No es el 2015
Porque Milei no es Macri, como Massa no es Scioli. Pero, además, porque los factores de aquella elección no se repiten de manera directa con este escenario. Una disputa que se impondrá quien administre mejor el odio y el miedo.
Por Gabriel Silva
No hay ningún punto de comparación entre este escenario de balotaje con el que se produjo hace ocho años y terminó favoreciendo la irrupción de lo que en aquel momento se denominó Cambiemos. Principalmente, porque Javier Milei no es Mauricio Macri, como Sergio Massa no es Daniel Scioli; pero, sobre todo, porque en 2015 la confrontación era entre dos fuerzas democráticas. Una con vertientes peronistas y progresistas; otra representando un sector plural de centroderecha con el radicalismo, la Coalición Cívica, en Córdoba el Frente Cívico, y el PRO con el rol de darle verticalidad a toda esa alianza.
Papel que el espacio amarillo protagonizó también como oposición, forzando tal vez demasiado ese carácter imperativo hacia adentro de la coalición.
Sin embargo, a pesar de estas diferencias en la parte gruesa del trazo, muchos insisten con legítimo entusiasmo en comparar las dos únicas instancias de segunda vuelta que se vivieron en nuestro país. Y en volver a transformar a Córdoba en “el motor del cambio”, como le gustó decir en reiteradas ocasiones al propio Macri.
Aquí, la principal diferencia parte del pretencioso pecado del cordobesismo de creerse clave para torcer una elección nacional. Y el ejemplo de hace ocho años es válido. La elección que depositó a Macri en Balcarce 50 estuvo supeditada fundamentalmente a la victoria de María Eugenia Vidal en provincia de Buenos Aires antes de la segunda vuelta y en el aire triunfalista que arrastró Cambiemos desde agosto en adelante frente a un Scioli que, primero se lo devoró la interna Aníbal Fernández – Julián Domínguez, y luego el propio kirchnerismo duro que decidió replegarse para apostar por la resistencia en lugar de optar por un candidato que nunca causó encanto.
La elección, como todas desde la reforma de la Constitución, se definirá en territorio bonaerense. Por ende, si Cristina Kirchner y Axel Kicillof quieren, Massa estará tranquilo.
Pero hay más. Otra de las diferencias entre aquella ocasión y los comicios de pasado mañana sí tiene como protagonista al peronismo cordobesista. La verticalidad y el juego coordinado entre José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti para apostar por Macri en 2015, que luego se tradujo en el aporte de ministros y funcionarios, tenía la orden concreta de aislar a la dirigencia y militancia local del PJ nacional kirchnerizado. Incluso muchos que trabajan desde hace rato alineados, primero con Alberto F. y luego con Massa, en ese momento no dudaron ni siquiera un minuto en desafiar a los jefes provinciales.
Hoy, la realidad es distinta, tanto para la clase dirigente como para el PJ territorial. Donde nadie ignora, ni siquiera los críticos de Massa, que el tigrense no es kirchnerista y que está a las puertas de salvar al PJ por segunda vez de Alberto F. La anterior, en 2008, cuando la 125 eyectó al actual Presidente de la Jefatura de Gabinete para que desembarcara el hombre con pasado en Anses e intendencia de Tigre.
Del otro lado, la motosierra. Más edulcorado desde su acercamiento a Macri, con una indulgencia impostada, pero el plan macro no se toca. Al contrario. Tal vez por eso, muchos de aquellos radicales, juecistas, lilitos y amarillos que acompañaron en 2015 ayer ni pisaron Nueva Córdoba. La violencia con la que fueron acusados de casta, el embate contra banderas históricas de la UCR como la educación pública o la misma figura de Alfonsín, confrontan con una insoportable neutralidad tan necesaria como especuladora para no chocar contra un electorado que empezaron a perder por goteo.
A todos, la historia los podrá juzgar después del domingo. La motosierra contra el hombre que tiene en la caja de herramientas el juego de llaves completo para ajustar cualquier rosca. El que mejor administre emociones como miedo y gobernabilidad, será el que venga en semanas a Córdoba a negociar gobernabilidad. Para cuando eso ocurra, quien gane ya les habrá tomado el número de la patente a todos.
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