Un cuento de hadas contemporáneo
Al amparo del éxito obtenido por la saga de “The Crown” en Netflix, la plataforma Max ha producido la serie “Máxima”, sobre la vida de la actual reina consorte de Países Bajos, que nació en Argentina y desposó en 2002 a quien ahora detenta el trono, el rey Willem-Alexander.
J.C. Maraddón
La curiosidad que puede tener la gente común por conocer detalles de la vida de los poderosos viene de tiempos inmemoriales y es la razón de la existencia de una prensa del corazón que releva la actividad pública y privada de las celebridades, entendiéndose por estas a las provenientes de ámbitos tan distintos como el espectáculo, el deporte, la política o la realeza. Hay diversas bibliotecas que intentan explicar esta inclinación por el voyeurismo, entre las que sobresale la hipótesis psicologista que sostiene que de esta manera los ciudadanos anónimos proyectan sus fracasos y frustraciones en la ostentación y el lujo de los acomodados.
La raza de los paparazzi, esos fisgones profesionales que fotografiaban a los famosos en las más incómodas circunstancias, hoy se ha multiplicado por millones a través de las cámaras que todos poseen en sus teléfonos y que les permiten testimoniar lo que hace esa elite cuando baja de su pedestal. Y las redes sociales ofician de vidriera donde exponer esas imágenes y compartirlas más allá de que tengan o no autorización para hacerlo. Sin embargo, eso sólo es posible porque las rutinas de los privilegiados siguen siendo interesantes para quienes discurren su cotidianidad sin sobresaltos dignos de mención.
Al momento de analizar el suceso de la serie “The Crown”, ahondamos en la significación de la realeza para los ciudadanos ingleses, que respetan a sus monarcas como un símbolo supremo de la identidad nacional y de la religión anglicana. Aunque el tiempo y los escándalos hayan corroído en parte tal veneración, eso no afecta la necesidad de las mayorías de enterarse de las cuitas en las que se desenvuelven príncipes y princesas, reinas y reyes, duques y duquesas, como si esas existencias abúlicas que se dedican a disfrutar del dolce far niente fuesen el colmo de la excentricidad.
También han abundado historias referidas a las maquinaciones en los estratos del poder político, como la estadounidense “House Of Cards” o la dinamarquesa “Borgen”, que transparentaron lo que muchos se niegan a admitir con respecto a las democracias occidentales. Pero, además de formidables actuaciones y un guion exquisito, “The Crown” corría con la ventaja de retratar a personajes que se creen más allá de las preocupaciones de los simples mortales y que han sido bendecidos por un mandato vitalicio, cuya investidura los rodea de una impunidad de la que jamás podrán gozar los millones de súbditos del imperio que les deben obediencia.
Quizás al amparo del éxito obtenido por aquella saga de Netflix, la plataforma Max ha producido la serie “Máxima”, sobre la vida de la reina consorte de Países Bajos que nació en Argentina y desposó en 2002 a quien ahora detenta el trono, el rey Willem-Alexander. La biografía de Máxima Zorreguieta, que hoy tiene 53 años y cuyo padre fue funcionario de la dictadura, posee sin equívoco elementos que la vuelven atractiva para el público en general. Y en el primer episodio de los seis que se irán subiendo de a uno por jueves, se narra cómo fue que ella enamoró a un príncipe heredero.
Pero por mucho encomio que se le haya puesto a esta producción neerlandesa, en la que la actriz argentina Delfina Chaves cumple el rol protagónico, las bambalinas de la corte de Países Bajos no aparentan tener el nivel de pompa y exposición de su par británica, lo que de por sí opera en contra de la llegada masiva de la tira. Si bien es dudosa la cabida que pueda tener “Máxima” en las audiencias del resto del planeta, serán los usuarios argentinos y neerlandeses quienes encontrarán allí motivos para saciar su ansia de ahondar en los detalles de este cuento de hadas contemporáneo.
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