PJ Capital: celo viguista ante a la campaña de afiliaciones de Llaryora

En la previa de la campaña electoral, los caciques PJ de las seccionales ven con desconfianza la campaña de afiliaciones que promueve el llaryorismo. Hasta ahora, no registran movimientos de este lado de Circunvalación, pero se mantienen expectantes.

Municipal18 de julio de 2025Felipe OsmanFelipe Osman
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Por Felipe Osman

A 20 días del cierre de listas, el escenario del PJ es de poco movimiento y mucha expectativa. La amenaza de que el cordobesismo se fraccione en tres listas no desvela en el Centro Cívico, donde tienen claro cuáles son las tensiones que preludian a las definiciones que impone el calendario electoral. Pero, aun así, las estructuras territoriales no son indiferentes a ese revuelto panorama.

A la amenaza de Natalia de la Sota de hacer rancho aparte si no se le concede el protagonismo que reclama en la boleta oficialista, se suma ahora otra, que llega desde el sur, y tiene por autores a otra fracción del delasotismo: Adriana Nazario y Edgar Bruno.

Y la indefinición previa a cada cierre de listas se potencia, esta vez, con el relevo que dejó abierto la renuncia de Juan Schiaretti a la presidencia del partido. Que, si bien vino acompañada de una carta de recomendación para que el gobernador lo suplante en la conducción del partido, no deja de plantear una instancia de reordenamiento interno.

Mientras esto sucede, José Ignacio Scotto, presidente de la Agencia Córdoba Joven, camina el interior provincial comisionado por Martín Llaryora para promover una campaña de afiliaciones dentro del peronismo, con el propósito de revitalizar el partido y abrir el juego para que la renovación dirigencial que acontece en la cúspide del PJ tenga también reflejo en la base del partido.

En los papeles, nadie discute la iniciativa. Todos creen que es positivo que el PJ busque sangre nueva y, de paso, ponga en movimiento la maquinaria electoral en la que el oficialismo provincial se apoya en cada turno electoral, pero que resulta tanto más determinante cuando el compromiso es una elección de medio término, a la que el cordobesismo asiste siempre condicionado a una agenda nacional que jamás le resulta cómoda.

De ahí la capital importancia que reviste, en el Centro Cívico, la participación de Juan Schiaretti en el test electoral. Primero, porque hacerle fuerza al llaryorismo es distinto que hacerle un desplante a Juan Schiaretti, quien representa una suerte de tronco común a partir del cual se abren las distintas ramas del partido. Nadie, o casi nadie, dentro del cordobesismo, discute la palabra de quien fue, junto a De la Sota, uno de sus padres fundadores.

Y segundo, porque una boleta capitaneada por el ex gobernador tendría, indefectiblemente, una identidad propia, imbuida pero no determinada por la actual gestión provincial. Con lo cual los flancos por los que se podría atacar a una oferta electoral por él liderada no incluirían, linealmente, cualquier déficit que se reclame al Gobierno encabezado por Llaryora.

Pero, volviendo a la estructura territorial del partido, todo este marco de situación presenta una complejidad adicional: aunque en los papeles nadie cuestione la referida campaña de afiliaciones, los caciques territoriales del PJ asisten a ella con indudable recelo, por el sencillo motivo de que, si de renovar se trata, el recambio vendría por ellos.

La llegada de Llaryora al municipio, en 2019, tuvo dos factores determinantes: la tracción de Schiaretti en la boleta, como candidato a gobernador, y el trabajo de la estructura territorial del PJ Capital, comandado por la senadora nacional Alejandra Vigo. En su periplo al frente del Palacio 6 de Julio, Llaryora se abstuvo de germinar una estructura territorial propia, para no incomodar al viguismo. Luego, Passerini también trabó una alianza con los presidentes de seccional asestados en cada cuadrante de la ciudad por la esposa del ex gobernador.

De ahí que el viguismo se haya mantenido al mando de esas estructuras, que hoy ven en la campaña de afiliaciones de Scotto, cuya referencia directa es el diputado nacional llaryorista Ignacio García Aresca, una amenaza a la que niegan, de momento, real capacidad territorial. Pero que no deja de representar un desafío. 

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