Por Javier Boher
Hay algunos temas que tocan ciertas fibras sensibles de la gente. Los que nos criamos entre los ‘90 y los 2000 recordamos muy bien lo que es la extorsión emocional a la que nos sometieron políticos y periodistas que señalaban problemas socioeconómicos graves, todo para después hacer una vida desapegados de eso mismo que mostraban. “Miren lo mal que la pasan algunos mientras ustedes tienen las necesidades resueltas”, parecían decir, apelando a esa culpa católica que corre por buena parte de la población. Es curioso que hay gente que sigue insistiendo con eso, pinchando a los desprevenidos en busca de la fibra que reaccione a ese tipo de acciones.
El kirchnerismo en particular (pero el progresismo en general) sigue probando con distintas causas que puedan afectar a la gente. Quizás porque quedaron anclados en la resistencia antineoliberal de los ‘90 es que siguen con las mismas ideas, como si en este país no hubiesen pasado dos décadas de cinismo institucionalizado en el que pudimos ver en tiempo real de qué manera se usaron recursos de todos en beneficios de algunos pocos. A lo largo del año marcharon por las mujeres, por los trabajadores, por las universidades, por la salud pública, por el orgullo gay, por la cultura y por alguna otra cosa más, siempre tratando de venderse como las víctimas del sistema.
Ayer no hubo marcha, pero sí hubo lágrimas de cocodrilo por los jubilados y los medicamentos gratis del PAMI. Es increíble que haya que aclararlo otra vez, pero los medicamentos gratis no existen. Alguien paga por eso a través de los impuestos y no, no alcanza con lo que el beneficiario paga de IVA. Podemos discutir si nos parece bien o mal y si queremos que el conjunto de la sociedad haga el esfuerzo de pagarlos, pero hay que entender que los recursos son finitos y que hay que priorizar consumos: ¿pago la crema para los pies de un jubilado o las vacunas para un nene? Acá saldrán los que digan que es una falsa disyuntiva, pero hacen lo mismo de siempre: dicen que ahí no hay que elegir, pero cuando uno les señala que hay secretarios de Estado con chofer te dicen “eso no es plata”. Todo junto no se puede.
El tema de los medicamentos gratis es otra de las estafas del gobierno anterior, “un gran producto”, como me definió alguna vez un consultor al Boleto Educativo Gratuito: todo costo económico se compensa con absoluta ganancia política para el que lo implementa.
Hay que hacer algo de memoria. Hasta la llegada de Macri los laboratorios le pasaban la factura al PAMI. No había licitaciones ni compulsas de precios, sino que cada laboratorio le cobraba al Estado lo que quería, a la vez que el Estado no auditaba nada del gasto. Hace poco Cristina Kirchner pidió desregulación del sector de los medicamentos, algo que el kirchnerismo no hizo en 16 años porque tenía que devolver el favor a los que le financiaron las campañas. Durante muchos años los laboratorios ganaron mucha plata por el despilfarro estatal.
Pensemos en nuestra familia inmediata, su consumo de medicamentos y el control de juntas médicas o médicos de cabecera. Durante mucho tiempo nadie controló nada. Acá no necesariamente hay mala intención, pero el humano es bastante básico y previsible: va a tratar de agarrar todo lo que pueda si le ofrecen sin costo algo que en otras condiciones debería pagar. Cómo olvidar que en mi niñez era el terror de las promotoras que ofrecían muestras gratis en los supermercados.
Hoy hay un ajuste en marcha, pero además es un ajuste pedido y tolerado por la gente. Hay una parte del electorado que lo resistiría en cualquier situación, independientemente de cómo se realice; a esa gente hay que ignorar, porque es la que busca la extorsión emocional. La manipulación de la información a través de la presentación engañosa de la misma es lo que hace que algunos sientan que se está tirando jubilados a la calle a morir. Todos sabemos que el PAMI funciona mal desde hace años y que los problemas de acceso a algunas drogas, medicamentos y tratamientos existen desde siempre, decir lo contrario es -de mínima- deshonesto.
No nos vamos a extender aquí en cuáles son las condiciones y los trámites para acceder a la cobertura completa, pero no es algo inaccesible. Seguramente es más sencillo que cualquier trámite en la ex AFIP, un infierno burocrático para cualquier mortal.
No hay nada que haga felices a los que se quejan por la decisión de llevar algo de racionalidad al uso de los recursos en la mayor obra social del país. Cualquier decisión los hubiese indignado, sea la desregulación del sector, el paso de esas obligaciones a las provincias o la privatización del servicio pagando una prepaga a cada jubilado. Los jubilados acá son una excusa para que las almas bellas y altruistas de tribuna progresista salgan a llorar que la dictadura libertaria de Milei cercena derechos ganados con el kirchnerismo.
Nadie está en contra de que se le den medicamentos gratis a los jubilados, pero nadie quiere ser el que los pague. Podemos hacernos los distraídos y creer que con impuestos extraordinarios a otros sectores de la sociedad lo podemos pagar, pero eso es insostenible en el tiempo. Hay que racionalizar el gasto para sostener el bienestar. No hay otra opción. Si se insiste con las mismas recetas el PAMI no tiene remedio.