Boretto en modo armador: la UNC, la campaña y la rosca cordobesa
El rector abrió la Casa de Trejo a todos los candidatos y convirtió a la universidad en un escenario de campaña. Una jugada que mezcla defensa presupuestaria con construcción política, que lo enfrenta a la Casa Rosada y lo acerca a la rosca provincial, donde Schiaretti, Llaryora, De La Sota y lo que queda de la oposición miden cuánto pesa hoy la UNC en la disputa de poder.
Por Francisco López Giorcelli
Jhon Boretto ya no juega al perfil bajo. El rector de la Universidad Nacional de Córdoba decidió que la Casa de Trejo deje de ser un actor expectante para volver a tener un peso político fuerte. Y lo hizo a lo grande: abrió las puertas de la UNC a todos los candidatos que se pasean en campaña, los sentó en su despacho, los hizo posar en fotos y les arrancó promesas de apoyo a la educación pública. Nadie quiere quedar en el lote de los que le dieron la espalda a la universidad, menos en Córdoba, donde la UNC es parte del ADN provincial. El movimiento, claro está, no es inocente. Boretto convirtió a la universidad en escenario de rosca política y él mismo en su anfitrión de lujo.
La estrategia tiene varios niveles. En la superficie, se trata de blindar el presupuesto universitario frente a un Gobierno nacional que hizo del ajuste un dogma. El veto presidencial a la Ley de Financiamiento Universitario dejó en claro que a la Casa Rosada no le tiembla el pulso a la hora de recortar. Boretto, consciente de que las cuentas de la UNC dependen de un presupuesto que se reparte a cuentagotas, decidió exponer a los candidatos cordobeses: si quieren votos en la provincia, primero deben jurar fidelidad a la universidad pública. Es una presión abierta, como la firma de un contrato social que permite exponer a los distintos candidatos.
Pero debajo del discurso académico hay rosca pura. El rector sabe que Córdoba es una provincia donde la UNC pesa en el imaginario político tanto como el clero, el cuarteto o el humor cordobés. Schiaretti lo entendió siempre: cada vez que se enfrentó a la Nación, se cuidó de mostrarse cerca de la universidad. No por amor a la autonomía, sino porque en Córdoba pegarle a la UNC es pegarse un tiro en el pie. Por eso no sorprendió que el exgobernador reapareciera con declaraciones grandilocuentes sobre la necesidad de defender al sistema universitario. Lo hace con naturalidad: el schiarettismo entiende a la UNC como símbolo de cordobesismo rebelde frente al centralismo porteño.
Martín Llaryora también tomó nota. El gobernador se mueve con prudencia, pero cada vez que puede se muestra alineado con la defensa de la universidad. No solo porque es popular, sino porque es un terreno donde la oposición lo puede incomodar. Si la UNC se planta contra el ajuste y el Gobierno provincial aparece tibio, la crítica cae como un rayo. El peronismo cordobés, que tanto invoca la bandera del federalismo, no se puede dar el lujo de dejar que un rector lo corra por izquierda con el discurso de la educación pública.La oposición (menos LLA, obviamente), por su parte, encontró en la universidad un espacio para intentar sacarse la mochila de la motosierra mileísta. En la UNC se cruzaron radicales, socialistas y hasta sectores del PRO en retirada, todos con la misma cantinela: “defendemos la educación pública”. Boretto les abrió la puerta, los escuchó y los dejó posar para la foto. En ese ida y vuelta, los opositores intentan diferenciarse de un Milei que no oculta su desprecio por las universidades nacionales. La paradoja es que, al hacerlo, terminan reforzando el poder del rector como árbitro de la campaña.
En este juego de ajedrez, Boretto no solo habla de presupuesto: construye poder. Se planta como figura institucional capaz de dialogar con todos y, al mismo tiempo, de poner condiciones. Su gesto recuerda a los viejos tiempos en que la UNC marcaba la agenda política de Córdoba, cuando el reformismo estudiantil condicionaba gobiernos y la universidad era sinónimo de rebeldía. Claro que los tiempos cambiaron y hoy la rosca se juega en oficinas con aire acondicionado, pero el trasfondo es el mismo: la UNC vuelve a ser actor político de peso.
El riesgo es que la jugada se vuelva en su contra. Si la universidad queda demasiado identificada con ciertos sectores, puede perder el aura de neutralidad que siempre reivindica. Además, el Gobierno nacional puede interpretar el despliegue como una provocación y ajustar aún más la soga presupuestaria. No sería la primera vez que la Casa Rosada castigue a Córdoba por mostrarse demasiado desafiante. Y la UNC, por más épica reformista que despliegue, sigue dependiendo de partidas que se firman en Buenos Aires.
Lo cierto es que, en el corto plazo, Boretto logró lo que quería: centralidad política. Hoy, ningún candidato cordobés puede esquivar la UNC. Schiaretti se muestra como defensor de la universidad porque lo necesita para mantener vigencia. Llaryora la abraza para blindarse frente a la oposición. Y la propia oposición corre a la Casa de Trejo para sacarse de encima la sombra de Milei. Todos, en definitiva, giran alrededor de un rector que entendió que la universidad es más que aulas y bibliotecas: es un capital político de enorme valor en Córdoba.
En tiempos de promesas fáciles y de discursos que se evaporan al ritmo de la inflación, habrá que ver si este desfile de compromisos se traduce en políticas concretas o si la universidad termina usada como escenografía de campaña. Por ahora, Boretto sonríe y deja que los candidatos pasen, se sienten, hablen y se saquen la foto que puede volverse una factura en el futuro. Mientras tanto, disfruta de haber devuelto a la UNC a su lugar histórico: el centro de la política cordobesa, donde se reparten bendiciones, compromisos y charlas con aroma a café universitario.
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