Cultura Por: J.C. Maraddón19 de agosto de 2024

La belleza como un impedimento

Ayer el mundo del espectáculo se vio sacudido por la noticia de la muerte del actor francés Alain Delon a los 88 años y en los titulares podía leerse que había fallecido “el hombre más lindo”, un honor para el que no había hecho ningún mérito porque lo traía desde la cuna.

J.C. Maraddón

Más allá de cualquier tipo de discriminación, existen especialidades que requieren de quienes las desempeñan cierta predisposición anatómica, sin la cual se les hará mucho más complicado llevar a cabo su tarea. Estas características suelen acentuarse en el caso de la práctica deportiva: es raro que alguien se destaque en el básquetbol si no posee una estatura adecuada y, según su función en el campo de juego, se supone que un jugador de rugby debe tener una contextura robusta, para de ese modo poder sostener los embates de los adversarios sin perder el dominio de su cuerpo ni la posesión de la guinda.

En cuanto a los boxeadores, su peso y altura irán variando de acuerdo a la categoría en que se los inscriba y eso determinará contra qué rivales estarán en condiciones de enfrentarse sobre el cuadrilátero. Y está claro que, además de contar con potencia en sus golpes y reflejos para evitar los del contrario, se le pedirá que mejore su condición física a través de un riguroso entrenamiento, aunque los púgiles inscriptos entre los pesados puedan a veces excederse en la grasa corporal, algo que redundará en una mayor lentitud a la hora de desplazarse sobre la lona.

Junto a estos detalles no menores, reluce otro que provoca un efecto lindante con lo psicológico cuando se enfrentan dos boxeadores en un ring: la fiereza del rostro, cuyos rasgos acentúan el temor que se infunde sobre el contrincante y, por ende, inhiben su capacidad de respuesta. Cabría la posibilidad de debatir acerca de cuánto influye ese factor en el desenlace de un combate, pero no debería ser desdeñada su importancia, sobre todo porque son mayoría los que fruncen el ceño como gesto de guapeza y aprovechan ese rictus para obtener ventaja, al imponer mayor respeto en el oponente.  

Esto no quiere decir de ninguna manera que no haya habido en la historia pugilistas de rostros armónicos ni que esa apariencia menos ruda signifique un impedimento para destacarse en esta disciplina deportiva. Pero es probable que sea escasa la presencia de esta clase de personas en esos matches donde el castigo recibido produce a veces una desfiguración irreversible. La condición de íconos sexuales que han alcanzado algunos boxeadores, se debe bastante a la valentía que exhiben y a su físico trabajado, más que a un semblante que pueda aproximarse a los cánones de la belleza hegemónica de su época.

Eso hace que resalte aún más el lucimiento de Alain Delon en “Rocco y sus hermanos”, aquel largometraje de Luchino Visconti de 1960, donde se relata el drama de una familia de inmigrantes del sur de Italia que decide radicarse en Milán. Para sobrellevar una situación económica al borde del colapso, Rocco incursiona en el boxeo, deporte que ha sido siempre una tabla de salvación a la que acuden los más desprotegidos en busca de la gloria y el dinero que los saquen de la pobreza. Delon venía de componer a Mr. Ripley en “A pleno sol” y se ganó la consagración internacional con apenas 25 años.

Ayer el mundo del espectáculo se vio sacudido por la noticia de la muerte de Alain Delon a los 88 años y en los titulares podía leerse que había fallecido “el hombre más lindo”, un honor para el que no había hecho ningún mérito porque lo traía desde la cuna. Lo que sí es destacable en él es haber ido mucho más allá de ese privilegio, para destacarse como actor en papeles en los que esa belleza hasta podía llegar a jugarle en contra. Hacernos creer que era un boxeador, por ejemplo, ha sido una proeza formidable.

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