Convivencia (forzada) de pasado y presente

J.C. Maraddón

El fenómeno del streaming como un soporte audiovisual que pelea por ser el favorito del público argentino, ha significado un cambio contundente en la industria del entretenimiento, que desde hace largas décadas contaba con la televisión, la radio y el cine para esos menesteres. La revolución planteada por internet en los años noventa y el desarrollo de la red social YouTube (entre otras) unos veinte años atrás, pusieron patas para arriba ese panorama que parecía inamovible y que, ante las circunstancias actuales, ve tambalear ese predominio, aunque se defiende con uñas y dientes de la embestida del circuito virtual.

No en vano Hollywood ha debido enfrentarse con las plataformas online para sostener en pie la industria cinematográfica, que contra viento y marea pretende fomentar la proyección de películas en salas, a pesar de que los usuarios de Netflix, HBO Max, Apple TV y todas las demás están dispuestos a pagar un canon para ver esos filmes desde la comodidad de su casa. Si las grandes productoras tuvieron que arribar a un acuerdo con los nuevos gigantes dentro del negocio para no quedarse afuera, las expectativas para las corporaciones mediáticas locales comenzaron a pasar más bien por parlamentar que por presentar batalla.

De hecho, también entre nosotros “stremear” se ha vuelto un neologismo muy utilizado en la jerga de la comunicación masiva, a raíz de que cada día son más los que eligen esa vía para difundir contenidos y para consumirlos, en detrimento de la oferta tradicional. Salvo raras excepciones, los canales de TV y las emisoras radiales brindan a su público la alternativa de acceder a su transmisión online, de la misma manera que las majors del cine han aceptado la irreversibilidad del proceso por el cual los estrenos a través de las plataformas son tanto o más frecuentes que los de la pantalla grande.

Pero hay una innovación surgida más allá de la tele y la radiofonía: son los canales específicos de streaming que nacieron como señales exclusivas de la web, que se difunden mediante YouTube o Twitch y que en general son preferidos por el segmento más joven, esos nativos digitales siempre mejor predispuestos a lo que llegue de ese modo. Cuesta poner entonces en la misma categoría la programación de aire que no ha variado tanto en su puesta desde el siglo pasado, y estos novedosos jugadores que se incorporan al esquema con pautas y estéticas propias.

Desde APTRA, la asociación periodística que nuclea a los profesionales de aquellos antiguos mass media, se ha tomado nota de esta situación, porque es una realidad que aparenta haber venido para quedarse… al menos por un tiempo. Y es por eso que se generó la duda acerca de si esas estatuillas que se otorgan una vez al año en la ceremonia de los Martín Fierro a los ciclos y protagonistas de la radio y la TV, no deberían admitir también como destinatarios a quienes animan el mercado del streaming, muchos de los cuales provienen del viejo sistema de comunicación.

Ante lo inevitable, APTRA le ha puesto el cascabel al gato y el próximo 14 de diciembre, en el Centro de Convenciones de la ciudad de Buenos Aires, se realizará la primera edición de los Premios Martín Fierro de Streaming, cuyas nominaciones se dieron a conocer a fines de octubre. Es el reconocimiento al lugar que se han ganado los streamers entre las grandes audiencias, a pesar de que la convivencia entre ambas galaxias mediáticas no posea todavía la fluidez que requiere este vertiginoso presente que vivimos. Que la transmisión de la ceremonia la compartan Olga y Telefé, no deja de ser un buen augurio.