan la performance de los artistas en ese entorno virtual. Muchos ya califican a “Rich Men North Of Richmond” como el tema del verano y colocan a su intérprete, Oliver Anthony, como una auténtica revelación discográfica. Pero lo más extraño es que no se trata de una composición pop ni de un hit que se aferre a ritmos de moda: se trata de una pieza enraizada en el estilo country.
Como tantos otros temas de ese género, el correspondiente videoclip que ya tiene 30 millones de reproducciones en YouTube nos presenta a un joven de tupida barba pelirroja entonando sus versos munido de una guitarra. Ahora bien, no puede dejar de llamarnos la atención que el fenómeno se haya montado sobre una grabación casera hecha con una sola cámara, en un entorno campestre, y que el disparador del éxito haya sido una producción independiente, sin el respaldo de ninguna discográfica, lanzada por un músico del que apenas se sabe que tiene entre 29 y 31 años y que vive en una casa rodante.
¿Cuál es el secreto de este suceso que protagoniza un hombre común al que en la zona de Virginia se lo conocía por haberse fracturado el cráneo trabajando en una fábrica de papel? Tal vez haya que buscar las razones en la letra de “Rich Men North Of Richmond”, que ha despertado adhesiones varias en distintas figuras del ámbito de la política y del entretenimiento, como el fiscal general Jason Miyares, el cantautor John Rich, el controvertido podcaster Joe Rogan y el columnista político Matt Walsh, conocido por su defensa a ultranza de las ideas conservadoras y por sus simpatías hacia Donald Trump.
En esa pieza que le ha deparado una popularidad inmediata, Oliver Anthony se despacha contra los “burócratas” del gobierno que ignoran la situación de la gente común y “sólo quieren tener el control total”. Además, dispara contra el cobro desmedido de impuestos, contra la clase política que ha sido cómplice de las actividades de trata de mujeres de Jeffrey Epstein y contra las “personas gordas que cobran la seguridad social”. En un lenguaje llano, sin metáforas ni otras figuras retóricas, Anthony sintoniza en el tono de la música de protesta, pero lo hace desde una perspectiva ideológica opuesta a la de los trovadores de los sesenta.
“Vendo mi alma, trabajo todo el día, hago horas extras por una paga de mierda”, dice el estribillo de “Rich Men North Of Richmond”, que bien podría ser repetido por millones de ciudadanos argentinos, algunos de los cuales decidieron votar al partido que obtuvo el mayor porcentaje de las preferencias en las PASO. Lo insólito es que esta voz desencantada y escéptica no emerge desde un país del Tercer Mundo acosado por la pobreza, sino de una de las mayores potencias mundiales, cuyo modelo de economía defienden quienes aquí corean el “que se vayan todos”.
Descalificado por la prensa musical a raíz de la precaria calidad de su obra, a la que ciertos expertos tildaron de “espantosa”, Oliver Anthony destaca no tanto por su aporte artístico sino como un síntoma de los tiempos que corren a escala global. En julio, un veterano del country, Jason Aldean, había desatado una polémica en redes con su tema "Try That In A Small Town", donde instaba a reponer los valores de la “América rural”. Que “Rich Men North Of Richmond” haya debutado ahora en el puesto número uno del Hot 100 de Billboard no es un dato menor en ese contexto.
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