En el día de ayer hubo tres hechos que reflejan el amor de la Argentina por seguir mirando hacia el pasado
Chile: Congreso Pleno y la elección de Salvador Allende.
Asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, Gral. René Schneider. Parte 3/3
Nacional19 de diciembre de 2024 Daniel Alvarez SozaPor Daniel Alvarez Soza
Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales.
Doctor en Ciencia Política.
En lo político, el régimen de la UP insistía, necesitados de inspirar confianza, que el proceso de cambios se efectuaría dentro de la institucionalidad y con observancia a la Constitución y la Ley, esto es, respetando las normas democráticas, libertarias y pluralistas que caracterizaron a la república. Con esto la “Vía chilena al socialismo”, sería distinta a las realidades tanto a las de la Unión Soviética como a la Cuba de Fidel Castro. Allende expresaba, que se trataba de una “revolución a la chilena, con sabor a “empanadas y a vino tinto”, pero más tarde declarará al francés Regis Debray que esto era una “necesidad táctica” por lo que aceptó la firma del Estatuto de garantías constitucionales, pues “en ese momento lo importante era tomar el gobierno”.
La “Vía chilena” aparecía así caracterizada como “socialista-marxista” pero con una base humanista-democrática, prometiendo ser la gran esperanza en la que era posible conciliar el camino al socialismo con formas democráticas, la generación del poder en elecciones periódicas y, en general, con las libertades y garantías individuales. Las grandes revistas y los principales diarios del mundo alentaban la esperanza hablando de una “primavera de Chile” con lo que buscaban situar la experiencia de Allende en la misma búsqueda de Checoslovaquia de “un socialismo con rostro humano” y, más frecuente aún, se hablaba de la “vía democrática al socialismo” con lo que se evitaban los riesgos de las analogías, pero a la vez se remarcaba lo atractivo de la experiencia, esto en oposición a los socialismos concretos que por exclusión aparecían definidos como “vías no democráticas”
Sin embargo, el “tomar el gobierno” significaba para el régimen marxista, la instauración del poder popular o dictadura del proletariado, con el control absoluto de la economía y de las fuerzas armadas. Más para fortalecer el poder político, el Régimen de la UP necesitaba de un éxito económico que le permitiera atraer la adhesión de la mayoría. Cuestión que quedará demostrada cuando “…el Partido Socialista, el propio partido de Salvador Allende, (…) en su último Congreso anterior a la elección de 1970, rechazó expresamente la democracia como forma de alcanzar el poder, pronunciándose clara y tajantemente por “la lucha armada” como “la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y a su ulterior defensa y fortalecimiento (1)”.
Así, la “Vía chilena” sólo llegó a tener una imagen coherente (Socialismo-marxista-humanista-democrática) muy en su exterior, pero encubriendo a penas debajo de la piel una dolorosa pugna que no sólo alcanzaba a sus métodos, sino que se expresaba por igual en sus formulaciones teóricas. Lo que chocaba con la realidad, ya que Allende había presidido la OLAS, la que nació a la sombra de Tricontinental de 1966, la que validaba a la vía armada como método legitimo para la “toma del poder”, a lo que se agregaban las Congresos de Chillan de 1967 y La Serena de 1971 que venían a ratificar las decisiones asumidas en Cuba.
Los halagadores resultados económicos que se suponían beneficiarían a la clase obrera sólo serían temporales, pues al cabo de unos meses se producirá un efecto retardado de la gran expansión monetaria que superó los 13 millones de escudos hacia 1970. Tan formidable expansión hizo desparecer las mercaderías, desvalorizó el escudo y dio lugar a la especulación y el mercado negro. Se le llamó inflación desabastecida y provocó el rechazo de la moneda nacional por otras divisas extranjeras.
Aún cuando, se cree que estos efectos fueron premeditadamente perseguidos, con el propósito de crear condiciones favorables a la implantación del socialismo autoritario. Esto, porque la Unidad Popular y Allende no contaban con las simpatías de algunos líderes marxistas, tales como Castro y Brezhnev. Cuestión que el presidente chileno constató al visitar Moscú con la intención de solicitar un crédito en donde su presencia no fue bien acogida por las autoridades Soviéticas. Otro caso, fue en la etapa previa a las elecciones presidenciales, que llevaría a Allende a la primera magistratura, donde dirigentes chilenos de izquierda viajaron a La Habana a entrevistarse con Fidel Castro, de cuyos detalles Labarca Goddard, nos comenta: “La contribución principal de Fidel Castro al desarrollo del proceso político chileno, radicó en esos días, en su planteamiento público y categórico acerca de la posibilidad real de triunfo electoral de la Unidad Popular. Castro no veía con buenos ojos la táctica asumida por la izquierda chilena, por entenderla débil, en cuanto a la estabilidad que todo proceso revolucionario necesita, sin embargo, los dirigentes cubanos jamás negaron en forma absoluta la posibilidad del establecimiento en Chile de un gobierno de izquierda, sin que previamente mediara la lucha armada. Esto considerando a la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS, celebrada en la capital cubana entre julio y agosto de 1967, al atribuir un carácter preponderante en el continente al camino armado, disponiendo que: “siendo la lucha armada la vía fundamental, es igualmente necesario emplear otras formas de lucha, siempre que se encuentren en desarrollo o tengan por objetivo ayudar a desarrollar lo que se estima principal”.
“Diversos discursos y declaraciones de Fidel Castro y documentos de la revolución cubana, admitían el carácter excepcional del proceso chileno”.
“En todo caso, a partir de la Conferencia de OLAS de 1967, las relaciones entre el Partido Comunista de Chile y el Partido Comunista de Cuba habían quedado casi en punto cero”. Sin embargo, un año antes de las elecciones en Chile, el líder cubano recibió a varios dirigentes de la izquierda chilena, de hecho “Fidel Castro se reunió durante siete horas con un grupo de periodistas, catedráticos universitarios y dirigentes de la izquierda chilena que concurrieron a los actos del 26 de julio en que el jefe cubano pronunciaría su discurso autocrítico acerca de la zafra azucarera. En declaraciones filmadas por la televisión chilena de la época, Castro frente a una pregunta, acerca de si él consideraba posible un triunfo electoral de la izquierda, respondió lo siguiente: Categóricamente si, en este momento concreto en Chile, creo que es posible llegar al socialismo mediante una victoria electoral. Chile es uno de los pocos países latinoamericanos donde se libra la lucha política constitucional dentro de los cauces establecidos y la única ventaja de la derecha consiste en tener mayores medios económicos. La lucha se plantea dentro de un marco institucional y por eso reitero, en este caso concreto, en el Chile de 1970, el Socialismo puede ganar la victoria electoral” (2).
De ese modo el jefe máximo del marxismo latinoamericano jugaba todo su prestigio y autoridad en la opción escogida por la izquierda chilena, sin embargo, tal solidaridad se verá modificada con el fracaso económico del régimen de Allende, sumado además de las presiones de las que eran objeto por parte de la clase “burguesa chilena”.
A todo esto, la lucha por el socialismo se iba convirtiendo en una contienda armada o enfrentamiento entre los “compañeros” de la UP y del MIR y los opositores de los partidos Demócrata Cristiano y Nacional. Este caso estaba previsto, pues el presidente Allende no estableció su residencia en la Moneda sino en una mansión bien defendida en el barrio alto de Santiago, en la calle Tomas Moro. Al mismo tiempo se rodeó allí de una guardia personal, el GAP escogida de entre los sectores violentistas del Partido Socialista y del MIR fuertemente armadas con equipamiento ruso y checoslovaco.
Los partidos marxistas organizarán “brigadas de choque” destinadas a conquistar las calles y cubrirlas de propaganda: la brigada Elmo Catalán del partido socialista y Ramona Parra del Comunista.
En cuanto al MIR, que desde el gobierno anterior (Eduardo Frei Montalva) venía asaltando bancos y cometiendo toda clase de desmanes, sin poder ser dominado por las policías, verá fuertemente engrosadas sus filas a partir del Gobierno de la UP. “Lo cierto es que el MIR nunca sostuvo una actitud de oposición extrema a la UP. Pese a que no creía que ganaría las elecciones, realizó gestos a favor de Allende en 1970 que se expresó en su cese de acciones armadas durante los tres meses previos a la votación. Asimismo, puso sus “servicios de información” a disposición de la UP, los que aunque eran más bien rudimentarios se comparaban favorablemente con la inexistencia de ellos en la UP., sobre todo en un período en que Chile estaba lleno de rumores luego que el Gral. Schneider fuera asesinado en octubre de 1970. El MIR colaboró como primer grupo de guardaespaldas de Allende desde septiembre a noviembre de 1970” (3).
Max Marambio, que fuera integrante del MIR nos dice: “Allende no era enemigo a ultranza de la lucha armada. más bien estaba convencido de que Chile era una excepción, toda vez que en el país las instituciones gubernamentales funcionaban con relativa estabilidad, pero reconocía la validez de la lucha armada allí donde las condiciones resultaran diferentes y tenía un vínculo muy estrecho con las fuerzas revolucionarias del continente” (4)
En muchas partes del país se comenzarán a formar Escuelas de guerrilleros donde se preparaban fuerzas paramilitares destinadas a actuar cuando llegase el momento en que estuviesen dadas las condiciones para “dejar de lado toda simulación de legalismo y proceder a establecer la dictadura marxista” (4).
Frente a esto, la Doctrina de la “vía pacífica”, defendida por Salvador Allende comenzaba a entrar en un proceso de contradicciones, lo que se observará recién asumido su gobierno, cuando el Presidente decide indultar el 28 de diciembre de 1970 a 43 violentistas de la extrema izquierda, mediante la dictación del Decreto Nº 2.071, por medio de un nuevo Decreto de Insistencia, el Nº 2.092 que llevaba la fecha simbólica antes dicha, tal instrumento jurídico fue redactado por el poder ejecutivo debido a que la Contraloría General de la República había “Representado” (negado) la procedencia del indulto por entenderlo inconstitucional, dada la naturaleza de los delitos cometidos por los subversivos beneficiados con la medida presidencial. Entre ellos se liberaba a miembros de la VOP (Vanguardia organizada del pueblo) agrupación constituida fundamentalmente por cuadros expulsados del MIR, lo que convertía a ésta en una organización de carácter ultrarrevolucionario y violentista; y a elementos del propio MIR, todos los cuales cumplían penas o estaban sometidos a proceso por distintos tipos de acciones criminales, tales como asaltos a bancos, a supermercados y atentados de sangre contra la comunidad; todos delitos cometidos durante el gobierno de Frei Montalva. Allende simplemente los calificará como “Jóvenes idealistas”.
“Fueron indultados 43 extremistas que se hallaban prófugos o condenados. Entre ellos Luciano Cruz, Miguel Enríquez, Juan Bautista von Schowen (cúpula del MIR), Sergio Zorrilla Fuenzalida, Humberto Sotomayor y Max Joel Marambio, pasando este último a dirigir el GAP (Grupo de Amigos Personales) encargado de la custodia del presidente. En sus consideraciones a la prensa, el Presidente explicó la naturaleza de la medida, señalando que los beneficiados eran:
“Jóvenes idealistas, con las cuales teníamos una apreciación táctica distinta y diferente, que actuaron erradamente, pero impulsados por un anhelo superior de transformación social” (6).
“Ante la objeción de un cronista, aclaró: “Han asaltado algunos bancos… ya lo sé, pero arriesgaron su vida en aras de un ideal” (7)
Pocos meses después, un comando de la VOP asesinará a balazos al ex ministro de Interior del Gobierno de Frei Montalva, Edmundo Pérez Zujovic, esto por ser encontrado culpable de las muertes ocurridas en Pampa Irigoin, mientras era ministro.
Esto demuestra que cuando Allende llegó al poder “no dejó en la orfandad a los contradictores de la “vía pacífica”. Los incorporó a sus dispositivos de seguridad. En febrero de 1971, Regis Debray no dejaba de expresar su sorpresa ante esta decisión de Allende y le pregunta: “¿Cómo interpreta Ud. que para recorrer los primeros trechos de la llamada “vía pacífica” justamente Ud. tuvo que pedir ayuda personal a hombres y métodos que poco tienen que ver con esta línea?”. La lectura de la respuesta de Allende no resultará menos sorprendente para el lector: “Eso en la forma, porque si nos separaran diferencias tácticas, la finalidad es la misma…” (7).
Tres meses después, Allende pronunciaría su Primer Mensaje Presidencial, donde planteó la “vía chilena”, que por supuesto no importa una mera diferencia táctica con el MIR, sino una diferencia estratégica fundamental: el “segundo camino al socialismo” sería el establecimiento de la dictadura del proletariado y hacia un modelo de sociedad distinto.
Ciertamente no fue ésta ni la primera ni la mayor de las insondables contradicciones de Allende.
Bibliografía
1.- JOBET. Julio Cesar: “El partido Socialista de Chile”. Editorial Prensa Latinoamericana. 1971, Tomo II. Págs. 127 y ss. Voto sobre la posición política nacional del Partido Socialista, aprobado por unanimidad en el XXII Congreso general celebrado en Chillan los días 24, 25 y 26 de noviembre de 1967.
2.- LABARCA GODDARD. Eduardo. “Chile al rojo. Reportaje a una Revolución que nace”. Ediciones de la Universidad Técnica del Estado. Santiago, Chile. Págs. 347 y 352.
3.- VITALE. Luis: “Historia del MIR. (1965-1970)”. Edit. Instituto de Investigación de Movimientos Sociales “Pedro Vuskovic”. Pág.17.
4.- MARAMBIO. Max: “Las armas de ayer”. Colección Tercera debate. Tercera Edición. 2008. Págs. 70-71.
5.- FILIPPI Y MILLAS. “La experiencia socialista chilena: anatomía de un fracaso”. Edit. Zig-Zag. Santiago, Chile. 1973. Págs. 144 y 145
6.- HEINECKE SCOTT. Luis: “Chile. Crónica de un Asedio”. Tomo I. Ob.cit. Pág. 64.
7.- Diario “EL MERCURIO”. 06 de Enero de 1971. Santiago de Chile.
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