Cultura Por: J.C. Maraddón10 de febrero de 2025

Una chica y dos galanes

Tras haber atravesado las mil y una vicisitudes, parecía que tampoco el Covid iba a poder con Marianne Faithfull, hasta que la semana pasada llegó la noticia de que esta cantante y actriz había fallecido, a los 78 años, dejando un legado que ahora será puesto de relieve por los biógrafos.

J.C. Maraddón

Nadie que haya vivido a pleno la cultura rock de la década del sesenta podría ignorar lo que significó en aquellos años la figura de Marianne Faithfull, porque una mujer debía ser muy valiente en ese entonces para destacarse a la par de la casta varonil que se enseñoreaba en todas las disciplinas, a pesar de que “los tiempos estaban cambiando”. Muchos héroes del rocanrol quedaron en el camino durante ese tumultuoso periodo de experimentación extrema, y ella también pudo haber sucumbido en ese terremoto que pretendía sacudir las estructuras del mundo, pero logró sobreponerse y curar sus heridas a través del arte.

Quien no haya sido contemporáneo a ese decenio esplendoroso, tal vez conozca a Marianne Faithfull por haber leído lo mucho que se ha escrito acerca de esta artista que, después de haber sido un ícono del “swinging London”, se reconfiguró como una referente de culto que navegaba por encima de las vanguardias como anclada en su propia órbita. Algunas intervenciones cinematográficas completaron su aura misteriosa, como autora de una obra a la que sólo los entendidos tenían la chance de acceder, allá cuando los algoritmos todavía no habían empezado siquiera a proyectar el imperio digital que hoy han instaurado.

Su íntima vinculación con los Rolling Stones fue confundida en su momento con la mera actividad de una groupie, pero Marianne Faithfull redoblaba en audacia a las Majestades Satánicas y su presencia (a veces tácita, a veces explícita) en muchos de los hits del grupo en los sesenta, prueba que su injerencia no fue satelital. En su personalidad se reunían las cualidades femeninas que requerían esos días rebeldes, en los que se resquebrajaban los estereotipos y nacían nuevas perspectivas, entre las que se destacaba la posibilidad de que las mujeres ocuparan roles protagónicos y no como meras acompañantes de los ídolos.

Pero su recorrido vital fue acompañando la evolución musical que se desarrollaba a su alrededor: a fines de los años setenta se acopló al post punk y la new wave como si perteneciera a esa camada, al igual que veinte años después sorprendió a todos con su participación junto a la banda Metallica. Tras haber atravesado las mil y una vicisitudes, parecía que tampoco el Covid iba a poder con ella, hasta que la semana pasada llegó la noticia de que había fallecido, a los 78 años, dejando un legado que ahora será puesto de relieve por los biógrafos.

Alguien que en cada instancia estuvo donde había que estar y que desde esa ubicuidad se encargó de desnudar su cuerpo y su alma sin tapujos, merecería permanecer en el recuerdo de las futuras generaciones, como ocurre con esa gente que vivió adelantada y que prefiguró con sus movimientos lo que estaba por venir. O que, al menos, se encargó de subrayar las aristas más ríspidas de la actualidad, asumiendo una conducta indeclinable, propia de los que saben que su deber es ser auténticos, sin medir las consecuencias que esa sinceridad les pueda acarrear cuando las aguas se aquieten.

Sin embargo, contra toda esa foja de servicios brindados a la cultura occidental, en las redes sociales Marianne Faithfull es la chica que, sentada entre Alain Delon y Mick Jagger, enfoca toda su atención en su charla con el actor francés y deja pagando al cantante. Esa fotografía, transformada en meme, representa para muchos la imagen de una circunstancia que suele repetirse en la vida real, pero en realidad es la síntesis de una actitud avasallante, que le permitía codearse con dos de los galanes más codiciados del planeta y seguir siendo ella la que tiene el control de la situación. 

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