La encrucijada del segundo disco
Desde el viernes pasado, en las plataformas de streaming está disponible “GUTS”, el nuevo álbum de la cantante Olivia Rodrigo, que allí hace explícita su duda entre retomar la fórmula que le rindió a pleno en su anterior apuesta discográfica, o explorar otros territorios sonoros.
J.C. Maraddón
En aquel año 2021 en que el mundo aún no sabía hasta cuándo la pandemia del coronavirus prolongaría la incertidumbre sobre el futuro de la humanidad, hubo una novedad musical que deslumbró a todos y que generó grandes expectativas porque su protagonista era Olivia Rodrigo, una chica de apenas 18 años. Conocida por haber actuado en el regreso de la serie “High School Musical” en 2019, esta californiana de ascendencia filipina debutó en la música con el single “Drivers License”, que fue un éxito instantáneo hace un par de años e ingresó directamente en el puesto más alto del Hot 100 de la revista Billboard.
Algunos meses después apareció su primer disco, “Sour”, donde figuraban otros temas de alta rotación como “Deja Vu” y “Good 4 U”, que confirmaban que el suceso inicial no respondía a un golpe de suerte sino a la irrupción de una artista de fuste. Dispuesta a defender de entrada su libertad creativa, ella eligió manejarse dentro de un estilo indie, a pesar de que su salto a la fama se había dado a través de una producción de la compañía Disney. Lo cierto es que la crítica la adoró y las ventas certificaron que había nacido una nueva estrella.
Al año siguiente, fue una de las principales triunfadoras en la entrega de los premios Grammy, de cuya ceremonia emergió con las estatuillas correspondientes a mejor artista nuevo, mejor álbum vocal de pop y mejor interpretación pop, una cosecha nada menor para una solista que recién se lanzaba como profesional. Como una especie de Alanis Morissette del siglo veintiuno, esta jovencísima intérprete empezó de la mejor manera su trayectoria y dejó la sensación de que era tan sólo una muestra de su talento temprano, al que sobrevendrían futuras obras destinadas a fascinar a todos aquellos que habían coincidido en elogiarla.
Pero claro, antes de obtener el espaldarazo definitivo, iba a tener que atravesar el desafío en el que muchísimos músicos habían fallado: grabar un segundo álbum que estuviese al menos a la altura del primero. La profusión de los “one hit wonder” (bandas de un único hit) se debe, precisamente, a las dificultades que se presentan luego de un comienzo que deja la vara muy alta y que condiciona todo lo que se pueda hacer a continuación. Demasiados nombres prometedores han quedado en el camino por no haber podido refrendar sus logros inaugurales, como para asegurar que en este caso las cosas iban a ser diferentes.
Cuando a finales de junio fue subido a las plataformas de streaming el video de “Vampire”, con una Olivia Rodrigo ensangrentada sobre el escenario de un teatro, todo hizo pensar que la chica había logrado su objetivo y que sus excepcionales condiciones superarían la prueba. El single repitió la proeza de asomar sin escalas en los puestos más altos de los rankings de ventas y dejó más que conforme a la legión de seguidores que ella había cosechado en todo el mundo, además de satisfacer a los especialistas que en su momento tanto habían alabado “Sour”.
Pues bien, desde el viernes pasado ya está disponible su segundo disco, “GUTS”, donde se incluye “Vampire” junto a 11 canciones más. Y es allí donde se hace explícita la duda de Olivia Rodrigo entre retomar la fórmula que le rindió a pleno en su anterior apuesta discográfica, o explorar otros territorios sonoros para no estancarse en una zona de confort a poco de haber principiado su carrera. Dentro de esos márgenes, el álbum permite abrigar esperanzas de que no se trate de apenas de una cantante de moda, pero sólo el tiempo podrá determinar si la apuesta no ha sido en vano.
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