Nacional Por: Javier Boher19 de septiembre de 2024

Digiriendo el asado

El convite presidencial a los diputados que apoyaron el veto presidencial dejó muchas cosas para pasar en limpio

Por Javier Boher 

rjboher@gmail.com

Anteanoche ocurrió un evento de lo más llamativo, con el presidente Milei recibiendo en la Quinta de Olivos a los diputados que apoyaron el veto a la reforma jubilatoria. El convite fue para celebrar a los “héroes” (en palabras de Milei) con un asado. Insólito.

Es sabido que el presidente está en minoría en ambas cámaras y que se apoya fuertemente en la profunda división que atraviesan las fuerzas políticas que supieron estar más o menos unidas contra el kirchnerismo. Lo que supo ser Juntos por el Cambio se rompió en la práctica, aunque varios insisten en mantener vivo ese espacio para capitalizar el eventual fracaso de Milei. Es muy difícil reunir a personas que hoy casi se ven como enemigas a pesar de haber integrado un gobierno nacional hace apenas un lustro.

La apuesta del presidente es a comerle votos a ese espacio que supo ser, cargando las próximas elecciones sobre su figura. Todavía cuenta con buen apoyo popular, a pesar de que ciertas consultoras que tienen mucho por ganar con un cambio de gobierno sostienen que la gente ve todo negativo en la gestión. Todo lo referido al rating del discurso del domingo, por ejemplo, tiene que ver también con eso de tratar de socavar una imagen que sigue estando más o menos sólida. Aunque el medio inmediato no es el mejor termómetro, en Córdoba todavía no me he encontrado a nadie que diga estar arrepentido de haberlo votado (todos haciendo mención a que la alternativa era Sergio Massa).

En ese camino trazado para armar su propio partido y juntar la cantidad necesaria de legisladores, el libertario empezó por fichar a quienes hoy ya están en funciones. Algún aliado Pro (muchos, en realidad), algún peronista y pocos radicales (según la ocasión) van dándole forma al espacio que trata de armar.

El asado fue una celebración de eso que Fernando Iglesias resumió en la idea de que son los 87 diputados necesarios para evitar un juicio político. Así de baja está la vara. Por eso son los héroes del presidente, no por evitar la quiebra del Estado (algo exagerado) sino por ser el número mágico para que los vetos presidenciales sean efectivos.

Por supuesto que nada de esto es gratis. Aunque hayan hecho la pantomima de pagar el asado para decir que no se hizo con fondos públicos, seguramente ese apoyo legislativo le va a terminar saliendo a los contribuyentes más caro que el mejor asado de bife de chorizo y entraña que el dinero pueda pagar. Cada uno de los extrapartidarios que puso su granito de arena para que prospere el veto se habrá asegurado de obtener algún trato favorable para él o los suyos, siempre en especie, por supuesto.

El asado nos revela mucha información sobre cómo están las cosas en la política argentina. Lo primero, y lo que más afecta a los que piensan en términos morales y no en términos económicos, es que está mal no pagarle el aumento a los jubilados. Definitivamente a todos nos gustaría que los jubilados ganen más, pero nadie presenta cuentas más o menos convincentes sobre qué se debe recortar para poder pagar ese aumento. No hay plata para todo y hay que elegir.

Otra cosa importante es que se percibe la provocación del presidente (apoyado por la fórmula presidencial de JxC que hoy forma parte de su gabinete) hacia los partidos que se imaginaban siendo la alternativa al kirchnerismo. Se metió al medio y empezó a patearles las estanterías y los escritorios, armando un revuelo que nadie termina de entender. El asado es para que lloren los Lousteau, las Lilitas y los Manes, que en lugar de tratar de mantener cohesionado su espacio están desesperados por echar a los que quieren ser un poco más pragmáticos.

Esa misma provocación tiene un efecto que trasciende lo que espera Milei, que es la forma en la que la gente se va a tomar una celebración de políticos en épocas de vacas flacas. No será el cumpleaños de Fabiola, pero es en Olivos y cuando hay mucha gente que no puede comerse un asado decente. Hoy no parecer ser un gran problema, pero de insistir con el formato, casi con certeza vamos a notar que el clima de crispación se va instalando.

Finalmente, dos notas de color que ilustran perfectamente cómo los políticos viven en un mundo paralelo. Primero, por el diputado Damián Arabia, del Pro, que llevó una ensalada de papa y huevo. No se puede objetar la elección de la guarnición (no hay nada mejor para acompañar el asado) ni el gesto de no llegar aplaudiendo, sino por la sensación de sumisión que transmite. Hay que quererse un poco y hacerse desear, porque lo que no cuesta, no vale.

En segundo lugar, mi mente me recordó algo por lo que Milei siempre me hizo ruido. Hace un par de años, cuando estaba lejos de ser candidato, le preguntaron en una entrevista sobre su comida preferida y sobre comer asado con los amigos. Dijo que no le gustaba comer, que era un trámite que resolvería con una pastilla si hubiera esa posibilidad. ¿Qué clase de ser antisocial no disfruta de comer y, fundamentalmente, de comer asado con los amigos? Irónicamente, uno que prefiere servirlo para sus aliados de ocasión. Yo desconfiaría de un anfitrión así.

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