Los políticos que supimos conseguir

No importa el nivel, la extracción, ni la edad de los dirigentes, cada vez queda más claro que están bien a tono con la sociedad

Nacional 18 de enero de 2024 Javier Boher Javier Boher
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Por Javier Boher
En estos últimos días ha habido un par de noticias que son síntomas de un mismo problema, que es la pésima calidad de nuestra clase dirigente y sus bajísimos niveles de formación. 
Todavía recuerdo cuando en primer año de la universidad un profe me hizo entender algo clave de la crisis de 2001: con el "que se vayan todos" le estaban pidiendo a los políticos que no fuesen como ellos, como la gente común, pero eso es imposible, porque los políticos salen de la misma sociedad corrupta. El profe entendía perfectamente lo que quería decir y por eso terminó siendo funcionario de Alperovich sin mayores reparos morales, como corresponde a un profesional de la política.
Alcanza con ver cualquier programa de entretenimiento de los que hay en la tele. Allí, la gente demuestra que cada vez sabe menos, cometiendo errores insólitos ante preguntas sencillas. ¿Por qué debemos suponer que los políticos tienen más o mejores herramientas que la gente común? No importan los títulos ni la chapa, ninguno se pierde la oportunidad de demostrar que no está a la altura del desafío de conducir la política de este país, siempre susceptible a caer en los excesos.
Milei en Davos
El presidente estuvo en el Foro Económico Mundial y fue noticia por su discurso sobreideologizado. Fue newtoniano, una reacción igual y opuesta a la figura de Cristina Kirchner, que aprovechaba esas tribunas para hablarle a la militancia y conseguir quedar cada año más al margen de la foto de familia que se sacan los líderes al concluir los eventos.
Ese tipo de fotos globales están bajo el influjo de retóricas buenistas e igualitarias que no suelen traducirse en políticas concretas, pero que tampoco conviene cuestionar. Si uno va a un velorio y están todos llorando al lado del cajón, aunque nos parezca que el muerto no valía tantas lágrimas no hay que empezar a reírse, sino que hay que seguir el rito de mostrarse compungido. Personalmente creo que es como el tío raro que va de camisa hawaiana a un casamiento: llama la atención y todos creen que es un papelón, pero va a depender de otras cosas hasta que decidan dejar de hablarle.
Moreno contra Llaryora
Guillermo Moreno se va convirtiendo, de a poco, en el sucesor de Julio Bárbaro como catador de peronismo. Tal vez el veterano dirigente de voz áspera ya no genera el mismo impacto que antes, así que ahora lo llaman al ex secretario de comercio interior para que hable de sus impresiones sobre las nuevas figuras del justicialismo, tal vez porque lo ven personificar lo que sería una especie de "metro patrón" del peronismo.
Esta vez le tocó cobrar a Martín Llaryora, sobre el que consideró que tiene un tufito socialdemócrata. Nadie sabe muy bien qué quiere decir con eso, ya que al principio lo usaba como sinónimo de alfonsinismo para pegarle a Alberto. Que al ex presidente le pusiera una etiqueta que ya abrazaba no suena descabellado, pero sí es extraño escuchar que le diga eso a un gobernador peronista. Tal vez sea por la amplitud de la alianza política local, aunque me parece que Moreno ve socialdemocracias en todo régimen que no sea un autoritarismo estatista como el peronismo original. Lo irónico de todo esto es que hay gente que cree que el nuevo Julio Bárbaro puede ser una especie de restaurador del peronismo nacional, a pesar de que en las PASO sacó poco más de la quinta parte de los votos que sacó Llaryora en la provincia. Como buen peronista, Moreno debe tener bien en claro que los votos son el ancho de espadas.
Milei contra el fake de Kicillof
Hace unos días una cuenta apócrifa de Kicillof hizo un posteo parafraseando al de una politóloga que le decía al presidente que había estudiado más economía que él. Lo absurdo fue que Milei (o quien sea que le maneje la cuenta) se tomó el trabajo de responderle como si fuese el verdadero. 
Es increíble que nadie se fije en esas cosas, pero aún más increíble es que la gente lo celebre. Incluso sabiendo que no le estaba respondiendo al verdadero gobernador bonaerense, los milevitas festejaron la intervención. Así fue que ayer Kicillof recogió el guante y lo chicaneó en un discurso por haber respondido el posteo de un fake. Parece como si ninguno quisiera cortar con la berretada.
Villarruel equivocando el nombre de Llaryora 
La vicepresidenta fue noticia en Córdoba porque habló de Federico Llaryora, al que en un posteo renombró Yaryora. Los que tenemos apellido de grafías complejas nos pasa de renegar por ello, pero es ridículo que la segunda autoridad ejecutiva del país, de visita en el segundo distrito de más peso electoral, no sepa el nombre del gobernador.
Uno trata de creer que es a propósito, una provocación para con uno de los políticos opositores con mejor imagen (y porque se sabe de lo orgullosos que suelen ser los políticos, que hasta se pelean por el lugar en la foto), pero todo apunta a que son, lisa y llanamente, bastante improvisados. Es tan grosero que cuesta aceptarlo. 
Con el paso de los años la política se ha ido haciendo más plebeya, pero en el mal sentido de la palabra. Cada vez hay dirigentes menos formados, porque las habilidades necesarias son cada vez más limitadas y más centradas en la capacidad de rosquear o representar a alguna corporación. Hay menos de eso que llaman cultura general, que no es otra cosa que la formación básica escolar de otras épocas le daba a cualquier persona, que se complementan con la propia curiosidad y voluntad de saber.
No importa el nivel de gobierno, el color político, la edad, ni ninguna otra categoría. Los políticos no pueden ser otra cosa que un reflejo de esta sociedad, una que poco a poco ha ido perdiendo todo lo que alguna vez la supo caracterizar. ¿Por qué suponemos que podrían ser mejores?.
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