El país del futuro

La falta de atención con la que la gente castigó a los que querían conflicto en el aniversario de los sucesos de 2001 hace recuperar la fe en las oportunidades que el país tiene por delante

Nacional 21 de diciembre de 2023 Javier Boher Javier Boher
2023-12-20-bullrich

Por Javier Boher
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Toda la expectativa puesta en el enfrentamiento entre las fuerzas del cielo y las fuerzas de la calle terminó en una farsa gigantesca. Ni el operativo antipiquetes disuadió a nadie ni la movilización de los gerentes de la pobreza llenó la plaza. Todo quedó en pirotecnia verbal para ese radio de 30km alrededor de la casa de gobierno. El resto del país hizo su vida con normalidad.

Los extremistas de un lado y otro se deben haber sentido defraudados. No hubo palos, camiones hidrantes pintando gente de azul, heridos por balas de goma, ni nuevos mártires para sumar al panteón piquetero, afortunadamente. No pudieron festejar el desorden, el caos ni la violencia, algo que deben estar esperando desde hace bastante. Supongo que tiene que ver con el cambio de época y los recuerdos de la mancomunidad mundialista. Elijo creer.

Hace unos días me crucé con un hilo de Twitter que me resultó muy interesante. Allí el autor repasaba la historia argentina con una mirada particular. No era nada que no hubiese escuchado antes, pero lo traía a la actualidad.

Desde su punto de vista, aquellas ideas de progreso en las generaciones del '37 y el '80 habían inspirado a un pueblo en la convicción de que este era un país en construcción, un país en el que estaba todo por hacer.
En algún punto de los '60 los argentinos nos convencimos de que el futuro no podía traer nada mejor que lo que ha iamos visto en el pasado. Los liberales no podían soñar con un gobierno que trajera más libertades que las vividas en la república conservadora. Los radicales estaban convencidos de que la democracia era la de Yrigoyen y Alvear. Los obreros no podían comprar el relato de la izquierda emancipadora, porque el peronismo les había dado el bienestar material. Todos veían que lo mejor había quedado atrás y añoraban el regreso de aquellos años.

Así nos pasamos la vida, con el freno de mano puesto y la vista clavada en el espejo retrovisor. Nada de lo que viniera por delante nos importaba. Hasta que nos la pegamos contra la pared.
Los demócratas vieron que sólo con la democracia no alcanzaba, como aprendieron de Alfonsín. Los liberales aprendieron que sólo el libre mercado no es suficiente para la prosperidad, como aprendieron con Menem. Los proteccionistas aprendieron que el foco puesto solamente en el Estado tampoco alcanza para el crecimiento, como quedó claro con el kirchnerismo. La nostalgia por los años del pasado fue quedando cada vez más lejos, al punto que un adolescente que vivió las mieles del primer y segundo peronismo hoy ya debe tener una buena cantidad de bisnietos. Todo desde entonces fue para abajo.

La mala situación social, política y económica en la que nos dejaron el kirchnerismo y el macrismo significó un cambio de mirada para millones de argentinos. Con el último gran mito argentino destruido (la idea de que los jóvenes de los '70 tenían la llave para hacer de este un país más justo), se murieron las certezas y convicciones. El menemismo es un recuerdo bastante reciente para muchos, que sabemos que no son esas mismas recetas las que van a resolver todos los problemas, aunque sí puedan ser la apropiadas para resolver algunos. El kirchnerismo está muy vivo para muchos, que saben que demasiado Estado ahoga las libertades individuales, pero reconocen que sin ningún Estado tampoco es posible que se realicen las mismas.

Tal vez por eso el sentimiento predominante durante algún tiempo -y que todavía persiste- es que este país no tiene futuro. Tal vez eso ha sido cierto durante mucho tiempo, pero el quiebre social y de carácter que significó la gesta mundialista volvió a empujar a la gente en la idea de que no estamos condenados a vivir mirando hacia atrás. Así como las generaciones del '78 y el '86 condicionaron al fútbol posterior hasta el punto de hacernos sentir que era imposible volver a salir campeones, un día elegimos volver a creer. El pasado no nos traía nada y todo estaba en el futuro. Una selección casi sin jugadores famosos (en comparación a los '90 y '00) logró lo que tantos intentaron y no pudieron. Ellos se sacaron el peso del pasado y construyeron su futuro. Fueron un ejemplo de que no estábamos condenados al fracaso perpetuo. Nos hicieron creer.

No importa el protocolo antipiquetes, la marcha conmemorando diciembre de 2001, las banderas con la cara del Che Guevara o las frases de dirigentes del pasado que quieren condicionar el presente. Los argentinos nos queremos convencer de que el futuro está en el futuro, no en algún edulcorado rincón mítico de nuestra historia pasada. Muchos eligieron volver a creer que acá está todo por hacer, que acá es el país del mañana, que esos que quieren imponer condiciones del pasado van a quedar allá en el pasado.

Así como algunos días me vence el pesimismo, hoy puedo decir que es todo lo contrario. Ver la cantidad de gente a la que no le importó en lo más mínimo la agenda en la que nos quisieron meter piqueteros y amantes de los bastonazos emociona, porque significa que es algo que todos queremos dejar atrás para enfocarnos en el progreso, el bienestar y la libertad. En esos días elijo creer.
 

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