Pacto de San Sentido Común

Hay gente desesperada por forzar interpretaciones legales para desatar un conflicto abierto entre poderes políticos

Nacional 19 de febrero de 2024 Javier Boher Javier Boher
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Por Javier Boher
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Uno pensaría que ciertas cosas, tras probarse inviables, desaparecerían de la agenda, pero no. Hay algo en esta Argentina de opinadores poco informados que permite la persistencia de debates, posturas o argumentos que no tienen pies ni cabeza.
Hace ya cosa de dos semanas un periodista -de intensa actividad tuitera y escasa participación mediática- empezo6a fogonear la idea de que Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires estarían tramando la posibilidad de valerse de algunas hendijas abiertas por el Pacto de San José de Flores para exportar granos desde puertos de la provincia de Buenos Aires, haciendo pasar todo el dinero por el banco de la misma, que por anteceder a la unificación nacional no debe tributar a la nación.
Algunas horas después hubo un par de cuentas de autopercibidos periodistas que se dedicaron a hacer circular la versión como un rumor cierto, producto de que ninguno se tomó el trabajo de chequear la información ni consultar a algún especialista en derecho o en cuestiones aduaneras. 
Al rato el tema ya estaba instalado en Télam, con un cable que se convirtió en nota por obra y gracia de pasantes sobrecargados de trabajo, obligados a cubrir las actualizaciones permanentes de las páginas web. Un poco de magia de SEO (optimización del formato para que sean levantadas con facilidad por los buscadores) y esas notas empezaron a aparecer con títulos al estilo de "¿Qué fue el Pacto de San José de Flores y por qué le interesa a Córdoba?". 
De ahora que le pregunten a los gobernadores de la región centro había un paso, que llevó a que los consulten por el tema. Como siempre, las respuestas fueron ambiguas, haciendo hincapié en el maltrato de nación, pero sin responder a la cuestión del Pacto, básicamente por desconocimiento o desinformación. Este fin de semana volvió a circular, pero ya casi como una certeza, lo cual anticiparía un conflicto enorme entre el poder central y las provincias, mucho peor de lo que imaginan.
El Pacto de San José fue el instrumento por el cual la provincia de Buenos Aires se integró a la Confederación Argentina, aceptando su Constitución a cambio de algunas concesiones que resultaron beneficiosas a ella, que había sabido aprovechar los años de división del país. Mitre salió parado del proceso como el hombre fuerte del país, primer presidente tras concretarse la reunificación, que llevó tres años entre la firma del pacto y la materialización del proceso. La visión de Urquiza y Mitre de una Argentina grande y organizada fue mayor a los recelos existentes entre los más fanáticos defensores del federalismo y la autonomía.
El Pacto de San José fue una pieza necesaria para empezar a desandar un camino que en medio siglo le había cambiado la cara al país, pasando de un rejunte de voluntades a un país soberano sobre todo su territorio, con una capital federal, con educación primaria pública, sin guerras civiles y plenamente integrado a la economía mundial.
A lo largo de todo ese proceso se fueron sucediendo nuevas leyes y normativas que fueron extinguiendo los alcances de aquellos pactos preexistentes, necesarios en su momento pero insuficientes para el desarrollo de la nación. Los límites a la emisión de moneda o a la formación de un ejército por parte de Buenos Aires se establecieron a medida que creció el poder del gobierno central y se impuso una nacionalización forzosa de la defensa y la moneda.
Quienes sueñan con esa posibilidad de Buenos Aires activando el Pacto de San José se olvidan de una parte fundamental: en el mismo texto del acuerdo la provincia se compromete a ceder sus aduanas al gobierno federal. Fin de la discusión. Todo lo que salga por los puertos bonaerenses con destino al mundo es parte de la jurisdicción nacional y debe tributar a la nación. No existe la posibilidad de que Córdoba o Santa Fe vendan al exterior sin pagar retenciones, valiéndose de los puertos o el banco de Buenos Aires. De hecho, si eso hubiese sido remotamente posible, se podría haber activado previamente, sin necesidad de esperar a este punto de enfrentamiento entre niveles de gobierno, o incluso la misma provincia de Buenos Aires, gran productora de alimentos y fuertemente perjudicada por la coparticipación, podría haberlo usado para todos los bienes alcanzados por el infame instrumento de las retenciones.
Si las provincias de la región centro decidieran avanzar en ese sentido, forzando alguna interpretación del Pacto, estaría habilitando al gobierno nacional a decretar una intervención federal, un escenario que no resulta conveniente para nadie. Las provincias se comprometieron -al jurar lealtad a la Constitución nacional- a no establecer aduanas interiores, legislación sobre comercio o navegación, acuñar moneda y demás funciones delegadas al poder central.
En momentos complejos como el actual es muy tentador pensar en salidas ingeniosas, forzando reinterpretaciones de las normas. Sin embargo, debería ser exactamente al revés. Los tiempos convulsionados que se están viviendo deberían servir para cumplir con más convicción las reglas, aferrándose a aquellas herramientas que permitieron la construcción de un país a partir de un puñado de identidades aisladas en la inmensidad geográfica de la Argentina. Tal vez sea buena idea dejar de orientarse por los escenarios alternativos que elaboran tuiteros a los que no les interesa el devenir de la nación, sino la cantidad de interacciones que tienen esos posteos que les aseguran una buena fuente de ingresos.
 

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