Concejo: Casado amaga con un paso al costado

Por Felipe Osman

Aunque en la superficie todo es calma, y nadie (o casi nadie) se atreve a cuestionar el reparto de roles dentro y fuera del Concejo Deliberante, las segundas y terceras líneas dan cuenta de que, puertas adentro, la tensión es alta, y la incertidumbre lo es más.

Por WhatsApp circulan listados del que sería el gabinete municipal, sin que desde las altas esferas del PJ lo den por falso o por confirmado, y muchos de los que se encuentran en el propio listado tampoco saben, a ciencia cierta, si los lugares que en teoría les están reservados terminarán siendo suyos.

Todos son consientes de que la retórica instalada por La Libertad Avanza durante la campaña electoral ha tocado la fibra del electorado, y ahora las gestiones entrantes están prácticamente condicionadas a recoger el guante y achicar, aunque sea desde lo formal, el tamaño de sus gabinetes. Eso, va de suyo, hace mucho más difícil sostener compromisos que, en algunos casos, se habían trazado no sólo antes de las elecciones nacionales, sino previo al cierre de las listas que compitieron a nivel provincial y municipal, cuando apenas promediaba el 2023.

Uno de esos casos sería el de Diego Casado. No el único. Sino uno de ellos.

En la línea de tiempo que dibuja el concejal, el compromiso de asegurarle un lugar desde donde pudiera construir políticamente a futuro se selló a principios de febrero, algunos días antes de sumarse a la ola de actos de quienes, anotados a la carrera por la Intendencia, se bajaban para manifestar su respaldo a Passerini.

En el medio, Casado recuerda haber tomado iniciativa propia no sólo para defender la gestión, sino también para plantear proyectos que luego fueron tomados por el Ejecutivo, como el ‘narcotest”, o la cesantía automática para empleados municipales que agredieran a vecinos o hicieran destrozos durante sus protestas.

En la faz electoral, dice haber sido quien encontró los mejores argumentos para torcer el eje de la campaña municipal de Juntos por el Cambio, con las acusaciones que partieron en contra de Jesica Rovetto Yapur y Cristian Chesarotti, relacionados con parientes implicados en causas de narcotráfico/narcomenudeo, además de ganar todos los sub-circuitos que quedaron bajo su responsabilidad. De ahí su desencanto.

En un comunicado previo a la sesión preparatoria, Casado ya había manifestado su descontento, y hasta había dejado entreabierta la posibilidad de partir el bloque oficialista. Es más, hasta hay quienes dicen que la nota en la que solicitará constituir un bloque propio ya está redactada. Casado, vale aclarar, lo niega.

Si abre, sin embargo, otra alternativa. Pedir licencia.

En cualquier otro escenario parecería difícil que una licencia pueda ser considerada algo siquiera parecido a una amenaza. Pero en este caso puntual, la cosa cambia.

Es que en el orden de relevo de la lista peronista hay concejales suplentes que la conducción del partido prefiere evitar. Y con las salidas de Juan Domingo Viola y Raúl La Cava hacia el gabinete, no hay margen de error.

El oficialismo tiene una ventaja relativa. El colapso de Juntos por el Cambio a nivel nacional ha traído secuelas en Córdoba. En el Concejo, el bloque PRO aparece balcanizado y podría debutar con tres bancas aisladas. Esa división opositora facilita a Hacemos Unidos no solo la construcción de mayorías, sino también la ampliación del espacio hacia el ansiado “Partido Cordobés”. 

En ese marco, la escisión de una banca podría no ser tan gravosa. Una licencia, por otro lado, plantea una “amenaza” diferente.

En cualquier caso, la sesión del próximo sábado tiene, como único propósito, ofrecer un marco para la asunción del nuevo intendente. Si hay fractura, licencia, o quietud, se sabrá recién la semana siguiente, cuando se dé la próxima sesión. Hasta entonces el clima puede (o no) distenderse.