Nacional Por: Javier Boher 15 de mayo de 2024

El mostrador al final del túnel

Se apilan las noticias, pero no parece haber nada nuevo entre todas ellas.

Por Javier Boher
rjboher@gmail.com


Desde el lunes a hoy pasó de todo. Hubo una serie de allanamientos por denuncias de aprietes en organizaciones sociales que se quedaban con parte de la plata de los beneficiarios, la mitad de los comedores relevados no existe, pusieron el busto de Menem en el salón de los presidentes de la Casa Rosada y la inflación dio 8,8%, al mismo nivel que octubre del año pasado. También empezaron a correr rumores sobre la postergación del Pacto de Mayo, que a este ritmo capaz se hace en junio o julio, pasa de 10 puntos a 5 y en lugar de convocar a todos los argentinos termina siendo firmado por Milei, Adorni, un par de tuiteros oficialistas y algunos dirigentes del Pro, todo bajo el retrato de Conan presidiendo el acto.
Lo de las organizaciones sociales es algo que sabemos desde siempre, porque ¿cómo se puede financiar un movimiento de desocupados o gente que vive en la informalidad si no es con plata del Estado? La privatización de las funciones públicas en organizaciones políticas fue una constante del kirchnerismo, una forma de rentar militancia y comprar la estructura que Néstor y Cristina no tenían cuando llegaron del sur. 
Lo vimos en cámaras ocultas y en testimonios en directo, que algunos decían eran inducidos por los periodistas que se acercaban a la gente que marchaba. Hizo falta un número de teléfono para denunciar estos aprietes para que salga a la luz todo el entramado de corrupción por el que hoy lloran los gerentes de la pobreza. ¿Quién puede escandalizarse de lo que hace el gobierno contratando gente amiga cuando el gobierno que apoyaba permitía que alguna gente se enriquezca a costa de suspenderle el bolsón de alimentos a gente pobre? Solamente los que se hicieron los zonzos cuando fue noticia que mataron a una mujer que se había casado en secreto con el hijo de un piquetero del Chaco.
Por supuesto que esto no tiene nada que ver con el busto de Menem, salvo por una cosa: en aquellos años, como en los del kirchnerismo y los que vendrán, la grieta nunca es ideológica. Ese tema de las ideas es aprovechado por los que no tienen problemas con la corrupción, trazando la línea divisoria respecto a los que no toleran la apropiación de recursos públicos en beneficio de algunos actores políticos. Neoliberales, neokeynesianos, nacionalistas, libertarios, progresistas, todas las etiquetas son lo mismo si en ese bando están los amigos de lo ajeno y en el otro los que pagan todo, aunque ninguno quiera verlo de ese modo.
Finalmente tenemos el Pacto de Mayo, que empezó con la ambición de un Pactos de La Moncloa, siguió como algo parecido al Pacto de Olivos y va a terminar ni siquiera siendo un pacto de caballeros. Sin Ley Ómnibus aprobada, algunos gobernadores que ya se supone no van a estar, algunos expresidentes que estarán ocupados jugando al sudoku y los sindicalistas comiendo un locro (como ya avisaron con anticipación) lo que quedaría para el 25 de Mayo sería una pantomima de acuerdo, una juntada para la foto sin la fuerza que se esperaba.
Pasaron muchas cosas juntas, pero es como si no pasara nada. A esta altura del partido, quiénes van a poner la firma, qué bustos están o no están en la Casa Rosada o qué dirigentes piqueteros son los peores termina siendo anecdótico. Algunos quieren ver una luz al final del túnel, pero no sirve de mucho ilusionarse: seguro que si la alcanzan se van a encontrar con un mostrador y un burócrata que les pida ese papel que les falta para poder salir de ese lugar oscuro en el que estamos atrapados hace décadas.