Conservadores o liberales

El espacio de Javier Milei se debate entre todas las expresiones que confluyen en su seno, lo que puede ser destructivo para el proyecto

Nacional 22 de noviembre de 2023 Javier Boher Javier Boher
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Por Javier Boher

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El triunfo de Milei representa buena parte de la bronca acumulada contra un kirchnerismo que fracasó estrepitosamente en su intento por llevarle bienestar a la gente, pero también fue un voto con una cuota de esperanza respecto a lo que puede venir. Aunque para la mitad de sus votantes en el ballotage fue un voto por descarte, para el resto fue un voto positivo.

Como ocurre con todos los populismos, cada ciudadano que decidió apoyar a Milei puede armar su propio candidato. A lo largo de los años ha dicho tantas cosas -y se desdijo en la misma cantidad- que hay una declaración para cada cosa que busquemos, por lo que es relativamente fácil encontrar de qué agarrarse para apoyarlo.

De ese modo, en su espacio confluyen múltiples interpretaciones sobre qué es la libertad, qué es la igualdad, qué es el Estado de derecho, qué es el Mercado, qué es el Estado, qué son los políticos, qué son los derechos, qué es la oposición o qué debe hacer un gobierno. No hay una única visión, pero la única vara parece ser la que el líder defina en el momento.

En ese rejunte de personajes hay de todo. Se pueden encontrar liberales clásicos, neoliberales, liberales políticos, sociales o económicos, y también conservadores, terraplanistas o amantes de las teorías conspirativas. Es tan diverso como se pueda imaginar.

Allí aparece la figura de “Bertie” Benegas Lynch, uno de estos personajes del conservadurismo argentino que dice defender la libertad, aunque en realidad la desprecie. Es algo muy parecido a muchos de los liberales que tenemos en Córdoba, esos que solamente creen en la libertad de mercado y en la opresión sobre todo lo que no se ajuste a sus dogmas morales, como Agustín Laje.

Hasta ahora no tenemos precisiones sobre qué pretende hacer Milei en cuanto a programa económico, acaso la demanda más fuerte por parte de la sociedad. Hay rumores sobre una liberalización brusca de la economía, con una reducción de retenciones en un plazo de seis meses, la eliminación del cepo y el inicio de las privatizaciones, pero todo en el plano de las conjeturas.

En ese vacío de propuestas concretas emergen los personajes como el mencionado anteriormente, poniendo el foco en cuestiones accesorias a la principal demanda de la sociedad. Benegas Lynch aseguró que para él hay que trabajar para derogar la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

No está mal que ahora que va a ser legislador impulse la agenda que siempre tuvo, pero quizás no sea buena idea empezar por espantar a los que podrían dar su apoyo político en este momento de alta legitimidad popular y bajísimo poder institucional. Ninguno de los problemas del país se resolvería si prosperara su iniciativa, la que además es de casi imposible aprobación.

Acá hay que ser cuidadosos con no tomar lo que puede decir Benegas Lynch para generalizarlo a todo el espacio libertario. Sin ir más lejos, el jefe de la bancada kirchnerista en el Senado, el formoseño José Mayans, votó en contra del proyecto sin que eso le signifique al espacio una derrota simbólica o un ataque por parte del colectivo de pañuelo verde.

Es fácil confundirse y creer que el 55% de los votos es al proyecto original, pero los números indican que entre las PASO y las generales hasta Juan Schiaretti creció más que el libertario, que se tuvo que desprender de la agenda del núcleo duro para conseguir votos en el centro del electorado. El verdadero riesgo es para un presidente que seguramente será atacado con saña por todos los que se autoperciben progresistas, a los que de alguna manera deberá seducir con propuestas más próximas al liberalismo social que al conservadurismo, pero sin generar rechazo entre los propios. Para los populismos esa plasticidad es algo más sencilla que para otros.

Tal como suele suceder cuando los resultados económicos no aparecen -lo que en Argentina siempre es una opción- la primera opción es hablarle a los propios, aferrándose a esos adherentes que dan seguridad simbólica. Sin embargo, esa no es una opción sostenible en el tiempo, ya que lo más probable es que el caudal de votos vaya menguando progresivamente, tal como le pasó al kirchnerismo y su abrazo a las más alocadas teorías sociales con tal de retener el voto de las facultades de sociales.

Existe algo de licencia social para realizar un ajuste un poco más fuerte que lo que se venía soportando hasta ahora, el que sería más fácil de tolerar si hubiese gestos de ajuste más extremo en el sector público, el único que parece no haberse percatado de la inflación galopante que asola al país.

Si las medidas fuesen parte de un plan racional y bien dirigido, que pueda empezar a enseñar sus brotes verdes como máximo seis meses antes de las legislativas de 2025, todo se acomodará para el nuevo gobierno. Simplemente tiene que tratar de no entrar en los delirios conservadores de un puñado de extremistas que pueden costarle apoyos políticos importantes entre los viejos socios de Juntos por el Cambio, esos que están a nada de reflotar al viejo UNEN. No son pocos los que creen que no se va a poder contener a los ultras y que las expectativas se terminarán diluyendo rápidamente.

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