El Oscar tuvo que esperar
La muerte de Héctor Alterio a los 96 años el sábado pasado, nos incita de rememorar aquel logro inédito de la película “La tregua”, en ese mismo 1974 en que el actor protagonizó “Quebracho” y “La Patagonia rebelde”, dos títulos de hondo contenido ideológico que lo pusieron en la mira de la Triple A.
J.C. Maraddón
En un país donde entre 1930 y 1983 se sucedieron sin solución gobiernos democráticos y dictaduras militares, parece mentira que la industria cinematográfica argentina haya crecido y se haya desarrollado, hasta alcanzar una producción notable en cantidad y en calidad. Más allá de los vaivenes políticos y económicos, hubo empresas que apostaron a ese que por entonces era un flamante rubro del entretenimiento, y sostuvieron la tarea de directores, guionistas, actores y técnicos, que a medida que se formaban a través de la experiencia, demostraban que estaban para cosas más exigentes, y hasta en determinado momento exportaban largometrajes al mercado hispanoparlante.
Pasada la mitad del siglo veinte, la factoría hollywoodense se regodeaba con su propia grandilocuencia y veía con ojos de admiración (pero todavía no se animaba a imitar) a ciertos genios del cine europeo que privilegiaban lo artístico por encima del afán de lucro. En 1957 se incorporó a la ceremonia de los Oscar la categoría de Mejor Película Iternacional y a lo largo de las siguientes décadas la estatuilla fue entregada a películas del Viejo Continente, sobre todo italianas, españolas y francesas, sin que el interés por la filmografía del Tercer Mundo llevara al otorgamiento de ninguna distinción a realizaciones de ese origen.
Sin embargo, varias producciones mexicanas habían logrado al menos ser nominadas, aunque hasta entrados los años setenta ni una cinta de nuestro cine nacional había llegado a esa instancia, a pesar de que algunas de las estrenadas en ese periodo tal vez hubieran merecido tal suerte. Es probable que esa lotería que se daba en el manejo del poder en aquella Argentina, conspirase contra la posibilidad de establecer criterios de trabajo perdurables y formar equipos consolidados que se preparasen para dar el gran salto. Sin embargo, la percepción era que la chance estaba al caer.
Y la ocasión se dio en 1974, cuando un actor fetiche de Leopoldo Torre Nilsson, Sergio Renán, decidió lanzarse como director cinematográfico con la adaptación de una novela publicada en 1960 por el escritor uruguayo Mario Benedetti, sobre la que el propio Renán escribió el guion en colaboración con Aída Bortnik. Protagonizada por Héctor Alterio, Ana María Picchio y un elenco de grandes figuras, “La tregua” narraba una historia de amor de honda tristeza que conmovió al público: luego de un debut en pocas salas y con escasas expectativas, se transformó en un fenómeno de taquilla.
Enorme fue la sorpresa por aquí cuando a comienzos de 1975, la Academia estadounidense la nominó entre las candidatas a mejor Película Internacional, algo que no había sucedido nunca antes en el cine nacional. En medio de un panorama oscuro, que decantaría en marzo de 1976 en la instalación de una sangrienta dictadura, la noticia de que empezábamos a jugar en las ligas mayores del negocio audiovisual cayó como un bálsamo sobre la colonia artística local, incrédula ante ese reconocimiento que significaba un empujón impensado para ese grupo de entusiastas que habían participado del proyecto de Renán casi a pulmón.
La muerte de Héctor Alterio a los 96 años, nos incita de rememorar aquel logro inédito de “La tregua”, en ese mismo 1974 en que el actor estelarizó “Quebracho” y “La Patagonia rebelde”, dos títulos de alto contenido ideológico que lo pusieron en la mira de la Triple A. Las amenazas que recibió mientras rodaba en España “Cría cuervos” de Carlos Saura, lo obligaron a exiliarse en la península Ibérica, donde fue habitual verlo en filmes del prolífico rebrote artístico del posfranquismo. El retorno a la democracia en Argentina lo devolvió a la escena autóctona y en 1986 iba a ser partícipe de la hazaña del Oscar para “La historia oficial”.
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