Cultura Por: J.C. Maraddón 08 de mayo de 2024

Samba para bailar

Uno de los momentos más esplendorosos de la presentación de Madonna el sábado en la playa de Copacabana ante un millón de personas, se produjo cuando cantó una particular versión de “Music”, aquel single con el que buscó adaptarse a las vanguardias que regían 24 años atrás.

J.C. Maraddón

En el año 2000, siempre a tono con la modernidad musical, Madonna publicó su disco “Music”, en el que profundizaba la veta electrónica de su predecesor, “Ray Of Light”, para el que había trabajado con el productor inglés William Orbit. Otra vez bajo la supervisión de los mejores talentos artísticos, en “Music” se propuso reunir los elementos de la cultura electro con una estética country, mixtura que no fue comprendida en su momento y que menguó las posibilidades del álbum en la siguiente entrega de los Grammy. Más allá de eso, el tema que dio título a ese trabajo sigue siendo al día de hoy un clásico en la discografía de la diva.

También en esos inicios del nuevo milenio, en el que los sones electrónicos parecían dominarlo todo, hubo una movida dentro de ese género que se atrevió a entremezclarlo con toques jazzeros, lo que dio lugar a toda una vertiente de intérpretes que incursionaban en lo que se dio en llamar “acid jazz”. Y como una consecuencia natural, a partir de esta campana de largada hubo otros que introdujeron en ese cóctel derivas de la bossa nova, aquel estilo brasileño que había pintado de un color jazzístico el samba tradicional.

Quizás la mayor muestra de ese despertar de la bossa nova como una corriente que todavía daba mucho para experimentar, fue el lanzamiento de la brasileña Rita Lee, que adaptó a ese formato varias de las canciones de los Beatles y obtuvo un tremendo suceso con su álbum “Aquí, allá y en todos partes”. Publicado en argentina como “Bossa’n Beatles”, esa obra se hizo escuchar en todas las radios en aquella época y también fue utilizada en las zonas de chill out de los eventos electrónicos, como recurso para bajar los decibeles que imprimían los deejays en la pista principal.

Como toda tendencia, esa inclinación renacida por la bossa nova tendió a banalizarse en pocos meses y desde distintos lugares del mundo emergieron intérpretes que repetían esa fórmula para así darse a conocer y entrar en el circuito de la música internacional. A modo de ejemplo de esta moda podría citarse el nombre de la banda francesa Nouvelle Vague, que en 2004 realizó su debut discográfico con una propuesta en la que reinterpretaba canciones famosas del punk y la new wave con arreglos de bossa nova, fenómeno que pudo sonar exótico en un primer momento pero que luego terminó empalagando los oídos. 

Más de dos décadas después de aquella escena artística, Madonna se presentó el sábado pasado ante un millón de personas en un concierto gratuito que brindó en la playa de Copacabana de Río de Janeiro, en un espectáculo que marcó el cierre de su Celebration Tour. Como se trataba de una gira en la que el año pasado conmemoraba el cuadragésimo aniversario de la salida de su primer disco, Madonna diseñó para estos shows un catálogo de sus grandes éxitos, ofrecidos al público con el despliegue coreográfico y audiovisual acostumbrado para sus presentaciones en público.

Uno de los momentos más esplendorosos de esa velada que tuvo una convocatoria fuera de serie, se produjo cuando Madonna cantó “Music”, aquel single con el que buscó adaptarse a las vanguardias que regían 24 años atrás. Acompañada sobre el escenario por el cantante y drag queen nordestino Pabllo Vittar y por un grupo de percusionistas brasileños, ella arremetió con una versión de “Music” en tiempo de samba que reconcilió los ritmos de nuestro vecino país con la electrónica, como si eso hiciera falta para demostrar que aún hay sonoridades dignas de explorar en el universo de la música bailable.