Con todo el peso del rock
El martes pasado, la muerte de Ricardo Iorio, quien fuese bajista y vocalista de V8, disparó el recuerdo de su paso por aquella formación y por Hermética y Almafuerte, además de concitar opiniones acerca de su lucha por el metal, como uno de los precursores del género en la Argentina.
J.C. Maraddón
La canción que quedó como leit motiv del festival BARock en su edición de 1982 fue sin dudas “Toda la noche hasta que salga el sol” del grupo Orions, que fue coreada por el público en la finalización de la primera jornada del evento, incluso mucho después de que el tema sonara sobre el escenario del club Obras Sanitarias. No sólo se trataba de una pieza que atrasaba con respecto a lo que se escuchaba en el resto del mundo en esa época, sino que además era un flagrante (y no confesado) cover del tema “Drift Away”, grabado por artistas de rock y de soul a comienzos de los setenta.
Si tenemos en cuenta cómo pegó esa versión en la gente que asistió esa tarde al evento, podremos entender por qué todos resultaron shockeados ante la actuación de la banda V8, que tocó más temprano ese mismo día y que sacudió a la multitud con una alta dosis de un heavy metal que nunca se había escuchado antes por aquí. Enfundados en camperas de cuero y con un nivel de distorsión al que ni siquiera Riff se había atrevido hasta entonces, abrieron una senda novedosa para el ámbito local por la que no muchos colegas se animarían a incursionar.
Y es que desde el golpe de estado de 1976 no había sido sencillo prestar oídos a las nuevas tendencias que predominaban en el hemisferio norte, por lo que el rock argentino se había congelado en los estilos tributarios del folk, de la fusión, del blues y de lo sinfónico, que habían reinado en el mundo hasta la imposición de la dictadura. Poco era el material que se recibía por aquí del punk, de la new wave y de la evolución de la corriente metálica que había llevado a una mayor aspereza en las letras y la instrumentación.
Recién cuando los jóvenes comenzasen a tomar conciencia de lo que estaba pasando afuera con eso que aquí todavía era conocido como rock pesado, iba a ser dimensionada con mayor precisión la propuesta de V8, que no podía ser comprendida por esa audiencia hippie que había asistido al festival BARock. Lamentablemente, algunos de los fans del grupo iban a canalizar sus frustraciones a través de esa vía y así fue como se generalizó el desprecio por los seguidores de la música heavy, a los que se sindicaba como promotores de la violencia y, por ende, se los mantenía al margen.
El martes pasado, la muerte de Ricardo Iorio, quien fuese bajista y vocalista de V8, disparó el recuerdo de su paso por aquella formación y por Hermética y Almafuerte, además de concitar opiniones acerca de su lucha por el metal, como uno de los precursores del género en la Argentina. Y también, por supuesto, se citaron sus controvertidas opiniones y actitudes extramusicales, muchas veces teñidas de antisemitismo, que terminaron opacando lo que se ha consensuado como un valorable intento de procrear una variante autóctona de una corriente musical anglosajona a la que él dotó de un insólito tinte criollo.
Pero más allá de sus méritos y deméritos, para quienes estuvieron aquella tarde del sábado 6 de octubre de 1982 en la apertura del BARock, la performance de V8 perdura como un momento imborrable en la memoria, debido a lo extraño de esa furiosa incursión dentro de una grilla en la que predominaban artistas muy alejados de tal virulencia. Y aunque “Toda la noche hasta que salga el sol” haya sido el estribillo más coreado, el tiempo se encargaría de darle la razón a Iorio en cuanto a que estaba fundando un espacio divergente con un enorme futuro por delante.
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