Cultura Por: Víctor Ramés19 de marzo de 2025

Caras y caretas cordobesas

De una sección de “Caras y Caretas” de 1904, señalamos una historia rara y sin explorar; y destacamos la figura de una pintora cordobesa que aún espera ser más reconocida, al igual que su obra.

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com

Dos mujeres, una joven pintora - 1904

La revista Caras y Caretas del 17 de diciembre de 1904 contiene dos noticias cordobesas, en una de sus páginas. Se refieren a dos mujeres que nada tenían que ver una con la otra; ni sus historias, ni sus vidas tenían otra cosa en común que haber coincidido en el interés del corresponsal de la publicación porteña en Córdoba, y salido mencionadas para la misma fecha. Lo cierto es que se muestra a una y a otra, en el tercio inferior de la página, con sus fotografías y un breve texto sobre lo que en cada una de ellas motivaba la atención de la prensa.

La primera mujer era la señorita Isabel Sánchez Montes, y aparecía como víctima de una historia familiar que la había llevado (de las dos formas lo expone el semanario) a ser “secuestrada en el asilo de dementes” o, en otras palabras, “recluida en la casa de orates”. Su historia pertenece a una tipología de casos de la época, que dieron pie a la crónica y a relatos propicios para la narrativa periodística, inclusive para la narrativa a secas. Según la breve referencia que incluye el semanario, el corresponsal de la revista (un tal “Bohigas”, no sabemos si es un seudónimo y, de todos modos, no reaparece colaborando en esta publicación) había tenido la oportunidad de hablar con la joven encerrada en un asilo, y asomaba la circunstancia de haber sido víctima de una trama siniestra, tal vez de un castigo de sus padres (imaginamos) por una cuestión de honra familiar. Esto decía de concreto el texto de la nota: 

“Honda repercusión ha tenido en Córdoba el hecho de haber sido recluida en la casa de orates, la señorita Isabel Sánchez Montes, quien según unánime opinión de cuantas personas la conocen, está siendo víctima de bajos intereses, pues el estado de sus facultades es completamente normal.
Nuestro corresponsal, que tuvo oportunidad de hablar con la señorita Sánchez Montes, manifiesta que ésta le hizo completa relación de su vida, le habló de sus padres y refirió todos los detalles del secuestro, sin que se pudiera observar en ella el menor signo de insanía.”

No podemos agregar más sobre el caso, pero convengamos que debajo asoma una curiosa historia. 

La otra señorita que aparece en Caras y Caretas no es suficientemente conocida en Córdoba, pero ya se destacaba entonces como artista, y es injusto tener que hacer una búsqueda en los márgenes de los documentos para saber más de ella. Ángela Imelda Allio había nacido en 1884, hija del escultor y arquitecto suizo José Allio, quien vino a la Argentina en 1870 y luego se instaló en la ciudad de Córdoba, donde se casó con Ángela Ibertis y nacieron todos sus hijos e hijas (al parecer fueron 14 los vástagos). Ángela Imelda se destacó desde muy joven por sus dotes como pintora, y tuvo oportunidad de obtener una temprana y sólida formación.
En 1904, su fotografía aparecía en Caras y Caretas, con el siguiente epígrafe: “Señorita Angela Imelda AIIio, primer premio de pintura en el certamen artístico literario”. La breve noticia se completa con el texto: 

“En el certamen artístico organizado por la comisión del jubileo de la Inmaculada, la señorita Angela I. Allió, obtuvo el primer premio acordado por la municipalidad.
A esta recompensa era justamente acreedora la señorita Allió que, a pesar de no contar sino 19 años, ha ejecutado ya muchos trabajos importantes y originales.”

El padre de la joven, José Allio, dejó huellas de importancia en la ciudad de Córdoba, en particular aportó a embellecer la plaza San Martín, donde dos de las fuentes que se encuentran allí instaladas son obra y diseño suyo. Se trata de dos hermosas fuentes de mármol de Carrara que los habitantes de la ciudad tienden a no apreciar y los visitantes suelen descubrir. Las fuentes, una que ostenta rostros barbudos en su base y la otra con cuatro leones, hacen correr sus juegos de agua desde 1876, descontando interrupciones municipales. La relación de Allio con el mármol se remonta a investigaciones suyas en las sierras de Córdoba, donde descubrió y exploró canteras de gran calidad. De hecho, su taller era una marmolería muy conocida en Córdoba, situada en la primera cuadra de la hoy avenida Colón.

También fue por iniciativa suya -transmitida a la autoridades provinciales- que encargaron y colocaron el primer monumento cordobés, la estatua del General Paz, obra del escultor francés Jean Alexandre Joseph Falguiere. 

Volviendo a Ángela Imelda Allio, se sabe de ella que fue nombrada en 1903, un año antes de la publicación en Caras y Caretas, como Profesora de Dibujo y Caligrafía en la Escuela Normal Mixta Alejandro Carbó. En 1905 se la nombra Profesora de Dibujo Natural en la Escuela Normal de Maestras de Córdoba. En 1907 contrajo enlace con el señor Eduardo S. Martín, entonces director del diario La Voz.
El esposo de Angela permaneció en ese cargo hasta 1918. Una publicación de la FUC de ese año elogiaba a Eduardo Martín y al diario por su «entusiasta, decidida e inteligente campaña» a la que deben los estudiantes «gran parte del éxito del movimiento reformista».

Ángela se destacó como pintora y se especializó en encargos de imágenes religiosas, existen cuadros suyos como el del Espíritu Santo y el de la Virgen del Rosario, que se pueden apreciar en el Convento de Santo Domingo. También realizó un retrato del entonces presidente Julio A. Roca, que se encuentra en el museo de la Casa Rosada, según información provista por sus descendientes. También existe una pintura al margen del tema religioso, un gran retrato de su madre, Ángela Ibertis, perteneciente al patrimonio del Museo Genaro Pérez, y que fue objeto de tratamiento por parte del Taller Escuela de Restauración.
La figura de Ángela Imelda Allio sin duda merece una búsqueda más completa y un mejor rescate de su obra.

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