Caras y caretas cordobesas
La leyenda oral, los libros intermediarios, la mirada de la ciencia, así como un artículo periodístico de 1900 y una reciente película de terror, remiten al “ucumar”, criatura fantástica que se vuelve real en virtud del arraigo de su creencia.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
¿Qué más podemos hacer con el “ucumar”?
A veces parece, en la actualidad, que las conquistas de la razón que estuvieron en la base del pragmatismo capitalista, buscaran devolverles la vida a las leyendas, en la forma de ficcionalizaciones que los medios y las redes propagan, porque la fantasía vende, incluso la fantasía realista. Recientemente ha dado tema a una película hecha entre el noroeste y el centro del país, un filme de terror con guiños clase B y escenas gore que lleva el título de El Ucumar. En el marco del género narrativo elegido, y un tanto fuera del foco de la historia -puesto en tres biólogos en busca de un animal no mitológico, tal vez el último ejemplar de una especie en extinción- se encuentra el monstruo de marras, llevado al grado de susto mayúsculo, cuya aparición reivindica la leyenda oral más que su lugar en la biodiversidad selvática.
Muchas fuentes se hicieron eco del ucumar en tanto criatura temible y, a través de sucesivas transformaciones literarias, llegó incluso a encarnar a un ser que secuestraba mujeres a quienes dejaba embarazadas. En el libro ya cuarentón Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina, Adolfo Colombres lo describe así: “Es el hombre oso, al que se lo representa en distintos grados de hibridación: desde un oso de baja estatura, feo y peludo, con ligeros rasgos humanoides, hasta un hombre bestial, totalmente cubierto de pelos, larga barba y frente angosta”. El investigador tucumano hace remontar su linaje fantástico al “Jucumari de las zonas boscosas del Departamento de Chuquisaca (Bolivia) vinculado a su vez con mitos peruanos de antigua data.”
Científicos, por su parte, establecieron lazos entre las leyendas y una especie de oso americano que tiene nombre en la taxonomía, pero cuya existencia no se ha probado en los territorios donde circulan las leyendas. Un informe científico firmado por varios estudiosos y publicado por Mastozoología Neotropical, en 2012, advertía sobre la falta de indicios probados de su presencia en zonas de Salta y Jujuy:
“Entre los numerosos inventarios faunísticos realizados en el noroeste argentino, sólo un autor principal afirma haber documentado la presencia actual de Tremarctos ornatus. Nosotros examinamos los 34 reportes publicados de esta especie contra más de 800 puntos de relevamientos afines en Salta y Jujuy que registraron la presencia de jaguar, tapir, monos y ataques de carnívoros al ganado, pero no de oso. Por nuestros estudios allí y en Bolivia, creemos muy improbable la existencia de una población de osos en Argentina y recomendamos mayor cautela en el uso de información anecdótica y rastros indirectos antes de proclamar un hallazgo de tal importancia.”
La nota de nuestro interés inmediato se encuentra en Caras y Caretas del 24 de noviembre de 1900, y se refiere a un hecho aparentemente real, divulgado por los diarios de la época y vinculado a la provincia de Tucumán. Este artículo -sin firma- le daba al tema un tratamiento menos fantástico, refiriéndose a un hombre salvaje, que alguna vez habría sido un niño huérfano que se crio en los bosques chaqueños en compañía de otros animales y desarrolló unos hábitos alejados del comportamiento social humano. La nota acompañaba lo que llamaba una fotografía, en todo caso muy retocada, del individuo al que -suponemos- le fue asignada la identidad de una vieja leyenda. Esto hasta llegar a ser exhibido en público, según la moda de explotar a los fenómenos de la naturaleza por el precio de un boleto, resultando una atracción de la que decidió servirse la sociedad de Beneficencia tucumana para recaudar fondos durante sus fiestas primaverales. Este enfoque reduce la leyenda del ucumar a una pobre versión humana atrapada por el poder preventivo y/o comercial de la civilización. Aquí la cita de la versión de Caras y Caretas:
“El «ucumar». Con esta palabra quichua, que significa algo así como «El desconocido», está designando la prensa de Tucumán á un sujeto que aprehendió la policía de aquella provincia en los bosques del Chaco y que es una especie de fiera. Este hombre no habla ni entiende idioma alguno, se alimenta con hierbas e ignora en absoluto todo aquello que atañe a la moral de la especie humana. Su desarrollo físico es sorprendente y sobre todo la fuerza de que está dotado su cuerpo, que le permite luchar con cualquiera de los animales salvajes de la región, venciéndoles aun en la carrera. Es un tipo de alta talla, musculoso y cubierto de un pelo recio, que le cubre casi totalmente, dándole cierta apariencia de mono. No tiene nombre, ni idioma, ni sabe nada de su origen y en todo Tucumán es un problema averiguar cómo pudo vivir tantos años substraído completamente al trato de los demás hombres. Los indios sospechaban su existencia en el bosque donde se le tomó, pero jamás le habían visto. Parece que se trata de un niño abandonado que se crió solo e imitó para vivir a los animales que le rodeaban. Sus pasiones las expresa por medio de rugidos y cuando se enfurece éstos adquieren una fuerza extraordinaria. Un comisario que recorría las campañas de Tucumán hacia el Chaco, lo tomó durante una excursión y lo llevó á la capital donde se le aloja en la Penitenciaria. La fotografía que presentamos de él, fue tomada para nosotros por el señor Torres, quien nos dice en la carta de remisión: «He tenido que vencer toda clase de dificultades para poder obtener la instantánea de frente que muchos aficionados no han podido conseguir, pues el salvaje hace imposible la tarea. Cuando ve la máquina huye y cinco soldados lo contienen a duras penas, pues tiene un fuerza asombrosa.»
En Tucumán, el «ucumar» ha llamado tanto la atención que durante las fiestas primaverales la sociedad de Beneficencia lo exhibía al público, mediante paga. En nuestra fotografía el nuevo Robinson está ya vestido con las ropas proporcionadas por las autoridades y no tiene la barba ni la melena enmarañadas que le daban un aspecto característico aumentando sus lineamientos de salvaje.”
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