Llaryora-Milei: vínculo stand by y promesa de buena convivencia
Afirman en el entorno del gobernador electo que tanto Milei como Massa envían señales con diferentes mensajeros, pero que no hablará con ninguno mientras Schiaretti esté en carrera. Sus vínculos con los amigos y el entorno de Milei y la estrategia del cordobesismo.
Por Bettina Marengo
Dicen los llaryoristas que tanto Javier Milei como Sergio Massa le envían señales al gobernador electo de Córdoba por “diferentes vías”, pero que con el candidato a presidente de la ultra derecha no se conocen personalmente y que con el que viene de Tigre los une una vieja amistad que hoy está desligada de lo político. Martín Llaryora también es amigo del periodista Alejandro Fantino, el padre de la criatura, ironizan y admiten en el entorno del lord mayor, de las épocas en que el entrevistador nacido en Santa Fe estudiaba el secundario en San Francisco, la tierra natal del intendente capitalino. El diputado Garcia Aresca, íntimo del intendente capitalino, integra ese team. Pero aseguran que, por ahora, el creador de Animales Sueltos no está haciendo de puente porque Llaryora no va a hablar con nadie hasta que el gobernador y candidato presidencial Juan Schiaretti no dé por finalizado el proceso electoral nacional, en octubre o en noviembre. Más allá de la conveniente versión, lo cierto es que Milei está muy agradecido con Fantino y Fantino es muy amigo de Llaryora.
Por lo demás, en el Palacio 6 de Julio y su entorno gozan con la rapidísima instalación nacional del sanfrancisqueño como nueva figura del peronismo “republicano” y se jactan de que con una frase dicha en el momento justo (los pituquitos de Recoleta, en el festejo del triunfo en la Capital) logró en diez minutos más que José Manuel de la Sota en años.
Ya se escribió que el llaryorismo viene afirmando que cree muy posible, o desea, que Milei gane en primera vuelta y que se dispone, al menos al inicio de su eventual presidencia, a ser colaborativo con la nueva gestión presidencial, como señal de respeto institucional a las decisiones que tomen los argentinos.
Al diputado de La Libertad Avanza lejos de verlo solo y sin equipo, lo observan rodeado de dirigentes del menemismo de los 90, como Carlos Rodríguez y Roque Fernández, quienes integraron el Ministerio de Economía del expresidente y hoy son equipo económico de Milei. Dirigentes que no le son lejanos al gobernador electo, que tuvo su paso por el menemismo en sus tiempos de armador de Palito Ortega, cuando en 1998 Carlos Menem intentó convertir al tucumano en su candidato presidencial, lugar que luego fue para Eduardo Duhalde. En esa rosca estuvo Massa también. En Córdoba, José Manuel de la Sota estaba en pleno ascenso y Llaryora era miembro de la juventud peronista. El puente con el menemismo fue el entonces intendente de San Francisco Jorge Bucco, que llegó a diputado nacional por Córdoba con la venia del “Gallego”. Con los años, Palito Ortega vendría a Córdoba varias veces a cantar a eventos de Llaryora y de De la Sota.
Hoy, Llaryora mantiene su negativa a jugar dentro del PJ nacional con el argumento de mantener a rajatabla su alineamiento con la candidatura presidencial Schiaretti, una forma de prescindencia frente a lo que tanto Milei y Patricia Bullrich como Massa aseguran es “una puja entre dos modelos”. Si hay definiciones en el peronismo cordobés, son en clave local: la orden es ir a atrapar votos a una cantera débil pero jugosa, la de Juntos por el Cambio, y aprovechar la falta de conducción del espacio para reducirlo al punto del desmembre. De Milei, cuyo voto va a nafta, no dicen mucho. El cordobesismo va a festejar el segundo puesto que espera sacar otra vez en octubre en la provincia, y los dos diputados nacionales que llegarán para sumarlo al bloque federal en el Congreso. Con el presidente puesto, el sanfrancisqueño se sentará a hablar y a ofrecer gobernabilidad a cambio de beneficios para Córdoba, aunque los escenarios serían muy distintos. Si Milei llega a la Rosada, Llaryora tendrá la ancha avenida del peronismo nacional despejada para su futuro, con el cristinismo/massismo derrotado por otro. Dicen que es lo que desea. Mientras, aunque aclara que tiene cuatro años de gobierno en Córdoba por delante, va preparando sus asientos en Buenos Aires, donde viven los pituquitos, con envío de gente de su estricta confianza a explorar el territorio. Si Massa se convierte en presidente, en cambio, se abriría otro escenario completamente diferente en el peronismo. Pero como en el otro escenario, el electo mandatario también ofrece gobernabilidad.
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