Para leer al día siguiente
El escritor Osvaldo Boscacci regresa periódicamente a Córdoba para seguir alimentando los afectos que cosechó en su paso por la ciudad, y esta vez también pudo presentar su más reciente obra literaria, “AlmaÑaque”, que se suma a una larga lista de novelas, piezas de teatro y guiones de televisión y cine.
J.C. Maraddón
A partir de la primera mitad de los años noventa, se produjeron dos cambios en las redacciones de los diarios que alteraron para siempre la vida dentro de esos recintos donde profesionales de la información compartían largas jornadas laborales. Las computadoras, primero dotadas del sistema operativo DOS y después del deslumbrante Windows, pasaron a ser la herramienta fundamental para la labor periodística, aún sin siquiera contar con conexión a internet. Y el humo del cigarrillo, que sobrevolaba los ambientes como una nube por encima de escribas, fotógrafos y diseñadores, fue siendo erradicado de a poco hasta quedar confinado a los espacios exteriores.
Antes de que se produjeran ambas transiciones, esas fábricas de noticias habían albergado una fauna legendaria que estaba compuesta en su mayoría por especímenes masculinos, algunos de ellos escudados tras apodos acordes a su aspecto o a sus costumbres. Utilizaban una jerga técnica que nadie fuera de ese contexto entendía, donde eran comunes términos como “volanta”, “copete” o “pirulo”. Y se entregaban a hábitos nocturnos que se prolongaban después del cierre de la edición y que podían extenderse hasta el amanecer, en una versión adaptada al uso local de aquellas correrías que narraba Hunter S. Thompson en su novela “Días de ron”.
Muy pocas mujeres llegaron a ser aceptadas dentro de ese gueto y recién con el correr del tiempo se sumaron trabajadoras que se desempeñaban como correctoras o linotipistas, para finalmente hacerse cargo de la redacción de las notas. Fueron esas las pioneras que vencieron la resistencia varonil y se unieron al traqueteo coral de las máquinas de escribir, que se acoplaban al ruido de las cableras, al ring de los teléfonos fijos y al fragor de radios permanentemente encendidas y de televisores con canales de TV abierta a los que sólo se les subía el volumen en el horario de los noticieros.
Un hecho que marcó el ingreso del periodismo cordobés en una etapa más moderna, fue el lanzamiento en noviembre de 1977 del diario Tiempo de Córdoba por parte del empresario Piero Astori, por ese entonces presidente de la Fundación Mediterránea. Aunque defensor de ideas liberales en lo económico, el nuevo medio aplicó innovaciones audaces en el tratamiento de la información, bajo la responsabilidad de Jorge Pérez Gaudio. No sólo aparecían firmas femeninas en las notas sino que además se incorporaban secciones como el suplemento “Tiempo Cotidiano”, con un enfoque que se mimetizaba con el estilo de las revistas de actualidad.
Un importante número de periodistas que luego han sido figuras mediáticas hicieron sus primeros palotes en la profesión en ese diario de Astori, donde además fueron reclutados nombres de gran prestigio fuera de Córdoba, como el diagramador Sarlanga y el redactor Osvaldo Boscacci, quien venía de trabajar en el semanario Gente. Boscacci fue puesto a cargo del “Tiempo Cotidiano” y desde allí comenzó a desarrollar una tarea que le deparó el reconocimiento de sus pares, hasta que en los años ochenta terminó radicándose en Miami, donde permanece todavía.
Para seguir alimentado los afectos que cosechó en su paso por Córdoba, Boscacci regresa periódicamente a la ciudad, y esta vez también pudo presentar su más reciente obra literaria, “AlmaÑaque”, que se suma a la larga lista de novelas, obras de teatro y guiones de televisión y cine que han surgido de su imaginación. En el Cabildo, donde dialogó con Cristina Wargon y Mario Luna, estuvieron presentes los amigos y colegas que aprecian su talento en el uso de la palabra. Y rondando por el lugar se vio al espíritu de aquellas redacciones que, traccionadas por el café y el mate, tecleaban sobre hojas en blanco lo que la gente iba a leer recién al día siguiente.
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