Una identidad digna de orgullo
En sentido contrario a las teorías racistas de Jacques de Mahieu, el realizador cinematográfico Pablo César se esmera en visibilizar la influencia de las personas esclavizadas en el acervo cultural cordobés, mediante el documental “Macongo, la Córdoba africana”, disponible en Cine.ar.
J.C. Maraddón
Desde los años setenta, cuando el francés colaboracionista nazi Jacques de Mahieu lanzó su arriesgada teoría acerca de un supuesto arribo de una avanzada vikinga hasta el actual territorio cordobés, cada tanto reaparecen los defensores de esta hipótesis que se encuadra más en una fantasía racista que en un descubrimiento científico. Exiliado en Argentina después de la guerra, de la que participó como voluntario de las SS, este antropólogo alentó la formación de células locales de ultraderecha, a través de ensayos en los que realizaba planteos, descabellados en sus conclusiones, que reivindicaban la superioridad de la raza blanca con respecto a cualquier otra.
En sus escritos, intenta demostrar que tras el desembarco de viajeros nórdicos en Norteamérica durante la era precolombina, esos aventureros comenzaron a descender hacia el sur y, tras su arribo a lo que es hoy Paraguay y Bolivia, habrían extendido su periplo hacia la región del Río de la Plata. En las sierras cordobesas, según esta bibliografía, habrían dejado descendencia, lo que explicaría ciertas diferencias en el aspecto de la etnia camiare (comechingones), a la que algunos adjudican una altura promedio por encima del resto del imperio incaico, y hasta agregan el detalle de que algunos eran barbados y de ojos claros.
Más allá de la veracidad que pueda otorgársele a esta corriente antropológica, tras su velo revisionista se esconde el fantasma de la supremacía racial que, a través de la mentada influencia vikinga, explicaría por qué los pueblos originarios de Córdoba conocían el hierro y cómo es que algunas pinturas del Cerro Colorado se asemejan a la escritura rúnica. Es decir que en los textos de De Mahieu se percibe cómo se intenta justificar la pretensión anglosajona de arrogarse el poder sobre esos seres considerados inferiores, a los que en el caso de Córdoba dotaron de conocimientos de los que carecían.
El atractivo de estas afirmaciones, que buscan un origen escandinavo para quienes vivían hace siglos en nuestra provincia, ha creado un culto que involucra al Santo Grial y los caballeros templarios con el cerro Uritorco, en un descabellado sincretismo que, pese a su desatino, captura no pocos adeptos. Esta delirante combinación se une a la ya conocida popularidad de la que goza Capilla del Monte entre los aficionados a la ufología, para dar lugar a una extraña forma de atracción turística en la que algunos caen subyugados, desconociendo el trasfondo supremacista que le ha dado entidad a toda esa perorata.
En el sentido contrario a la cruzada emprendida en su momento por Jacques de Mahieu, el realizador cinematográfico Pablo César se esmera en visibilizar la influencia de las personas esclavizadas en el acervo cultural cordobés, mediante el documental “Macongo, la Córdoba africana”. Disponible en la plataforma Cine.ar después de haber pasado por el circuito de salas, la película recopila elementos probatorios de que la notoria presencia afro entre nosotros llega hasta la actualidad, más allá de referencias de la toponimia como las de Villa Tulumba o el propio arroyo Macongo que le cede el título a esta producción audiovisual.
Asiduo visitante del continente africano, donde ha rodado parte de su filmografía, Pablo César se dedica aquí a bucear en la africanidad que anida en el entorno cordobés y consigue por vía de testimonios, bibliografía y evidencias visibles (y audibles) que ese legado de la raza negra nos parezca mucho más concreto que aquel cuya deriva nos remonta a un puerto de Dinamarca, desde donde habrían partido los futuros comechingones. Por supuesto, para la educación sesgada que se impartía en otros tiempos, esta raíz afrodescendiente debía permanecer oculta, porque era un atributo vergonzante al que ahora se podría calificar como una identidad digna de orgullo.
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