Intimidades de una diva nacional

J.C. Maraddón

Además del arrollador impulso que fueron tomando los llamados géneros urbanos, si algo ha caracterizado a la música de consumo masivo en las dos décadas y media que han transcurrido del presente siglo, eso es la sucesiva aparición de voces femeninas inscriptas dentro del pop, que han protagonizado fenómenos de fanatismo entre jóvenes y adolescentes. Aunque cada una de ellas pueda poseer características propias que la distinguen de sus pares, esta avalancha de divas que corona con éxito su ascenso a la popularidad no tiene demasiados antecedentes en la industria discográfica, donde el predominio estaba a cargo de los solistas masculinos.

Se trata de una tendencia fácilmente apreciable en el negocio de la música durante al menos los últimos veinte años, que no muestra perspectivas de ir menguando sino todo lo contrario, con la frecuente emergencia de promesas de la canción que se postulan para tomar el relevo de las figuras ya consagradas. Con propuestas más vanguardistas en algunos casos y más previsibles en otros, de origen latino, afroamericano o anglosajón, con repertorios melódicos o dirigidos a promover el baile, ellas constituyen una de las constantes de este tiempo que no se caracteriza por las regularidades sino por las sorpresas permanentes.

Tal como ha sucedido con las modas que fueron irrumpiendo en el mundo desde mediados de la pasada centuria, también en la Argentina se hicieron notar los ecos de ese reinado de las cantantes que se entronizaba en el hemisferio norte y que derramaba su influencia sobre todo el planeta. Desde el ámbito de la comedia musical, como Lali Espósito y Tini, desde la cumbia como Emilia y La Joaqui, desde YouTube como María Becerra o desde los ritmos urbanos como Nicki Nicole, una generación de mujeres saltó a la fama y se apropió de un espacio que monopolizaban los hombres.

Los modos actuales en que se produce, se distribuye y se consume la música, condicionaron la trayectoria de estas aspirantes a ídolas, que solidificaron su carrera en el ecosistema del streaming y, por lo tanto, sabían de entrada que las actuaciones en vivo iban a ser su principal fuente de ingresos. Eso potenció el despliegue de sus performances, siempre acompañadas de trucos coreográficos, efectos lumínicos y poderosas visuales, gracias a lo cual se hicieron fuertes en el circuito de conciertos y crecieron en su poder de convocatoria, hasta que los grandes estadios fueron el escenario imprescindible para contener a sus fans.

Parte de ese proceso se advierte en las escenas que reúne el documental “LALI: La que le gana al tiempo”, estrenado la semana pasada por Netflix y dirigido por un primo de la intérprete, Lautaro Espósito. Más allá del material de archivo que rescata sus proezas infantiles en el inicio del camino hacia la consagración, lo que vemos allí es la evolución del “Disciplina Tour”, que arrancó en junio de 2022 en el Luna Park y que la llevó en marzo de 2023 a reunir 50 mil personas en la cancha de Vélez Sársfield, el mismo lugar donde este año está completando cinco funciones, la última de las cuales se realizará el martes que viene.

En esta producción fílmica, Lali se expone en su intimidad, de esa manera que sus admiradores sabrán apreciar, sincerándose en temas como la composición de sus canciones y la polémica que la enfrentó con el presidente de la Nación, a quien hace referencia en su hit “Fanático”. Pero quizás el segmento más movilizador sea aquel donde rememora el periodo de aislamiento durante la pandemia, cuando las circunstancias la llevaron a hacer un replanteo de su vida y a desplazarse temporalmente hacia España.