La prudencia del energúmeno
El presidente se cuidó bastante cuando le consultaron sobre los diputados de su bloque que visitaron a represores presos
Por Javier Boher
La semana pasada fue noticia que un grupo de diputados oficialistas visitó a represores condenados y presos en el penal de Ezeiza. La polémica se desparramó en las redes sin llegar a ser un tema en los medios en general.
En diálogo con Alejandro Fantino, el presidente Milei aseguró que él no lo hubiese hecho y que los liberales no funcionan en manada, sino que cada uno es libre de pensar lo que quiera. Curiosamente, esa afirmación llegó después de que se cuestionara al funcionario que aseguró que Messi y la AFA debían pedir disculpas por lo que pasó con Enzo Fernández, lo que terminó en la renuncia del susodicho (llevando a 100 la cuenta de funcionarios que dejaron el gobierno desde el 10 de diciembre).
El gobierno tiene múltiples problemas en su seno, pero el más importante (y que trata de minimizar) es su falta de poder legislativo. Tiene el cuarto bloque en diputados, por lo que no está en condiciones de permitirse una escisión. El transfuguismo es un problema para todos los partidos, pero todos saben que no es lo mismo perder un miembro de un bloque de 115 que de uno de 40.
Más allá del debate jurídico sobre la prisión domiciliaria, la visita a los represores tiene una clara lectura política. Hay un ala de los libertarios que se quiere embarcar en una lucha por el sentido de los ‘70 para cambiar lo que construyó el kirchnerismo durante dos décadas. Esto, por supuesto, no tiene sentido, por cuánto está lejos de las preocupaciones de la gente (lo que quizás también explica por qué se le dio tan poca importancia al tema).
Si el mismo Milei no tocó el tema ni lo convirtió en un escándalo no es porque comulgue con el procesismo no nada parecido, sino con una restricción institucional mucho más concreta: los diputados son dueños de sus bancas y él no tiene posibilidad de echarlos ni de hacerlos renunciar. En el mejor de los casos los diputados ignorarían el pedido, mientras que en el peor escenario romperían el bloque y armarían uno propio o se integrarían en otro existente, lo que elevaría el precio de su voto.
Más allá de las discusiones simbólicas y el mensaje que se quiere dar sobre el pasado, el problema acá es político. La coalición de gobierno es heterogénea y endeble, por lo que el presidente no puede arriesgarse a que se rompa en donde no hay margen. Independientemente de lo que opine Milei sobre el Proceso, lo que queda en evidencia una vez más es que el presidente es mejor político (o al menos uno más prudente) de lo que imaginan los que sólo ven en él a un energúmeno.
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