Cultura Por: Víctor Ramés05 de julio de 2023

Nuevos recortes de los días de papel Córdoba, 1886

La cantidad de periódicos y las diversas miradas de la prensa gráfica multiplicaban hacia fines del siglo XIX los retratos, los relatos y los señalamientos acerca de la vida diaria. Pero todo ello recaía en una misma realidad, un mismo lugar y su gente.

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com 


La colección del diario El Eco de Córdoba nos proporciona material para escoger algunos hechos concentrados sobre el año 1886. Es de febrero la referencia a un espectáculo de ilusionismo que venía a la ciudad, cuyo director Alexander Herrmann se encontraba ya en esta capital:
Debut de la Compañía de Ilusionista – Como está anunciado, hoy por la noche tendrá lugar el debut de la compañía de ilusionista que ha hecho las delicias del público rosarino hasta hace días.
Su empresario, el afable francés señor Hermann ha recibido ayer un telegrama anunciándole que por anoche se embarcaba en viaje para esta ciudad.
Así es que hoy por el tren de las 8 habrán arribado a esta ciudad todos los artistas. 
La prensa rosarina ha emitido sobre cada uno de los ilusionistas honrosas apreciaciones, y se ha ensalzado la habilidad de todos en la ejecución de sus suertes de prestidigitación.
En una palabra: la compañía de que hablamos ha llamado mucho la atención en el Rosario, y en cuanta ciudad se ha exhibido.” 

En otro orden de acontecimientos se ubica el apunte que hace el matutino cordobés sobre un hecho violento en un local donde personajes populares se juntaban a beber.
“Agresión – Antenoche se hallaban en el almacén situado entre las calles Caseros y Ayacucho, varios individuos tomando la copa, como sucede frecuentemente en esta clase de casas. Parece que el albañil Isauro Quintana se dirigió a un viejo Sandalio, de profesión carrero, diciéndole que le echara unos viajes de carro al siguiente día, siendo este el principio de una ligera disputa que dio por resultado el que el viejo le infiriera una puñalada en el muslo, de bastante profundidad.
La hemorragia se produjo instantáneamente, dejando regado el almacén con gran cantidad de sangre.
Quintero al sentirse herido hizo uso de un pito que llevaba, pero parece que no fue oído por el vigilante, cuando entró un Sr. que venía del Paseo, e impuesto de lo acontecido, corrió a la otra esquina y dio aviso al vigilante, quien vino y redujo a prisión al agresor que ya se marchaba muy orondo a su casa. 
El infeliz Quintero habrá sido a la fecha trasladado al Hospital, donde será curado de su grave herida.
El agresor será puesto indudablemente a disposición de algún Juez, al menos si no es beduino – que en este caso ego te absolvo de culpa y pena.”
Lo de “beduino” viene al caso, por cuanto ese era el apodo dado a los partidarios del gobernador Gregorio Gavier, que gozaban de algunos privilegios.

Una nueva publicación sucedió a la anterior en septiembre de 1886, cuyo nombre suprimía el artículo y aparecía como Eco de Córdoba, aunque con otro signo político. En noviembre de ese año cambiaría su título por el de Unión Argentina. La primera cita que tomamos fustiga algunas inconductas de los empleados del tranvía a caballo que tenían una mayor jerarquía que los conductores del vehículo. Los incumplimientos se parecían más al arrastre de costumbres pueblerinas, pero las quejas del diario representaban una pretensión de tender a la modernización urbana.
“Los mayorales – Todas las quejas que llevemos al conocimiento de las empresas de tramways, siempre serán pocas en relación al número de faltas y descuidos que cometen los mayorales. Antiyer, por ejemplo, un caballero que vive en el Hotel de la Paz, tomó en la esquina del café del Plata, un tramway cuya tablilla decía: Paseo.
Después de andar tres cuadras, o más, el pasajero se cercioró que el tramway iba al General Paz.
Naturalmente tuvo que bajarse después de abonar el pasaje respectivo. 
Este engaño sufrido, tiene por única causa el descuido del mayoral, que no cambió la tabilla indicadora de la dirección de los coches en el punto en que deben hacerlo.
Ayer de mañana otro coche del mismo tramway de Córdoba, permaneció parado frente a la comisaría del señor Martínez, en las Quintas, cerca de un cuarto de hora, porque al cochero se le había perdido un objeto que se puso a buscar en el suelo, mientras los pasajeros renegaban de la demora.
En días anteriores, un pasajero que iba parado en la plataforma trasera del coche hizo parar a este, para conversar durante cinco minutos con otra persona que pasaba en ese momento por la calle 27 de Abril.
Son o no son abusos, los que denunciamos.
Creemos que no terminaríamos, si nos propusiéramos hacer públicos todos los que cometen los mayorales, pero cumplimos el deber de llevarlos a conocimiento de la empresa, en la seguridad de que sabrá corregirlos.” 

Y el relato siguiente hace referencia a un caso de “muerte repentina”, como se le llamaba a la que llegaba sin avisos ni enfermedades previas, a la que temía particularmente la mentalidad católica, puesto que acostumbraba a llevarse a su víctima sin darle ocasión de confesarse y así dejar sus pecados medianamente pasados en limpio, para entrar al reino del Señor. En este caso, lo más triste era que ni siquiera las personas más próximas a la mujer fallecida supieran cual había sido su nombre y apellido.
“Repentinamente – Anteayer por la mañana, el vigilante que estaba de facción en la esquina de la calle 9 de Julio, fue sorprendido por los gritos que partían de una casa situada en la calle de Sucre frente al N° 60. El guardián creyendo sin duda que se trataba de algún asesinato, pelea o que algún marido celoso estuviera estropeando a su cara mitad, se acercó a la casa de donde habían partido los gritos y llantos y se encontró con que unas mujeres que vivían en esa casa en compañía de otra la habían encontrado muerta en la cama. 
El gendarme dio cuenta al Departamento quien avisó al médico de policía para que se trasladase a la mencionada casa y constatara lo sucedido.
El médico Dr. Torres pasó su informe declarando que este caso era repentino y que no presentaba lesión alguna que pudiera dar las sospechas de un crimen.
Aun no se ha podido saber el nombre de esta infeliz, porque ni en la casa donde ha muerto saben dar razón.
Cosa original.” 

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