Las relaciones de la subversión argentina y chilena (Primera Parte)

Nacional 14 de marzo de 2024 DAS
santuc

Daniel Alvarez Soza

        Las organizaciones guerrilleras que operaron en la Argentina y Chile establecieron planes de colaboración y asistencia en los diversos períodos en las que operaron, aun cuando sobre la materia constatamos que tales contactos se materializaron generalmente al alero de organizaciones que cobijaron bajo su bandera a las distintas orgánicas violentistas de la región, sin perjuicio de algunos vínculos directos que tuvieron lugar entre agrupaciones de ambos países. Decimos esto, toda vez que la guerrilla latinoamericana consideraba esta unificación, inspirada en el pensamiento del Che Guevara en cuanto a convertir a los Andes en una verdadera Sierra Maestra.

    Dado que los procesos guerrilleros en estos países fueron distintos, tanto en sus orígenes como en su accionar, consideramos que los objetivos de estos fueron, si bien no idénticos, al menos similares, en cuanto a consolidar a través de su actuar las bases de la dictadura del proletariado o la constitución del “Gobierno popular” como  así lo llamaban los cuadros de la dirigencia guerrillera.

   Al revisar los antecedentes consultados en esta investigación, constatamos que la mayor relación operativa o guerrillero militar se vio fuertemente ligada entre el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Por lo que los vínculos con otras organizaciones armadas argentinas, entre ellas Montoneros, con agrupaciones violentistas chilenas fue menos intensa, pero no por ello menos importante, por cuanto si bien sus cuadros subversivos no actuaron en forma determinante en la experiencia guerrillera de Chile, estos colaboraron con el financiamiento para las acciones terroristas del MIR, sobre todo una vez derrocado el gobierno de la UP. 

   La relación o vínculos existente entre la guerrilla del MIR y el ERP la anotamos al revisar los trabajos de autores citados, tanto argentinos como chilenos quienes han analizado históricamente a estas organizaciones, lo que se suma al relato de las experiencias aportadas por ex cuadros subversivos.

   Respecto a los vínculos, semejanzas y diferencias existentes en estas organizaciones, José Rodríguez Elizondo, en su obra  “Crisis y renovación de las izquierdas”, nos dice:

   “Al abordar la historia de dos expresiones de la izquierda revolucionaria del cono sur, como fueron  el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile y el Partido Revolucionario de los Trabajadores- Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), de Argentina, particularmente en lo relativo a la política de masas que ambas organizaciones impulsaron en función de construir el “poder popular”, persiguiendo con ello el poder cubrir el amplio déficit historiográfico existente que diera luces sobre las complejas relaciones existentes entre la izquierda y el movimiento popular.

    “En las décadas de los ’60 y los ’70 América Latina se vio sacudida por una serie de conflictos político-sociales, cuestión que dejaba de ser novedosa en una región de profundas desigualdades estructurales. Aquellos tenían elementos en común con otros acontecidos a lo largo de la historia latinoamericana: se generan en un momento de crisis y transformación económica, manifestándose a nivel de las estructuras del Estado, y se observa la movilización de importantes sectores sociales. Sin embargo, lo que destacaría de ellos serían sus elementos de cambio, particularmente dos: primero, que buena parte de la movilización social, que alcanza niveles generales, se articula en torno a la transformación radical de los sistemas de dominación, teniendo como meta explícita la construcción del socialismo y, segundo, que en esa coyuntura la izquierda revolucionaria juega un rol de importancia en el desarrollo de la lucha política, enfrentándose a los sectores gobernantes y disputando la conducción del movimiento popular de la izquierda tradicional.

    “Sobre esta izquierda se han tejido una serie de imágenes ideologizadas, tales como “aparatistas”, “foquista”, “violentas” y carentes de relaciones sólidas y amplias con el movimiento popular, caracterización excesivamente general que, si bien tiene ciertos visos de realidad , ignora las particularidades que les permitieron a algunas de ellas asumir roles protagónicos en las luchas políticas de sus países , siendo ese el caso del MIR y el ERP, orgánicas que efectivamente lograron vincularse con importantes segmentos sociales y, a partir de ello, participar de las luchas por el “poder popular” que se libraba en sus países. Ahora bien, aquel vinculo no fue azaroso, posibilitándose por la política de masas que impulsaron, una política que contempló la reflexión y práctica del “poder popular”” (1).   

    La temática del “poder popular”, si bien está presente en todos los teóricos clásicos del marxismo  - obviamente Marx, Engels, Trotsky y Lenin-  fue tratada básicamente por este último en el contexto de la revolución rusa, pasando a conformar uno de los engranajes de su “teoría del poder”.

    Aquella “teoría del poder”, que será el núcleo fundamental del MIR y el ERP, tendrá como “primer peldaño una “teoría del Estado”, que inspirado en el pensamiento de Lenin en cuanto al carácter de “clase” de éste, destaca como base esencial la tesis de la dominación de una clase sobre otra, de ahí la necesidad de su destrucción. Sin embargo, Lenin planteaba que la destrucción del Estado burgués no sería posible mientras la clase dominada no creara su propio poder estatal, el cual iría constituyéndose a la par y en oposición al “viejo Estado”, emanando de ello el segundo escalón de la referida teoría del poder: la “dualidad del poder” y su materialización tras la creación de los soviets.

    “Para Lenin, el soviet era un organismo que expresaba el interés del proletariado y los pobres urbanos y rurales, representando no sólo un nuevo gobierno surgido de la iniciativa del pueblo “desde abajo” sino que además el “embrión del nuevo Estado”, configurándose con el surgimiento de ese embrión la existencia de una dualidad de poderes, situación transitoria que se resolvería a partir de que aquel poder “débil e incipiente” materializado en el soviet fuese asumiendo las tareas propias de un Estado, entre ellas el control de los funcionarios públicos y las finanzas estatales, la promulgación de reformas, la elección de las autoridades y el monopolio de la fuerza.

   “Por último Lenin señalaba que el soviet, en tanto expresión del poder del pueblo, sería el basamento material de la revolución, no cayendo en él la dirección propiamente política del proceso sino que en el partido, el tercer peldaño de su teoría del poder. Así, el dirigente bolchevique señalaba que la acción de los sectores más conscientes del proletariado no bastaban para impulsar la disputa con la burguesía, siendo necesaria una “conducción revolucionaria” que asegurara la orientación del proceso” (2). 

     Como se puede observar, la concurrencia de estos tres elementos: el carácter del Estado burgués y la necesidad de su destrucción; la conformación de órganos del poder popular como embriones del nuevo Estado, y la articulación del partido revolucionario como dirección política de masas, serán el sustrato teórico del MIR y del PRT-ERP, derivándose de ellos los componentes centrales de sus estrategias y tácticas para la conformación del poder popular.

  El instante donde se observó centralmente el despliegue de esta política, y que fue el marco  temporal al cual se circunscribe este análisis, correspondió al caso del MIR dentro del gobierno de la Unidad Popular (1970-1973); mientras que en el caso del PRT-ERP coincidió con el restablecimiento de la democracia (1973-1976), período que se inicia con el triunfo de Héctor Cámpora, el regreso de Perón y su posterior llegada al poder y que termina con el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón. Los periodos señalados, mostrarán elementos comunes: en ambos se observará una amplia, radical y constante movilización social  y además la instalación de regímenes democráticos, eso si, marcados por matices más o menos abiertos, los que sin embargo facilitaron estas movilizaciones.

      La instalación de los objetivos en los que se fundaba la teoría del poder popular, tanto en el caso del MIR como del ERP descansaban en la vía armada, centralizando su acción en una política de masas, la cual incorporaba la participación electoral  - aunque con fuertes reparos-, la movilización reivindicativa, la lucha política a través de acciones directas, más la creación de organizaciones del movimiento popular –centrales sindicales, comando comunales, coordinadoras interfabriles, cordones industriales y frentes intermedios- , todo lo cual junto a lo militar, definía la estrategia que ambas organizaciones planteaban para constituir el poder popular capaz de disputar el poder estatal.

    Las características propias del MIR y del ERP, así como las particulares coyunturas en que  desplegaron su accionar determinaron en buena medida la posibilidad de profundizar una gran diferencia en cuanto a la realidad estratégica de estas organizaciones. 

     Así, el PRT- ERP, tanto por el accionar militar que practicó como por las coyunturas en que nació y desarrolló, mantuvo una clandestinidad permanente, por lo  cual su militancia y su trabajo de inserción de masas permaneció bajo esa condición, haciendo considerablemente complejo la identificación de los lugares donde operaba y medir objetivamente el impacto que alcanzaba en la masa. “Aquella complejidad incluso se extendió a los trabajos de masas abiertos como fue el caso del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) y el Movimiento Sindical de Base (MSB), cuestión que surge porque la dirigencia del ERP-PRT, no deseaba comprometer a todas las bases en estos espacios. Respecto del MIR, la situación era considerablemente diferente, ya que si bien éste vivió periodos en la clandestinidad (entre mediados de 1969 hasta mediados de 1970; luego desde Septiembre de 1973 en adelante), esto no correspondía a una característica propia de esta organización, de hecho en algunos períodos de apertura contó con una prensa legal, participaba de elecciones sindicales, estudiantiles y poblacionales, organizando una serie de movilizaciones representativas de la izquierda, sobre todo durante la Unidad Popular” (3).

    En consonancia con lo expuesto, los vínculos entre estas organizaciones se vieron particularmente ligados a distintos periodos o etapas: la primera, particularmente en el proceso de instrucción militar del naciente MIR, cuyos “combatientes” recibían  instrucción guerrillera tanto en la Argentina como en Cuba. Un segundo periodo o etapa, lo encontramos en el gobierno de la Unidad Popular que pasó a convertirse en un referente de protección y  apoyo a las organizaciones terroristas latinoamericanas, incluidas a las argentinas, en tanto, que la tercera etapa, la podemos ubicar una vez producida la llegada de gobiernos de facto en ambos países, motivados entre otras cosas por el clima de inseguridad provocado fundamentalmente por la guerrilla.  

   

Primera etapa: Proceso de formación e instrucción guerrillero (1965- 1971).

    Según vimos los miembros del MIR provenían particularmente del ámbito universitario, aun cuando con posterioridad dieron lugar a la incorporación de elementos provenientes de los sectores más diversos de la sociedad, eso sí, muy bien capacitados militarmente. De ahí que Manuel Contreras Sepúlveda en su obra “La verdad histórica: el Ejército guerrillero” nos dice al referirse a los cuadros del MIR que: “Tenían muy buena instrucción militar por cuanto una cantidad apreciable de sus militantes habían sido enviados a instruirse militarmente a los campos de entrenamiento de Cuba o en el norte argentino, donde el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), tenía sus centros de instrucción militar”. (4).  

   “Los chilenos no dudaron un instante: adquirían experiencia combativa en medio de un proceso revolucionario ascendente, para luego aplicar sus conocimientos y experiencia en Chile. La dirigencia comunista autorizó la misión internacionalista de sus militantes, pero antes, estos oficiales entrenados en la guerra regular, debieron recibir una intensa preparación militar para la guerra de guerrillas que  enfrentarían en Nicaragua. Los militantes del MIR adquirieron una importante experiencia militar en la guerrilla de Tucumán, en las filas del ERP” (5).

   “El primer pensamiento de Fidel Castro fue invitar al MIR chileno para ir a luchar a tierra nicaragüense. De todos los movimientos pro castrista de América Latina, este grupo siempre había sido considerado el hijo predilecto de La Habana.

   “Sin embargo, según relata un ex combatiente chileno, Castro recibió un balde de agua fría en el encuentro, ya que los cuadros se estaban preparando para ir a luchar a Chile y no a Nicaragua, fue la intervención de sus interlocutores al rechazar la invitación del comandante cubano.

     “El episodio marcaría el inicio del declive de la influencia del MIR en Cuba y su inicio en la lucha contra el régimen militar chileno”.

     “Los miristas que desde 1969 venían siendo la niña de los ojos de Fidel Castro que con ese inusitado gesto patriótico, perdieron en adelante el favor del primer ministro cubano. Su actividad terrorista en Chile, que por casi una década había llenado la página policial de los diarios, se fue angostando, se tornó esporádica, hasta casi desaparecer en los años 90” (6).

     Si de instrucción de elementos subversivos se trata, Cuba fue la Universidad en donde los cuadros violentistas conseguían el máximo de capacidad combativa. Sobre esta materia Luis Mattini dice:

    “Un día del año 1970 un contingente de veinte miembros del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y combatientes del EPR partimos para un curso de dos meses en Cuba…El viaje se hacía vía Chile, en donde en ese momento gobernaba Salvador Allende, y el MIR chileno nos facilitaba el paso. Desde luego, todos viajábamos con documentos falsos, que no se referían ni al nombre legal ni al seudónimo. La intención era llegar a Santiago (por distintas rutas) allí se suponía que de inmediato abordaríamos un vuelo de Cubana de Aviación hacia la Habana”

   “….el MIR nos alojó en sus casas de seguridad. Por nuestra parte y rápidamente nos organizamos para lo que sería nuestra espera”.

    “Durante el correr de las horas hicimos cursos, mantuvimos charlas con el MIR sobre la vía chilena al socialismo, contribuimos a la preparación para la resistencia al golpe de Estado en el país hermano (golpe que, ya en ese año 1970, se anunciaba todos los días), hicimos guardias nocturnas para prevenir posibles atentados de los “momios” (chilenismo que hace referencia a los derechistas conservadores)”.

    “Desde luego, también fuimos a algunas movilizaciones de la Unidad Popular, vimos y escuchamos a  ende con ojos y oídos hipercríticos por su “reformismo” (Ahora – y fuera de 

ironías- reconozco que el   gobierno de Allende fue una de las democracias más completas de que se tenga  memoria)” (7). 

    Gran cantidad de chilenos viajaran a La Habana a instruirse en las escuelas guerrilleras “alrededor de 20.000. En tanto que hacia 1970, 3000 argentinos ya habían recibido adiestramiento militar en Cuba. Por los Campos de Pinar del Río y Punto Cero, en 1980 habían pasado unos 6000 argentinos. Los sudamericanos, por lo común, eran destinados a tres campos de adiestramiento:

 “PETI. 1: Sierra del Rosario, en la provincia de Pinar del Río.

“PETI: Punto Cero, en Guananabo, en el este de La Habana.

“Baracoa: en la provincia de Oriente (8).

     En 1971, mientras Santucho se encontraba en Cuba, logró establecer varios contactos con el MIR chileno así como con el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia (ELN) dirigido por Inti Peredo y luego por su  hermano Chato, además de lograr encuentros en Montevideo, que habrían dado como resultado colaboraciones mutuas entre las organizaciones guerrilleras. “Pero en Julio de 1971, de regreso de Cuba, Santucho mantuvo reuniones con el MIR en Santiago de Chile iniciando así un periodo de conocimiento mutuo hasta noviembre de 1972 en que se realizó la primera reunión de fundación de la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR)” (9).  

   De ahí la necesidad del ERP de participar en la formación de guerrilleros extranjeros, para ello estos operaban sobre un sistema formal de enseñanza, donde el propio Santucho comparecía a algunos actos consistentes en “reunir a la tropa y otorgarles un diploma a los guerrilleros graduados que estaban listos para la lucha armada”. En estos actos de licenciatura de subversivos participaron varios combatientes que posteriormente serán reconocidos por sus acciones violentistas, además de “un grupo numeroso de combatientes extranjeros  provenientes de Chile, Uruguay, Perú, Brasil, Suecia y Cuba”. (10).

_______________________________

1.- RODRIGUEZ ELIZONDO, José: “Crisis y renovación de la izquierda”. Editorial Andrés Bello, 1995. Santiago de Chile. Pág. 243-244.

2.- IBAÑEZ LANGLOIS, José Miguel: “Síntesis critica del Marxismo Leninismo”. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1984. Págs. 30-31.

3.- Pérez, Cristián: “El Ejército del Che y los chilenos que continuaron su lucha”. Centro de Estudios Públicos. 2003. Santiago. Pág. 77.

4.-CONTRERAS SEPULVEDA, Manuel: “La verdad histórica: El ejército Guerrillero: Ob. cit. Pág. 47.

5.- Pérez, Cristián: “El Ejército del Che y los chilenos que continuaron su lucha”. Ob. Cit. Pág. 77.

6.- De Revolucionarios a mercenarios” Capitulo II. Diario La Tercera. Chile 1997. Págs.6-7.

7.- MATTINI, Luis: “Los Perros: Memorias de un combatiente revolucionario” 1ª ed. Buenos Aires. Continente Pax, 2006. Págs. 22-23.

8.- DIAZ ARAUJO. Enrique. “La Guerrilla en sus libros”. Ob. Cit. Págs. 102- 103-157.

9.- MATTINI, Luis: “Hombres y mujeres del PRT-ERP: de Tucumán a la Tablada. Ob.cit., Pág. 86.

10.- BRIENZA, Hernán: “Mario R. Santucho: La guerrilla de izquierda”. Ob.cit. Pág. 62.

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