Piedra amarilla

La historia del hijo cacique de Alberto Rodríguez Saá deja en claro que cualquier estrategia es válida para retener y aumentar el poder en el país

Nacional 26 de enero de 2024 Javier Boher Javier Boher
2024-01-25-rodroguez-saa

Por Javier Boher
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El título de la nota es una traducción literal de Yellowstone, una serie protagonizada por Kevin Costner, que cuenta la vida en una de las zonas más aisladas y pobres de Estados Unidos, el estado de Montana. Allí se ven situaciones y prácticas en las que se entrecruzan el poder, la política y la economía, muchas de las cuales parecen sacadas de Argentina.
Por curiosidad me puse a averiguar sobre dicho Estado. En efecto, es el estado 46 de 50 en PBI per cápita, pero multiplica casi por seis al de argentina. Por las particularidades de la organización política norteamericana tiene varias reservas indígenas, en las que aplican menos leyes federales o estatales, lo que incentiva ciertas prácticas como la de los hoteles o casinos. Es uno de los puntos clave de la trama de la serie.
El principal rival del personaje de Costner es un nuevo jefe tribal (elegido como una especie de CEO para administrar la reserva), que pretende recuperar las tierras para la comunidad. Lógicamente no lo hace pidiendo por la libertad de Milagro Sala, sino por medio de la política pura y dura: presión, violencia y extorsión, un poco menos de persuasión, y bastante de puesta en escena.
Como hemos dicho varias veces, la política fuera de los grandes centros urbanos de la región pampeana es otra cosa completamente distinta. Hay lazos de lealtad a los caudillos que se van pasando entre generaciones, prácticas y relaciones que eluden las leyes y otras cuestiones abiertamente ilegales, pero clave para el funcionamiento más o menos armónico de esos espacios.
El país que se autopercibe blanco, republicano y europeo se termina allí donde se termina la mancha de la colonización de fines del siglo XIX, esa franja central del país que insiste en seguir votando de una manera diferente a la del resto del país. Ya en los límites de la Córdoba no agrícola aparecen esas redes que no se ven desde las aulas de las facultades de sociales y humanidades.
No vamos a abundar sobre esas cosas, pero el caudillismo se sostiene -entre otras cosas- por el acabado conocimiento de los resortes del Estado y de las palancas necesarias para forzar la llegada a la gente común. Esta vez eso quedó plasmado en la jugada del hijo de Alberto Rodríguez Saá en San Luis, por la cual lo nombraron cacique ranquel para que pueda hacerse con el control de una reserva que tiene 66.000 hectáreas de extensión, según una investigación del periodista Daniel Malnatti. Para tomar dimensión de la superficie, la ciudad de Córdoba tiene 57.600 hectáreas, casi un 15% menos que el campito del cacique Rodríguez Saá.
No se puede negar la ascendencia indígena de la familia en cuestión, ya que los hermanos que gobernaron la provincia tienen un tatarabuelo que fue jefe ranquel. Ahora bien, no parece muy serio retomar una vieja y lejana raíz originaria para reclamar la conducción de semejante extensión de tierra.
La tradicional familia fue derrotada en las últimas elecciones, perdiendo la gobernación por primera vez en años. Virtualmente monopolizaron el poder durante los 40 años de democracia, con alternancia simulada o con elecciones amañadas en las que algunos punteros propios llevaban a votar al candidato opositor para aparentar una pelea más ajustada. Tener que irse de la gobernación fue un golpe duro. Ahora también se cuestiona ese espacio de poder que pretendían mantener.
El nombramiento irregular fue en 2017 y volvió al centro de la escena ahora, por decisión del gobernador Poggi, que pretende que se normalice la situación. La familia de los exgobernadores hará lo posible para evitarlo, porque desde allí podría tratar de rearmar algún nuevo proyecto político. 
Todo en esas provincias periféricas remite a la serie de Costner y compañía. El aislamiento, las duras condiciones de vida, la ruralidad, la baja densidad poblacional y las artimañas políticas que trazan con crudeza una línea entre propios y ajenos, donde hay menos matices y más presiones a la hora de elegir un bando.
Es sabido que los políticos son capaces de cualquier cosa por un poco más de poder, como lo vimos con Massa diciendo que bailaba cuarteto en su casa. Esto lleva las cosas un poco más allá, como si Llaryora hiciera nombrar cacique sanavirón a algún pariente para darle el control de 50.000 hectáreas en el departamento San Justo. Seguramente entre los piamonteses de la zona habría varios émulos de John Dutton, el personaje de Costner, tratando de ponerle un límite a una maniobra como esa.
Este país es una usina permanente de tramas políticas que con el tiempo aparecen como guiones en algún lado. En esos espacios marginales del país, donde por décadas (incluso siglos) solamente existió la ley del más fuerte y el más vinculado, este tipo de cosas son moneda corriente, como las internas en el movimiento campesino de Santiago del Estero, los piqueteros chaqueños del clan Sena, Milagro Sala en Jujuy y cómo todos terminan convertidos en terratenientes. ¿Cuántas historias similares estarán esperando salir a la luz, listas para convertirse en un nuevo capítulo en una serie norteamericana?.
 

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