Apagar para encenderse
Bob Dylan, el cantautor estadounidense de 82 años, ha contratado en su gira por España los servicios de la empresa Yondr, que se encarga de precintar los teléfonos de las personas que ingresan al show para que esos aparatos no puedan ser utilizados durante el espectáculo.
Las mejoras permanentes en la amplificación de sonido fueron posibilitando, en la segunda mitad del siglo pasado, que se pudieran realizar recitales en grandes estadios, aunque en aquel entonces las chances de ver y escuchar correctamente a los artistas desde cierta distancia eran casi nulas. Parece increíble que eventos tan comunes en estos tiempos como los conciertos masivos al aire libre, posean una historia que se remonta tan solo algunas décadas atrás, aunque el formato actual con la potencia sonora, la calidad lumínica, la utilización de pantallas y otros avances, es todavía mucho más reducido en cuanto al periodo que lleva de vigencia.
Esos primeros espectáculos realizados en campos deportivos dieron lugar a la aparición de rituales propios del nuevo espacio, como fueron los gritos de histeria de las fans, que dificultaban aún más la escucha de lo que se propalaba desde el escenario. Este fue precisamente uno de los motivos por los cuales los Beatles abandonaron las presentaciones en directo, porque el griterío no los dejaba apreciar ni siquiera su propio retorno, además de las innovaciones que estaban descubriendo en su trabajo en estudio que eran imposibles de reproducir cuando se disponían a tocar esas canciones ante un auditorio multitudinario.
Los cientos de miles de espectadores que asistieron a la convocatoria del festival de Woodstock tampoco gozaron de comodidades básicas en el predio, donde no fue para nada sencillo atender a lo que interpretaban los músicos. Se trataba más bien de un encuentro de jóvenes que compartían los ideales enarbolados por la contracultura, y el rock era más bien una excusa para reunirse. Allí se popularizó otro rito que persiste hasta el presente: para contrarrestar las inclemencias del tiempo, se entonó allí un cántico colectivo destinado a conjurar la persistencia de la lluvia, una especie de himno sin letra que pasó a ser un código propio de la comunidad rockera.
Y lo que en determinado momento irrumpió como una señal de complacencia de la gente, que era prender un encendedor para aprobar una canción melódica, devino luego en activar la luz de la pantalla de los teléfonos, cuando esos aparatos pasaron a desempeñar roles que iban mucho más allá de efectuar una llamada. Estos equipos ultramodernos también le daban a los fans la oportunidad de filmar los shows, de sacar fotos y de postear eso de inmediato en las redes sociales, lo que llevó a que los ídolos tuviesen a su frente a un mar de brazos que sostenían los respectivos smartphones.
Bob Dylan, quien a los 82 años ha atravesado todas estas etapas de la realización de presentaciones multitudinarias, ha contratado para su gira por España los servicios de la empresa Yondr, que se encarga de precintar los teléfonos de las personas que ingresan al concierto para que esos adminículos no puedan ser utilizados durante el espectáculo. Aunque esto ya ha sucedido en otros recitales, esta vez se pondrá a prueba un sistema mucho más estricto, con la idea de que se pueda gozar de la performance de Dylan sin ninguna clase de interferencias.
Sin duda, la medida no deja de ser osada, al proponer que se vuelva el reloj hacia atrás, para recuperar costumbres de consumo musical que ya habían sido olvidadas, a partir de que esta tecnología de comunicación invadió nuestra vida cotidiana, incluyendo la manera en que participamos de las experiencias artísticas. En este caso, por tratarse de una leyenda viva, se supone que la mayoría de quienes compran entradas para las funciones de su gira es gente mayor, que no opondrá resistencia al capricho de Bob Dylan. Muy distinto sería el acatamiento si se tratase de una figura que despierta la admiración de una platea adolescente.
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