La gloria en tiempo récord
Desde sus redes sociales, el Duki comunicó a sus fans hace unos días que el próximo 2 de diciembre se dará con el gusto de cantar en el estadio de River Plate, luego de las cuatro funciones que este cantante del género urbano ofreció el año pasado en Vélez Sarsfield.
J.C. Maraddón
Con sólo repasar la historia de muchos de los géneros musicales que luego han sido los más populares, basta para encontrar en sus orígenes la expresión de un rechazo profundo en su contra por parte de quienes detentaban el centro de la escena en ese momento. Casi siempre, los cuestionamientos tenían que ver con juicios discriminatorios sobre quiénes eran los principales cultores de esa música que asomaba desde los márgenes y que, como todo aquello que recién empieza, se manejaba dentro de parámetros simples y cautivantes. En el nacimiento del jazz, el tango o el rock nos topamos con una idéntica resistencia a darles entidad.
También ha surgido en esa génesis la condena por las letras osadas y por la forma de bailar, a la que se catalogaba como indecorosa, debido a la cadencia de los cuerpos y al erotismo que esos pasos coreográficos denotaban. La sociedad se escandalizaba en un principio frente a esas expresiones culturales que, a la vuelta de los tiempos, iban a ser consagradas por la industria del entretenimiento, más allá de las quejas que pudiesen plantear los defensores de la moral y las buenas costumbres. Mientras devengasen ganancias, bien se les podían tolerar los excesos por los que se las quería censurar.
El cuarteto cordobés ingresa a la perfección dentro de esta misma categoría: menospreciado al inicio por las mismas razones puritanas y clasistas, tuvo que esperar varias décadas hasta merecer una validación como aquella de la que hoy goza, aunque subsistan resquemores entre muchos que todavía reniegan del tunga tunga por su supuesta escasez de méritos artísticos. Aquí también ha sido el mercado discográfico el que lo terminó legitimando, como un estilo que mueve multitudes y que por lo tanto de ninguna manera puede ser marginado a partir de un elitismo militante que lo detesta.
Cuando hace no muchos años se empezó a hacer oír una nueva generación de músicos que se inscribía en lo que ahora se denomina ritmos urbanos, llovieron voces de espanto que repetían argumentos tantas veces escuchados y que en el fondo esconden un proverbial resentimiento. Tal vez quienes más despotricaron eran artistas que provenían del palo rockero, quienes en su afán de no perder el espacio que tanto les había costado conquistar, proferían contra esos nombres emergentes adjetivos descalificadores muy parecidos a los que ellos mismos habían recibido de sus mayores cuando la movida rockera se dio a conocer a fines de los sesenta.
Entre todos los elementos que avalan un presente maravilloso para esa camada renovadora, se destaca la presencia de algunos de sus referentes en los primeros planos del panorama internacional, además de su actuación en escenarios por demás codiciados, ante una muchedumbre que pocos son capaces de convocar. En esta columna hemos seguido paso a paso ese ascenso, no desde la furia de los juicios de valor, sino desde el asombro por una evolución que los ha sacado del gueto y los ha colocado muy por encima de aquellos que hasta no hace demasiado los miraban desde arriba.
A través de sus redes sociales, el Duki comunicó a sus fans hace unos días que el próximo 2 de diciembre se dará con el gusto de cantar en el estadio de River Plate, luego de las cuatro funciones que ofreció el año pasado en Vélez Sarsfield. De gira hasta fines de julio por España, tras presentarse en Nueva York, Chicago y Miami, él ha logrado a sus 27 años alcanzar una estatura de estrella musical que era difícil de vaticinar hace apenas un lustro. Quizás la oposición contra este género haya fortalecido aún más a sus figuras, que han conquistado la gloria en tiempo récord.
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